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La cabeza de Mina salvó a Colombia: 2-2 contra Uruguay

El defensor central anotó el agónico gol del empate en el Metropolitano de Barranquilla.

Como la semana pasada con Matthew, Barranquilla sintió el coletazo de un huracán… Y como hace nueve días, no hubo víctimas mortales, sino daños materiales: se perdieron dos puntos en el empate 2-2 de este martes de Colombia ante Uruguay.
Pudo ser devastador en el estadio metropolitano Roberto Meléndez, pero una torre, fuerte y de estructura de acero, lo impidió y dejó a Colombia con vida en la lucha por un cupo al Campeonato Mundial de Fútbol de Rusia 2018, cuando las eliminatorias suramericanas iniciaron su segunda y última vuelta.
Esa torre de color, llamada Yerry Mina, que en defensa anuló los embates de los vientos furiosos del goleador rival Luis Suárez, empezó un ataque por el centro, tirado al costado derecho, a los 39 minutos del segundo tiempo, cuando Colombia perdía 1-2 y el estadio enmudecía.
El jugador del Palmeiras brasileño pasó la pelota a Juan Guillermo Cuadrado y siguió su carrera hacia al frente. Cuadrado la lanzó para arriba, al centro, sin aparente riesgo. Pero Mina, fuera del cuadro de referencia, se la encontró en el camino y, con un salto como queriendo llegar a las nubes, aprovechó sus 1,95 metros de estatura para meterle la cabeza e impulsarla hacia el arco y decretar el resultado final que le permite a Colombia acumular 17 puntos, aún a 3 de Uruguay, que arrancó la jornada como líder.
La de ayer parecía una tarde tranquila, con la ilusión de recordar que si había festín, como en las eliminatorias pasadas, era colombiano. Los resultados en Barranquilla era dicientes: 3-1, 5-0 y 4-0. Pero hora y media antes del pitazo inicial la tarde se nubló…
Incluso así, ninguna autoridad meteorológica alertó sobre lo que se avecinaba sobre Barranquilla, con todo y que al completarse el primer cuarto de hora empezó a llover. ¿Algo malo? Nadie podía pensarlo, si enseguida, al minuto, llegó el gol de Abel Aguilar –remate de cabeza tras cobro de tiro de esquina desde la derecha de Luis Fernando Muriel– que le dio la ventaja al equipo nacional.
Pero en otra pelota quieta, 10 minutos después, surgió la tormenta tropical visitante, que aprovechó la debilidad por partida doble del lateral izquierdo Farid Díaz.
Primero en cometer una falta innecesaria y, luego, en cabecear la ejecución hacia atrás y facilitar que el olor a cebolla adormeciera a la poblada defensa colombiana y Cristian ‘Cebollita’ Rodríguez igualara con un segundo cabezazo, que no pudo detener el arquero David Ospina.
El aviso de alerta roja se encendió. Los organismos de control locales estaban prevenidos, siguiendo de cerca los movimientos del fenómeno.
Hubo ajustes tras el descanso, se metió a Édwin Cardona, el héroe en el triunfo del pasado jueves en Paraguay, por Muriel y se apretó arriba. La idea era no dejar crecer al rival e irse encima de él.
Y por momentos pareció controlarse la situación. Atrás no había peligro, aunque con Suárez y Édinson Cavani, este es latente. Los vientos eran aplacados en velocidad y no hacían daño. Y arriba empezó a tenerse más el balón. Sin embargo, al goleador Carlos Bacca no le llegaba y se perdía.
Una mano de Diego Godín, el capitán uruguayo, no fue sancionada como pena máxima por el árbitro Pitana. Hubo protesta, pero nada pasó.
De pronto, como de la nada, a los 27 minutos, poco después de un cambio de sector, intercalándose con Cavani, para evitar la marca recia y efectiva de Yerry Mina, Luis Suárez dejó en velocidad y fuerza por derecha a Óscar Murillo y remató para vencer al arquero Ospina.
En un abrir y cerrar de ojos, sin que nadie se percatara ni pudiera evitarlo, la tormenta tropical se convirtió en un dañino huracán con el 2-1 de la visita.
Tremendo botín: Uruguay venía por el empate, tenía definida dos líneas de cuatro y estaba en ventaja 1-2.
Colombia apuró, con más deseos que claridad. Atacó por los costados, ya con Roger Martínez y Orlando Berrío en el frente (salieron Bacca y Santiago Arias). Pero careció de finura en el último tramo. Quizás lo más importante fue un inofensivo cabezazo de Aguilar que llegó sin problemas a las manos de Fernando Muslera.
Pero solo quien fue capaz de detener los vientos fuertes de Luis Suárez –el ojo del huracán–, el defensor Yerry Mina, podía vestirse de héroe.
Dejó su zona, armó su propio equipo, con las herramientas precisas y se lanzó de frente. Le dio la pelota a Cuadrado y cuando este la levantó, él aparentemente fuera de acción, apareció con un salto mortal y salvó al país de una tragedia deportiva: rescató un punto de oro y degradó de tal manera el huracán que solo nos afectó el coletazo.
ESTEWIL QUESADA FERNÁNDEZ
Redactor de EL TIEMPO
Barranquilla
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