Después de seis años de negociaciones secretas y públicas, un plebiscito mal enfocado nos llevó al enfrentamiento de tres grupos políticos dotados para la guerra que viven una tregua inestable (uribistas, Gobierno con sus aliados y Farc). Un empate muy difícil, sin espacio para que otros colombianos que votamos por el ‘Sí’ (y por el ‘No’) tengamos la fuerza mediadora que se requiere. Las dos opciones en el plebiscito fueron impulsadas por la clase política. Aunque muchos dirigentes tradicionales están trabajando por lo que consideran mejor para el país, son percibidos por el ciudadano de a pie como buscadores de una paz rápida que piensan en la próxima campaña presidencial y en cómo lograr más escaños en el Congreso, y no como transformadores profundos de la cultura. Al calor electoral, la gente se dejó llevar por la polarización, pero en el fondo sabe que la reconciliación reside en el cambio profundo y el compromiso con las víctimas, los jóvenes, los campesinos, los indígenas y los afros.
Entre el domingo y el martes, mi pesimismo era enorme. Y la renuncia de la ministra Parody, un triunfo político de los homofóbicos, me pareció un costo adicional para la educación en medio de la coyuntura. Pero hoy albergo más ilusión. Llegaron los estudiantes. Hoy las calles comienzan a ver a universitarios que reclaman voz y piden que se sienten los del ‘Sí’ y los del ‘No’ para buscar juntos con imaginación un acuerdo más incluyente. Y con los estudiantes llegaron los educadores, los académicos, los artistas, las diversidades sexuales y étnicas, los ambientalistas y otros ciudadanos sin afiliación distinta a la de la esperanza. Hay que irse a la calle con ellos. Yo al menos ando para arriba y para abajo con una bandera blanca.
Me alegró también que Educapaz, la alianza de organizaciones que represento y que reúne a líderes de la sociedad civil con gran credibilidad en el sector educativo, decidiera apoyarlos. El comunicado de Educapaz nos hace ver que nunca fue tan evidente el papel de la educación en la construcción de la paz en Colombia como después del pasado domingo. Nos explica que si el voto emocional y la abstención dominaron el plebiscito (un 62 % de colombianos no participaron para aceptar o rechazar el paso más importante hacia la paz en medio siglo en el país, y entre la minoría que votó los dolores y los temores jugaron un papel desmedido en la decisión), eso revela dramáticamente la precaria capacidad democrática de nuestra cultura política y la necesidad de educar para la ciudadanía.
Y sobre todo, me alegró que muchos líderes han tomado nota de la contundente votación en favor de la paz en municipios emblemáticos del conflicto armado, como Bojayá, Tumaco, Cartagena del Chairá, Toribío y un centenar más, que perdonaron, miraron al futuro y con esperanza votaron por encima del 70 y 80 % por la reconciliación.
Varias organizaciones que trabajan por la educación, colombianas y de la comunidad internacional, han dejado claro que redoblarán sus esfuerzos para formar a la genuina generación de la paz en los territorios rurales más apartados. Y tengo la esperanza de que el Gobierno, con Francisco Cardona como ministro de continuidad (bienvenido), mantenga vivos el Plan de Educación Rural y el Plan de Educación Ciudadana que se definieron en La Habana, independientemente de las renegociaciones. Son temas de consenso en el país, y además de ser imprescindibles para la superación de las causas de la guerra, pueden unirnos y ayudar a superar la crisis inmediata. De modo que la agenda de educación para la paz se mantiene y si se aprovecha para acercar a los políticos puede ser parte significativa de la solución al ‘pazxit’.
El camino ahora es más largo, pero si lo transitamos reflexivamente, con los maestros, los estudiantes, las escuelas, las universidades y la sociedad que cree en los niños, niñas y jóvenes como prioridad, será un camino más sólido. Como afirma el Comité Directivo de Educapaz, el rumbo está en la acción local, la construcción de conocimiento y la incidencia en la opinión pública y en el mundo institucional, para que Colombia asuma que la verdadera paz surgirá de la formación integral de seres humanos capaces, con igualdad de oportunidades en todos los territorios y culturas.
Óscar Sánchez
*Coordinador nacional de Educapaz
@OscarG_Sanchez