"Como Toribío, como Bojayá... No a la guerra y Sí a La Paz", dice una carpa en la Plaza de Bolívar. Mientras en otra puede leerse, un aparte de La Mala Hora, "Creo que todavía no es demasiado tarde para construir una utopía que nos permita compartir la tierra".
Una mujer llamada Sofía explica los dos objetivos principales del Campamento por La Paz, que nació hace 5 días en la Plaza de Bolívar, en Bogotá, tras la victoria del 'No' en el pasado plebiscito para refrendar los acuerdos de paz y en medio de las manifestaciones que se realizaron a lo largo del país para pedir que se concreten salidas que permitan salvar el proceso. "Pedir el cese del fuego definitivo y no levantar nuestro campamento hasta que se haga realidad el Acuerdo de Paz. Estamos aquí por las victimas, y cada carpa lleva el nombre de un lugar de Colombia que ha sufrido la guerra", dice.
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Apartadó, Mapiripan, Bojayá, son algunos de los nombres de las carpas.
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Juliana no ha dormido prácticamente en 5 días pero está firme. A pesar del frío en la Plaza, ella sigue buscando mover a Colombia desde la ciudadanía hacia el acuerdo. Juli permanece allí desde la primera noche, cuando decidió con otros no dejar la Plaza, y llegar al amanecer entre el sonido de tambores.
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Otros se encargan de recibir a los visitantes que conmovidos miran este esfuerzo ciudadano por La Paz, y que traen sonrisas, abrazos, víveres o cobijas para quienes acampan.
Los habitantes del campamento, además, decidieron aceptar la propuesta de la artista Doris Salcedo y tejer una gran tela por las víctimas que será expuesta en la Plaza este martes. Los acampantes no solo ponen su carne por La Paz, sino que son hoy "arte vivo" por La Paz.
Los nombres de 2.000 víctimas del conflicto se verán escritos con cenizas sobre siete kilómetros de tela blanca.
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Un grupo de chicos prepara dentro de una carpa arroz vegetariano, hay comida para todos. Y otro grupo levanta plásticos y organiza la llegada de las carpas, que ya suman 50. Varios niños y niñas visitan el Campamento por La Paz acompañados de sus padres. Se dibujan flores y palomas en sus cuerpos.
El domingo en una ceremonia ecuménica se unieron diferentes iglesias y chamanes indígenas, para agradecer a los acampantes por la esperanza.
En las noches, se reúnen para debatir y tomar decisiones. Ellos y ellas ya crearon una ciudad, una ciudad que representa la realidad pero también el cambio y la posibilidad de la inclusión, la participación y la conciliación permanente con lo diferente.
Organizados en comisiones de seguridad, cultura, relaciones con la comunidad, logística y comunicaciones, también dejaron por escrito un manifiesto, que en uno de sus apartes dice: "Nosotros y nosotras, hombres y mujeres de la ciudad y del campo, que no representamos a ningún partido, ni hacemos parte de la institucionalidad, actuamos de manera libre y organizada, con un sentido incluyente y pacífico."
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Somos, explican, "un reloj de tiempo que va marcando los días, las horas y los minutos que perdemos y en los que podemos rescatar el acuerdo de paz".
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