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La colombiana que sobrevivió al tsunami de Indonesia en 2004

Claudia Tangarife retrató su experiencia en su libro debut, 'El tsunami de mi vida'.

Claudia Tangarife (Bogotá) asegura que todos pasamos por tsunamis. Que no importa si vivimos en un valle andino o en la costa Caribe, cuando llegan estos golpes de olas sucesivas en un tropel terrorífico arrasan con todo a su paso. El oleaje, generado por terremotos en el océano, puede ser tan alto como un edificio de cinco pisos…
Y Tangarife, al recordar eso, sonríe. Insiste: se refiere a ‘tsunamis’ como las experiencias que trastocan completamente la vida del que las vivió. Le costó muchos años y una tragedia humanitaria comprender eso. Sonríe de nuevo: el 26 de diciembre del 2004, sobrevivió al tsunami del océano Índico que dejó más de 280.000 muertos (solamente en Indonesia, según reportó el ministro de Salud de ese país en el 2005). Una catástrofe que afectó también a países como la India y la isla de Phi Phi Don (Tailandia) en la que Tangarife y su hijo Daniel pasaron el 25 de diciembre. El tsunami de Navidad; así lo llaman algunos. Otros, el terremoto de Indonesia. Para ella, el tsunami de su vida.
Hoy se dedica a hacer conferencias de coaching tanto individualmente como en empresas. “Esto es para que la gente pueda identificar cuáles son sus propios puntos de giro en su vida: que uno terminó con el novio, que otro perdió a su mamá, que le dio una enfermedad. Cualquier cosa puede ser un tsunami”, explica ella. Son ideas que retrató también en su libro debut, El tsunami de mi vida, publicado tras nueve años de duelo consigo misma.
Del 2005 al 2014 escribió sobre su experiencia en Tailandia, hasta que lo convirtió en el texto que publicó este año…
Después de que las olas hicieron que muchas personas nos refugiáramos en las montañas de Phi Phi, empecé a ayudar a la gente (por ser enfermera) y vi muchos, muchísimos fallecidos. Cuando volví, en Colombia me preguntaban si sentía dolor por los muertos. Y yo les respondía: ‘No, los muertos ya están descansando; siento dolor por los vivos, por el proceso de dolor que debe vivir el que sobrevivió para sentirse en paz, feliz y tranquilo’.
Cuando volvió a Colombia estuvo sumida en la más profunda de las tristezas…
Regresé a Colombia y me quedé realmente en shock durante unos tres meses. Quería volver a Tailandia para sentirme como me sentí allá: que con todo y los muertos, yo me sentí en paz, plena y realizada porque entendí lo que era el amor incondicional por cualquier persona que está en frente de ti. Yo sentía el dolor de las personas, sentía su miedo. Todo. Y aun así, me sentía por encima de eso: estaba sintiendo todo eso, pero no me convertía en ese dolor ni en ese miedo… Descubrí que yo puedo tener experiencias, pero que no tengo que convertirme en ellas.
En el libro eso está relacionado con lo que usted llama ‘encontrar la esencia de uno’…
La esencia es quiénes somos realmente. Siento que las personas somos seres de paz. Somos paz. Somos amor. Encontramos nuestra esencia cuando nos damos cuenta de que no somos aquello que creíamos ser: yo no soy lo que creo, no soy lo que pienso, yo no soy mis títulos universitarios ni mi carro… Ni mis posgrados en dirección empresarial, negocios y mercadeo me ayudaron cuando vi a Phi Phi bajo el agua. Somos seres espirituales andando en cuerpos humanos.
Aquello que creemos ser, los pensamientos sobre nosotros mismos, son las ‘maletas’ a las que hace referencia... No es fácil ‘dejar las maletas atrás’ si nosotros somos nuestras experiencias.
Se trata de darnos cuenta qué maletas o qué ideas nos restan valor, o al menos no nos aportan a nosotros como seres humanos. Por ejemplo, antes del tsunami yo creía que era todopoderosa: era exitosa, trabajaba en una multinacional, quería tener el control de todo. E inmediatamente después de la catástrofe me sentí culpable mientras veía que toda la devastación era más grande que yo. Ningún rollo con la grandeza, ni mi sentimiento de sentirme una persona exitosa en el ámbito laboral me ayudaron. Me encontré por fuera de esos factores: eso es despertar.
MARÍA EUGENIA LOMBARDO
Redacción CARRUSEL
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