A lo lejos, el azul y negro de sus faldas, sus coloridas ruanas y sus sombreros kuarimpoto resaltaban este lunes en el paisaje gris de la plaza de Bolívar de Bogotá. Eran 1.500 miembros de la comunidad misak o guambiana, quienes se manifestaron a favor de la paz.
“A través de esta movilización pacífica queremos decir que todos tenemos derecho a la paz, y más cuando nosotros somos los territorios más afectados. Entre todos quisimos decir ‘Sí’ a la paz el pasado 2 de octubre, pero como no pasó, es ahí cuando nos tocó reaccionar y hacer la movilización”, aseguró Cruz Tunubalá, secretario general del territorio ancestral misak.
Fueron 15 horas de viaje desde Silvia, Cauca, en 25 chivas y ocho camperos. Y el cansancio que supone un desplazamiento tan largo no acabó con el objetivo de este grupo: hablar con el presidente Juan Manuel Santos.
La movilización fue muy compleja. El frío y las lluvias la afectaron. Cuatro vehículos se vararon en el alto de La Línea, entre Calarcá, Quindío, y Cajamarca, Tolima, aunque no fue impedimento para detenerlos.
Para hacer más llevadero el periplo y dejar a un lado las preocupaciones, la música fue un aliciente. Las vías se llenaron con sus sonidos ancestrales, al ritmo de las tamboras y la flauta.
![]() Indígenas misaks reunidos con Santos. Cortesía Presidencia de la República |
La gente los animó en su viaje. En el camino recibieron el respaldo de otros ciudadanos, se fortalecieron moralmente por un pito de algún carro o por una sonrisa de un extraño.
Y por comida no se preocuparon. Fue un ejercicio autónomo. Cada familia, cada misak, se pagó su viaje. Traían canastas con gallinas y verduras de su tierra.
“Somos una comunidad que ha desarrollado el diálogo (...). Estamos aquí diciéndole al país que se puede vivir desde las diferencias sin violencia, usando el poder de la palabra”, comentó Jeremías Tunubalá, miembro de la comunidad.
Y añadió: “Exigimos a las partes que se dé la oportunidad de la paz, pero no la paz de nombres y apellidos, sino una nacida desde nosotros, las víctimas. Planteamos la paz territorial; si las ciudades decidieron que no quieren la paz, que nos den la oportunidad a nosotros de hacerla”.
Con la dormida no tuvieron problema. Eso pasó a un segundo plano: su misión es el fin del conflicto con las Farc. Además, se sintieron abandonados por el resto del país y por eso actuaron.
“Es contradictorio. Nosotros proveemos a las ciudades de alimentos, agua y oxígeno, y nos responden de esa forma (con el ‘No’ en el plebiscito). Tenemos seguridad en la paz, pero las ciudades, no”, cerró Jeremías.
Este mismo lunes fueron atendidos por el jefe de Estado en la plaza de Armas de la Casa de Nariño, a la que entraron a ritmo de tambor y muy organizados. Uno tras otro fueron saludados por Santos, quien les dijo que el premio Nobel lo “obliga a trabajar más en pro de la paz de todos los colombianos”.
![]() En un hecho histórico, 1.500 indígenas de la comunidad Guambiana se instalaron en la plaza de Armas de Casa de Nariño. Tomada de @PaulaGaviriaB |
Joaquín Morales, otro representante misak, le entregó al mandatario un documento de apoyo a la paz. Y varios líderes indígenas insistieron en que esta debe concretarse pronto.
Hoy tendrán un espacio en el Senado para exponer sus ideas, y luego se devolverán a cultivar a Silvia.
“El movimiento sigue; cualquier acción de un pueblo afectado en Colombia, ahí estaremos”, sentenció Cruz.
CAMILO HERNÁNDEZ M.
Redactor Nación
EL TIEMPO
En Twitter: @CamHerM