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Editorial: Un parque para convivir, no para destruir

Editorial: Un parque para convivir, no para destruir

Son estos espacios los que permiten cerrar la vieja cicatriz que había separado el sur con el norte.

09 de octubre 2016 , 08:09 p. m.

La capital del país cuenta desde ya con un nuevo espacio para el disfrute de sus ciudadanos. Se trata del parque Bicentenario, que finalmente fue entregado al público hace pocos días tras siete años de pleitos jurídicos y obras que por fin llegaron a buen término.

Su ubicación es envidiable: calle 26 entre carreras 5.ª y 7.ª, en pleno corazón de Bogotá. Es un escenario de 7.257 metros cuadrados que cuenta con amplios espacios peatonales, jardines, plazoletas, mobiliario público y colinda con el parque de la Independencia, uno de los más emblemáticos de la ciudad.

La obra, para cuyo diseño hicieron valiosos aportes afamados arquitectos –entre ellos, el maestro Salmona–, tuvo en Giancarlo Mazzanti a su inspirador final. Fue él quien no solo realizó la intervención urbanística, sino que soportó los ires y venires de una serie de recursos legales interpuestos por vecinos que se oponían al proyecto. Por fortuna, el mismo contó con la colaboración del pasado gobierno y el Ministerio de Cultura, que no permitieron que el Bicentenario claudicara a las presiones. La empresa privada, en cabeza de Colpatria y Asosandiego, también estuvieron al tanto de su suerte.

Con la inauguración del parque por el secretario de Gobierno, Miguel Uribe, y la defensora del Espacio Público, Nadime Yaver Licht, empieza una nueva etapa para este representativo sector de Bogotá y sus vecinos, el Museo de Arte Moderno, la plaza de toros de Santamaría, el Planetario Distrital, la iglesia de San Diego, reconocidos hoteles, museos y restaurantes, además de los imponentes cerros orientales.

Son espacios como estos los que permiten, además de cerrar la vieja cicatriz que había separado el sur con el norte, un motivo para que estudiantes, trabajadores, turistas o simples transeúntes se apropien de él. Y para que una a quienes en su momento rivalizaron por su construcción. Es un espacio para convivir, no para destruir. A las autoridades, por su parte, compete garantizar que semejante escenario no sucumba a la inseguridad, las ventas ambulantes y el vandalismo. Que así sea.

EDITORIAL

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