Hay una aparente diferencia de criterio entre dos reconocidos sabios orientales, Eihei Dōgen, maestro zen japonés del siglo XIII y fundador de la escuela Sōtō, y J. Krishnamurti, pensador hindú del siglo XX. La posible divergencia gira alrededor de dos nociones complementarias e íntimamente ligadas: la meditación de atención total, como ejercicio, y la atención total, como proceso mental.
La práctica Zazen desarrollada por Dōgen apunta al apaciguamiento del cuerpo y la mente a fin de comprender la naturaleza misma de la existencia. Su enfoque es similar en muchos aspectos a la meditación de atención total (‘meditación’, para abreviar, en el resto de esta nota). Dōgen dice que los estudiantes para su progreso no necesitan hacer nada diferente a sentarse a practicar Zazen: “Esto es el ser esencial; la naturaleza de la existencia no debe buscarse en ninguna otra parte”.
Krishnamurti representa la otra cara de la moneda. El filósofo de la India critica las técnicas de concentración, en general, y los ejercicios para centrar la atención en mantras, oraciones o imágenes, en particular. Y añade que, cuando los estudiantes aprenden un truco para aquietar la mente, el truco sustituye el objetivo de la búsqueda, sea la verdad, el significado de la existencia o la trascendencia, y terminan afiliados a la escuela que patrocina tal técnica.
Explica Krishnamurti: “El comienzo de la atención total (él utiliza palabras como ‘consciencia’ o ‘vigilancia’; la ‘atención total’ no estaba aún en boga) radica en estar alerta a cada movimiento del pensamiento y los sentidos, conociendo todas las capas de la consciencia”. Para Krishnamurti, la vigilancia continua es todo: “La atención total es un estado mental que observa, cuidadosa y detalladamente, el conjunto completo, en vez de fracciones de lo percibido. Cuando aprendemos de nosotros mismos, cuando vemos nuestra manera de caminar, cómo comemos, lo que decimos, el chisme, el odio, los celos; si estamos conscientes de todo lo que sucede en nosotros mismos… Eso es atención total”.
Resaltando la determinación, Dōgen parece decir que, practicando Zazen persistentemente, estaremos siempre atentos, sin esfuerzo alguno. Enfatizando la autoobservación, Krishnamurti sugiere que debemos permanecer atentos a nuestro cuerpo, nuestras sensaciones y nuestros estados mentales, de forma natural; las técnicas artificiales serían inútiles, cuando no perjudiciales. No existe contradicción entre los dos puntos de vista: la meditación y la atención total van juntas; ellas ni se excluyen ni van en direcciones opuestas.
Parafraseando un inspirado párrafo del educador inglés L. P. Jacks, podemos llegar a un enunciado que nos viene como anillo al dedo para disolver el ‘desacuerdo’: "Los maestros en el arte de vivir no hacen distinción alguna entre meditación y atención total. Ellos apenas saben cuál es cuál y simplemente siguen el camino hacia la armonía interior a través de todo lo que están haciendo, dejando a otros el juicio de si están ejerciendo atención total o meditando con los ojos abiertos. Para sí mismos, ellos siempre están haciendo ambas cosas. (La cita original del escritor inglés se refiere a ‘trabajo’ y ‘diversión’, en vez de ‘atención total’ y ‘meditación’, y a buscar ‘su visión de la excelencia’, en lugar de seguir ‘el camino hacia la armonía interior’).
Dos cosas deben recalcarse. En primer lugar, tales maestros del arte de vivir son excepcionales, en cualidades y cantidades. Ellos dan la impresión de haber nacido sabios o de poseer una disciplina notable para abrir su menta a la sabiduría.
En segundo lugar, nosotros, el resto de los mortales, debemos considerar la meditación y la atención total como dos hábitos diferentes: mientras que la meditación fortalece nuestra capacidad de concentración, la atención total facilita y hace natural la práctica de la meditación. Como dueños de cabezas estresadas y distraídas, debemos abrir nuestras vidas a la atención total, a través de la determinación que la práctica de la meditación exige.
Los sabios privilegiados no necesitan practicar meditación o aplicar la atención total a fuerza de voluntad; la vida les fluye. Ellos nacen o ‘conscienzudos’ o lo suficientemente disciplinados para convertirse en vigilantes permanentes con la aproximación de su preferencia. Los individuos excepcionales, como Dōgen y Krishnamurti, parece que tuvieran la atención y el autocontrol en sus genes.
GUSTAVO ESTRADA
Autor de ‘Hacia el Buda desde Occidente’
@gustrada1