El Reino Unido decidió el pasado 23 de junio en referéndum que saldrá de la Unión Europea, la primera marcha atrás del proyecto de construcción política del continente.
El resultado de la polémica consulta, que los sondeos anteriores daban como muy ajustada, dejó una crisis política de inmensas dimensiones en Londres: cayó el primer ministro David Cameron, el laborismo sigue hundido en las encuestas con un líder –Jeremy Corbyn– muy cuestionado y Escocia de nuevo vislumbra el sueño con su independencia.
La muy conservadora Theresa May asumió las riendas del gobierno y puso en puestos claves a hombres que habían hecho campaña –exitosa desde el punto de vista de los resultados– por el ‘brexit’, en contra de Cameron, como el nuevo canciller Boris Johnson, Liam Fox o David Davis.
Desde entonces, Londres arrastra los pies. May repite que “ ’brexit’ significa ‘brexit’ ”, pero aplaza y aplaza la activación del artículo 50 del Tratado de la UE, el que prevé la salida de un país.
Alessio Terzi, analista del centro de estudios Bruegel de Bruselas, explicó a EL TIEMPO que Londres puede tomarse meses en preparar las negociaciones porque “la tarea de sacar al Reino Unido de la UE es operativa y políticamente muy compleja. Necesita poner en marcha desde la nada un ministerio ‘brexit’, contratar a cientos de personas y a negociadores comerciales de alto nivel que el Reino Unido ya no tenía”, explicó. Además, considera este analista, “el gobierno británico no solo tiene que presentar una idea de cómo será el Reino Unido post-‘brexit’ sino también un plan de cómo lo conseguirá”, agrega.
Las instituciones –y las capitales– del bloque se niegan a negociar hasta que Londres no pida oficialmente la activación del artículo 50. Mientras tanto, May lleva a cabo consultas con empresarios desde hace varias semanas con el objetivo de precisar su estrategia negociadora con Bruselas.
“No hay negociación sin notificación”, repiten las instituciones comunitarias. Pero la activación de las negociaciones oficiales da a Londres, según las normas del bloque, apenas dos años para cerrar una negociación enrevesada que debe ser aprobada al final por los otros 27 gobiernos del bloque y por el Parlamento Europeo.
Ulrike Guérot, fundadora y directora del European Democracy Lab de Berlín, explicó también a EL TIEMPO que el gobierno británico “no parece tener una línea clara de cómo manejar las conversaciones post-‘brexit’, más allá de retrasar todo lo posible la activación del artículo 50, lo que por sí mismo contribuye a la incertidumbre”.
Idealmente, Londres quiere mantener su acceso sin restricciones al mercado común europeo, pero eliminando la libertad de los ciudadanos europeos de trasladarse a vivir y trabajar al Reino Unido.
Pero tanto Bruselas como todos los otros 27 países del bloque repiten que el paquete irá unido: si Londres quiere acceso libre al mercado europeo tendrá que aceptar “las cuatro libertades”: libre circulación de capitales, servicios, mercancías y personas. Además de contribuir a ciertas partidas del presupuesto de la UE.
Eso dejaría al Reino Unido en una situación similar a la que tiene hoy un país como Noruega, que, a cambio de acceder al mercado europeo como si fuera miembro de la UE, acepta todas sus regulaciones sin tener derecho ni a discutirlas ni a votarlas, además de respetar esas “cuatro libertades”.
Para países como Polonia, Eslovaquia, Rumania, Bulgaria, Italia, Grecia o España, entre otros, es clave que sus ciudadanos residentes en el Reino Unido conserven los derechos que tienen ahora.
Las declaraciones de los gobiernos europeos dejan poco margen para que Londres consiga sus objetivos, y su negativa a aceptar la libre circulación de trabajadores podría llevar al Reino Unido a lo que los analistas ya llaman ‘hard brexit’, una salida a lo bruto, sin apenas negociación sobre las futuras relaciones.
Más consecuencias que beneficios
Terzi considera que todavía es muy difícil saber cómo acabará el proceso: “Por ahora lo que vemos es a las dos partes presentando líneas rojas”, pero sí estima que “las dos partes tienen interés en lograr un acuerdo que funcione” porque “el Reino Unido sigue siendo una gran economía, una potencia militar, miembro del G7 y está a las puertas de la UE. Al igual, la UE seguirá siendo un socio comercial importante para el Reino Unido”, explica.
Según el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, “es mucho más difícil de decir cuáles serán las consecuencias a mediano y largo plazo, porque dependerá de la cantidad de tiempo que lleve arrojar claridad sobre la nueva situación, así como del resultado de las negociaciones y de las políticas que se tomarán en el Reino Unido y en la zona del euro”.
Por su parte, Guérot no tiene dudas de que el objetivo de Londres es “negociar un ‘soft’ (suave) ‘brexit’ que le permita permanecer en el mercado europeo, pero restringiendo la libre circulación de personas, lo que viola las cuatro libertades sobre las que se construyó la UE y los intereses de los ciudadanos europeos”.
Esta analista estima que “un ‘hard’ (fuerte) ‘brexit’ sería tan dañino para los intereses económicos británicos que uno podría esperar que Londres buscaría la forma de reconsiderar su salida de la UE”, finaliza.
Así las cosas, la incertidumbre sobre cuándo comenzará el proceso y, en especial, sobre cómo culminará podrá tener un impacto negativo de relevantes consecuencias para todos los actores de esta nueva historia.
IDAFE MARTÍN PÉREZ
Para EL TIEMPO
Bruselas.