Toda crisis presenta oportunidades. Al desconcierto e incertidumbre por la inesperada derrota del Sí les ha seguido una luz de esperanza. La presión de la opinión nacional, expresada en las silenciosas y multitudinarias marchas por la paz, e internacional, que se escandalizó con el aparente rechazo a la posibilidad de construir un futuro pacífico, parecen estar produciendo un milagro: que los líderes del Sí y el No antepongan, ahora sí, el interés del país a sus conveniencias propias y de partido. Hay que mantener la presión y enfocarla también sobre los dirigentes de las Farc, quienes tendrían que aceptar la necesidad de diversos ajustes a lo acordado.
Santos y Uribe tienen una segunda oportunidad para pasar a la historia como los mandatarios que lograron la terminación del conflicto armado. A Uribe hay que reconocerle que sin los éxitos de la Seguridad Democrática los dirigentes de las Farc no se habrían sentado a negociar. Pero hay que exigirle grandeza para que cambie su actitud destructiva de los últimos seis años, que sumió al país en una extrema polarización política.
A Santos hay que reconocerle su iniciativa y persistencia a favor del Acuerdo, como lo hizo el Comité del Premio Nobel para la Paz. Pero hay que exigirle grandeza para que enmiende actitudes como la de dividir al país en ‘amigos y enemigos de la paz’, que también contribuyeron a la polarización del país.
Hay que reconocer que perdió el Sí, pero que tampoco ganó el No. Ganó la abstención, que refleja la indiferencia y falta de compromiso de muchos colombianos y su animadversión generalizada contra las Farc. Pero perdieron Santos, Uribe y los demás políticos que promovieron tanto el Sí como el No, puesto que no lograron movilizar siquiera el 20 por ciento de los votos potenciales en favor de sus respectivas posiciones.
El No no triunfó. No solo porque perdió ante la abstención y superó por muy poco al Sí, sino porque sus promotores invitaron a votar por el ‘Sí, pero No’: Sí queremos acuerdo con las Farc, pero No el que firmó Santos.
Y la catástrofe no fue que los del No sacaran un poco más de votos que el Sí. Si la votación hubiera sido al revés, estaríamos en un lío parecido. ¿Santos legislando con poderes de excepción, teniendo una minoría tan precaria, en medio de un mar de indiferencia y falta de credibilidad en los dos lados que suscribieron el Acuerdo?
La prioridad debe ser la de terminar el conflicto armado, superar la polarización y recobrar credibilidad en nuestras instituciones. La polarización extrema debilitó la dirigencia política y produjo una votación bajísima en un tema tan crucial para el futuro del país. Además, como insistimos desde esta columna, fue la que permitió a las Farc extraer beneficios excesivos en las negociaciones en La Habana, pues sus dirigentes sabían que los ‘amigos de la paz’ no se podían levantar de la mesa, so pena de quedar arrasados por el uribismo.
Los dirigentes de las Farc tienen que comprender que, dados los resultados de la votación, si quieren que el Acuerdo recobre vida, que sea aceptable para la mayoría de los colombianos, que sea legítimo y se respete hacia el futuro, tendrán que ceder en varios de sus ‘logros’. Tendrán que aceptar que todos los que cometieron crímenes de lesa humanidad paguen penas con restricciones efectivas de su libertad, así no sea tras barrotes. Que no podrán ser elegidos mientras no paguen sus condenas. Que, como ofrecieron, se comprometan formalmente a entregar todos sus activos ilegales para reparar a las víctimas. Que contribuyan de verdad a reducir el narcotráfico. Y que no insistan en añadirle 297 páginas a nuestra pobre Carta constitucional.
P. S.: es de lamentar el retiro de Gina Parody, quien impulsó iniciativas importantes a favor de una mayor equidad en el acceso a educación de calidad.
GUILLERMO PERRY