Cocuyos, un espacio en Samaniego lleno de memoria fotográfica y de vida
Niños, jóvenes y adultos de las distintas veredas de Samaniego (Nariño) salen a la carretera a esperar la llegada de la biblioteca Cocuyos.
Luceli Narváez López, la directora de la biblioteca, los ve desde el carro en el que se moviliza y se siente feliz. Y cuando se baja, lo hace con libros, películas y tabletas, y todo un mundo de oportunidades.
“Vamos a veredas lejanas, como Bastidas, que está a cuatro horas”, dice con su dejo muy nariñense, arrastrando cada palabra con cariño.
Por teléfono cuenta la historia de esta biblioteca, ganadora de la edición 2016 del concurso Premio Nacional de Bibliotecas Públicas Daniel Samper Ortega, que otorgan el Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional, y que fue dado a conocer el pasado lunes.
El jurado, conformado por Gloria Palomino, José Zuleta y Eliana Yunes, le dieron el premio de manera unánime a Cocuyos, “como reconocimiento al trabajo con comunidades rurales en un territorio violento y de difícil acceso. Sus programas han hecho de esta biblioteca el lugar en el que la comunidad se reconoce y desde el cual proyecta su futuro”, dice el acta.
Y es que Cocuyos no solo es un lugar para niños y jóvenes, también atiende a población en situación de discapacidad, tiene clubes de escritura rurales, programas de recuperación de memoria con niños y adultos, de cine y de astronomía.
El premio es un estímulo de 50 millones de pesos para su fortalecimiento y una pasantía para su bibliotecario en una red de bibliotecas del exterior.
Buena parte del corazón de Cocuyos es Luceli Narváez, que está allí desde el 2005 y cuenta la historia gloriosa de esta biblioteca, fundada en 1920 por el grupo Juventud Laboriosa de Industriales y Obreros de Samaniego, “una sociedad iniciada por tres jóvenes locales, los primeros que salieron a estudiar a Pasto”, a 117 kilómetros.
Agrega que “compraron libros, tenían su fondo de ahorro y además pagaban al bibliotecario”.
Con el paso de los años la biblioteca no se acabó, pero sí perdió su brillo y la casa se abandonó, hasta el 2005. “Y aunque la sociedad ya no existía, su legado sí. Entonces, empezamos a recoger la memoria histórica y a recuperar su importancia”, comenta.
Ella dice que el apoyo del alcalde de ese momento, Harold Wilson Montúfar, ayudó mucho, “porque no había que rogarle, todo lo contrario, ayudó incondicionalmente a la recuperación de la biblioteca”.
Entonces, en Samaniego, que queda a 1.470 metros sobre el nivel del mar en el sur de Nariño, con una temperatura promedio de 24 °C y donde la tierra es tan buena que da todo tipo de frutos, empezó una nueva vida que fue atrayendo lectores.
Pero no todo es color de rosa. Pese a su belleza y prosperidad, Samaniego ha sido un punto difícil del conflicto armado colombiano. Y para recuperar su memoria fue necesario hacerlo a través de fotos, pues muchas de las zonas aledañas tienen sembradas minas antipersonas.
“Esa memoria la logramos gracias a que Chepe Nicolás Bastidas, un fotógrafo aficionado, que se amanecía en el cerro del Picacho, en el río Cristales, en otros puntos cercanos, haciendo fotos y no se iba hasta que no sentía que tenía el mejor registro”, cuenta.
Bastidas, igualmente, hacía cada año una foto del municipio desde el cerro más cercano, para registrar sus cambios: “Entonces, las casas de bareque pasaron a tener tejas, y aparecieron los edificios”, cuenta Narváez.
Y quedó esa memoria histórica que ahora los viejos pueden recordar con nostalgia y los niños conocer con el mismo calificativo, y que muchas de ellas ya están impresas y digitalizadas.
Otro aspecto importante de Cocuyos es que las poblaciones desplazadas del Putumayo, especialmente, han encontrado allí un refugio.
“Atendemos desde la primera infancia y tenemos no solo acceso a la lectura, sino que muchos vienen porque pueden ver películas y videos, hay estudiantes de carreras virtuales, oyen música...”.
Entre la recuperación de la memoria local y las nuevas tecnologías se mueve Cocuyos, la biblioteca de este Samaniego que tiene todos los climas.
Esa biblioteca que, además, va hasta esas veredas lejanas, donde los funcionarios de Cocuyos realizan olimpiadas de lectura y sonríen cada vez que, desde la carretera, ven a los campesinos de las zonas más lejanas esperándolos, ávidos por los libros, las tabletas, las películas, por el mundo que hay más allá de este sector del Nariño sur golpeado por la violencia.
Campo, espíritu, lectura y sistemas
En una visita al humanista Álvaro Mesa Jaramillo, la bibliotecóloga Gloria Bermúdez encontró que su lugar de trabajo no era una oficina sino que él llamaba a su espacio “laboratorio del espíritu”.
Y así le puso Bermúdez a la biblioteca que dirigió por varios años en El Retiro, Antioquia, nacida en el 2009 y que además de libros tiene auditorio y sala de informática.
Este espacio, como cuenta uno de los funcionarios de la biblioteca, Esteban Castañeda, “también hace una gran labor en la zona rural y hasta tenemos el periódico trimestral, Monte Adentro, que incluye temas del campo”.
Esta biblioteca también recibió una mención especial del jurado del premio, que destacó el periódico, “el mariposario, la escuela de formación de músicos campesinos, la formación de bibliotecarios campesinos y las metodologías de promoción de escritura con niños”.
Porque todos los anteriores son fuerte de esta biblioteca, cuya decoración les gusta a los niños y a los adultos, que llegan no solo a leer sino a aprender a manejar computadores. “Y una de nuestras alumnas, dueña de una finca, lleva su contabilidad en un programa especial gracias a que tenemos acceso a las tecnologías TIC”, dice Castañeda.
En Quimbaya (Quindío), los libros son ‘tu P.A.P.A.’
Hernando Gómez, director de la biblioteca Operación P.A.P.A., de Quimbaya, Quindío, no solo se siente orgulloso de su cargo como director de este lugar.
También, porque ha podido ser familia de sus usuarios y especialmente de un adolescente que desde que llegó a la biblioteca dijo que ese era su segundo hogar.
“Es un muchacho que tiene conflictos familiares y este es su refugio. En un momento hubo un grave problema en su casa y él quedó a cargo de Bienestar Familiar. Entonces, nos unimos con la Biblioteca Nacional y logramos que pudiera volver a su casa. Cumplimos su esperanza, fuimos su refugio”, afirma un Gómez muy charlador.
Y cuenta que el nombre de la biblioteca, Operación P.A.P.A. viene de piense, actúe, persevere, ayude, y que le queda perfecto a este lugar de puertas abiertas “donde no solo se trabaja con todo el profesionalismo del mundo, sino con un gran amor”, afirma.
Esta biblioteca recibió una mención especial del Premio Nacional de Bibliotecas y el acta del jurado destaca que “es un proyecto de identidad de la comunidad, tiene programas que viajan a las calles y veredas del municipio; realizan programas de cultura ciudadana y desarrolla convenios con otras instituciones para promover proyectos de carácter ciudadano”.
![]() Ahora, en Quimbaya, los niños quieren ser no solo futbolistas, ingenieros, arquitectos o médicos, sino también bibliotecólogos. |
Esta biblioteca nació hace 50 años y, como la de Samaniego, fue creada por “quimbayunos que querían hacer un aporte importante a la cultura del municipio. Desde 1966 no ha parado de trabajar, somos un espacio pacífico donde todos caben”, agrega Gómez.
Uno de sus proyectos más importantes es el de la recuperación de la memoria y como lo importante es que la gente lea, pues en las entradas de las instituciones educativas tienen vallas de dos metros de alto por cinco de largo, “con un texto corto inspirado en la vocación de la institución. La del colegio Simón Bolívar es turística y su texto es una crónica de Indias sobre el río La Vieja”, agrega.
Además, han aprovechado los códigos QR para promocionar la cultura y el turismo en el municipio. “Desde hace cuatro años estamos en la recuperación de la memoria y en distintos puntos de la población hay una placa informativa que la gente puede obtener a través de su celular y luego descargar. En este momento tenemos 17 y nos faltan cuatro”, dice.
También hacen recorridos literarios y cuentan a las nuevas generaciones la historia de esta población, que es parte del Paisaje Cultural Cafetero, Patrimonio de la Humanidad.
Y con su trabajo, Gómez se ha ido dando cuenta de que los quimbayunos además de ingenieros, futbolistas, médicos, administradores, también quieren ser bibliotecarios. “Vea cómo han cambiado los imaginarios, pues Quimbaya fue en su momento escuela de sicarios, una historia muy dura que ya cambiamos”.
De una salieron 10 bibliotecas
“Usted es una mujer de retos”, se dijo María Astrid Carvajal cuando llegó a la biblioteca de Pitalito, (Huila), y encontró un lugar abandonado, lleno de palomas y de sus excrementos, sin cielorraso...
“Casi no entro. Eso fue en el 2012”, agrega. Pero hoy el lugar es un ejemplo. No solamente es un espacio acogedor, “sino que tiene un amor especial para enamorar a la gente de la lectura, para que lea en físico y virtual, con un servicio eficiente, donde es posible investigar, hacer cineforos, en fin”, dice.
![]() El espacio que hoy ocupa la biblioteca pública de Pitalito, Huila, no tenía cielorraso, estaba abandonado y lleno de palomas. |
Y lo que es mejor, la biblioteca pública municipal Monseñor Esteban Rojas ya tiene 10 ‘hijas’ en la zona rural (tres de ellas en comunidades indígenas). Por este trabajo recibió mención especial en el Premio Nacional de Bibliotecas.
“Nos gusta llevar a la gente a mundos y viajes sin regreso a través de distintas formas de leer”, dice. Y a ese viaje también lleva a los presos de la cárcel de Pitalito y aprovecha la sabiduría de los ancianos y los indígenas yanaconas, con el fin de buscar la memoria local y de lograr “que Pitalito sea la ciudad más lectora de Colombia. Para eso, aquí todos tenemos puesta la camiseta”.
OLGA LUCÍA MARTÍNEZ ANTE
CULTURA Y ENTRETENIMIENTO