Camiones, furgones, carretas y bicicletas por montones. La música de Yeison Jiménez, quien dejó de ser cotero para convertirse en cantante, ambienta la madrugada. No es un fin de semana, y mientras la gente del común duerme, en el suroccidente de Bogotá, un sinnúmero de personas parece estar más despierto que nunca. Y cómo no, si la compra y venta de alimentos no da espera alguna, en especial cuando se trata de la central de Corabastos.
Una de las tantas trabajadoras de la que es la plaza de mercado más grande de la ciudad es Luz Medina, quien lleva 38 años dedicándose a vender frutas junto con su esposo para mantener a su familia.
Mientras acomoda unos lulos sonríe y explica el porqué de su alegría: a pesar de que las ventas durante esa mañana no han sido las mejores, la situación económica ha sido bastante positiva, en comparación con la realidad que se vivía tres meses atrás.
“Durante el paro camionero –que acabó el pasado 22 de julio, tras 46 días de duración– los precios de los alimentos estuvieron por las nubes. Casi no llegaba mercancía y la poca que llegaba ni se vendía porque estaba muy costosa”, señala Luz.
–Y el valor del lulo, ¿qué tanto ha disminuido?
“El kilo pasó de venderse de 3.200 a 2.600 pesos. Sin embargo, la baja en el precio de los alimentos se nota más en otros productos cuya oferta es mayor. Por ejemplo, la papa pastusa llegó a venderse en 1.600 pesos el kilo y ahorita está a tan solo 800”, comenta Luz, al tiempo que ofrece un pocillo de tinto a una de sus clientes: “Reciba, ‘mijita’. Fresca, que es gratis”.
Mientras tanto, su esposo, que llegó a las 8 de la noche a comprar productos para comenzar a venderlos desde las dos de la mañana, atiende a Ernesto Castro, quien cada dos días se dirige a Corabastos para conseguir alimentos y venderlos en el supermercado que tiene en Soacha.
“Entre los productos que más bajaron está el tomate chonto, para las ensaladas. Unos meses atrás compraba el kilo en 3.000 pesos para venderlo a 4.200 en mi supermercado. De ahí que casi nadie lo compraba. Ahora uno lo consigue hasta en 1.200 pesos”, comenta el comerciante.
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Otro de los productos que, según él, es de los preferidos por los clientes de su negocio es el plátano colicero: “Usted no me lo va a creer, pero las personas han ido reemplazando la papa por este producto. Ahora uno lo compra en 1.300 pesos, de calidad corriente, pero antes estaba en 1.600 el kilo”.
Doña Rosa trabaja a dos bodegas de distancia de Luz Medina. Mientras le da dos guayabas de ñapa a uno de sus clientes, comenta la “increíble” baja en la cebolla larga: cerca de cuatro mil pesos menos. El costo del kilo de esta hortaliza, que en julio osciló entre los 5.600 pesos, hoy está a 1.200 pesos.
–Doña Rosa, ¿cuáles son los alimentos que más han bajado de precio?
“Las frutas como la guayaba a 1.000 pesos el kilo, la mora a 2.500, el tomate de árbol a 1.800 y la curuba a 1.900. Estas son las que más compra la gente para hacer los jugos. Por el contrario, las frutas importadas como las uvas, las manzanas, las peras y los duraznos se están vendiendo menos, porque están un poco más caras que hace unas semanas”, comenta.
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Llegan las 9 de la mañana y el flujo de gente en las bodegas ha disminuido. Doña Rosa se alista para irse a su casa, puesto que la mayoría de productos se vende entre las dos de la madrugada y las ocho de la mañana.
Antes de partir, con cierto tono de confidencialidad, me confiesa: “No sé por qué tenemos esa manía de comprar todo lo de afuera, hasta los alimentos. Aquí entre nos, prefiero las frutas nacionales”.
EL TIEMPO