En España, la prioridad en este momento trascendental de su vida democrática es evitar a toda costa unas terceras elecciones. Ya han pasado nueve meses y dos legislativas, y un gobierno en propiedad no ha podido ver la luz porque el ganador de las dos justas, el conservador Partido Popular (PP), liderado por el presidente en funciones, Mariano Rajoy, no ha logrado recabar los apoyos para formar Ejecutivo.
Esto, entre otras razones, porque el nuevo mapa político muestra, además de los dos tradicionales –el PP y los socialistas del PSOE–, a dos nuevos partidos, uno de centroderecha (Ciudadanos) y otro de extrema izquierda (Podemos), con los que la negociación ha estado plagada de líneas rojas.
Ante este panorama, la crisis del PSOE y la renuncia del que era su secretario, Pedro Sánchez, parecen facilitar el ascenso de Rajoy, pero también siembran preocupaciones por el desplome de un partido que ha tenido papel clave en la estabilidad nacional.
Tras varias derrotas y en particular por la negativa a abstenerse en la votación para facilitar la llegada de Rajoy, el liderazgo de Sánchez se fue erosionando y de paso se fracturó el partido en dos posturas irreconciliables. Sánchez y sus seguidores porfiaban en que podían concretar un gobierno de izquierdas en unión con Podemos. Pero otros dirigentes, entre ellos algunos históricos, recomendaban la abstención por el bien del país y del propio PSOE. La pelea fue un “espectáculo lamentable”, imagen de un “partido roto, devastado”, escribió la prensa.
El tiempo corre. Antes del 31 de octubre, esa agrupación política debe hacer un gesto que permita al rey Felipe VI encargar a Rajoy formar gobierno, algo que parece muy posible. Pero no por eso puede el PP lanzar campanas al viento. La gestión de Rajoy, en el poder hace casi cinco años, no ha tenido especial brillo y ha estado marcada por sonados escándalos de corrupción del PP, que, a pesar de esto, sigue ganando elecciones.
De la valentía del PSOE para reconocer la crisis y luchar por salir del hoyo y por la unidad, y de la nobleza del PP para abrirse a la negociación y al diálogo con la oposición, dependerá que España logre salir de uno de los momentos políticos más críticos de su historia reciente.
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