La primera factura de venta de Normandy se perdió, igual que muchas fotos de sus primeros días, cuando los tres fundadores tenían que salir en persona a recibir los camiones de leche para la preparación de yogures.
Era septiembre de 1986. Una planta en el sector de Alta Suiza en Manizales le daba inicio a una industria que hoy tiene clientes desde Antioquia hasta el Amazonas y que ya empieza a exportar a Norte y Centroamérica.
Pero sus socios no pensaron en guardar recuerdos para la posteridad. Estaban muy ocupados. En tres años, empezaron a producir también panelitas y cocadas. Para 1992, eran pioneros de las arepas industriales. Luego, construyeron la nueva planta, que funciona hasta hoy en la zona industrial de Manizales.
Su portafolio actual incluye cerca de 220 productos que llegan a 7.000 tiendas, 280 almacenes de autoservicio y 125 clientes institucionales entre Bogotá, el Eje Cafetero y sus alrededores. A estas cifras se les suman las ventas por medio distribuidores en Valle del Cauca, Meta y varios departamentos del sur del país.
Gracias a un proyecto del Sena, hoy algunos productos de Normandy llegan también a Estados Unidos y Costa Rica. Pronto lo harían a Chile y, más adelante, el objetivo es conquistar Francia, el país donde queda la histórica y lechera región de Normandía, que inspiró el nombre de la compañía.
Aunque las estrellas siguen siendo los lácteos con los que comenzaron su trabajo, las arepas componen hoy cerca de un tercio de sus ventas. Pero la mayor apuesta para el exterior está en una marca creada con aliados norteamericanos.
“Ellos cogieron la humilde cocada colombiana, la vistieron y la convirtieron en una princesa americana”, explica el gerente general de la firma caldense, Carlos Eduardo Ossa, que lleva 11 años dedicado a la compañía.
Esta es apenas una de las apuestas que la empresa está haciendo para crecer. En lácteos y arepas le apunta al público que busca comida más saludable, con marcas que “vienen creciendo de manera exponencial” en su participación de ventas, según reporta Ossa.
Además, quieren llegar al Distrito Capital como marca comercial, porque hasta hace poco solo lo hacían como proveedores del programa de alimentación escolar para 280.000 niños de colegios públicos.
La clave –dice Ossa– está en que “la gente de Manizales es muy especial” como trabajadora. En la empresa laboran unas 320 personas de forma directa. La permanencia promedio es de 5 a 8 años, pero Ossa asegura que se debe a la rotación de los cargos administrativos. En la fábrica, en cambio, hay empleados que llevan 28 años.
A ellos, el gerente les agradece que hayan superado, sin mayores traumatismos, dificultades que van desde los paros camioneros hasta los cuestionamientos por recursos recibidos del programa Agro Ingreso Seguro. Pero también el conseguir certificados de calidad como el ISO 9001.
Pueda ser que, con ese mismo impulso de sus trabajadores manizaleños, la firma cumpla 30 años más como una de las industrias más representativas del Eje Cafetero.
MANIZALES