Pronto van a ser las 5 de la tarde de este viernes y Milena tiene que despedirse de sus hijos en el centro de desarrollo infantil Buenas Noches, para alistarse e ir a trabajar en una discoteca de Manizales.
Lina, de tres años, se despide entre juegos. En un cuarto de hora pasa de exponer orgullosa sus dibujos en la pared a llorar cuando nota que, de verdad, su mamá se fue. Yerson, su hermano preadolescente, apenas si musita alguna palabra.
Pero suelta pronto su primera sonrisa de la tarde, mientras la niña se concentra en jugar con la bomba rosada que hace un rato se peleaban Mónica y Sara, las hijas de cinco y siete años de una prostituta, a quienes las acaba de dejar una tía.
Ninguno es el nombre real, bien por petición de los acudientes o porque EL TIEMPO no tuvo contacto directo con los adultos responsables de los niños.
Desde hace poco menos de un año, Buenas Noches funciona como una guardería para niños de familias que trabajan en las noches de los fines de semana. Tuvieron un piloto entre octubre del año pasado y enero de este. Tras seis meses de cierre, reabrieron en agosto pasado.
“Yo dejo los niños acá con mucha confianza porque sé que esto lo apoya el Bienestar Familiar”, dice Milena. La tía de Mónica y Sara asegura que “ellas vienen muy contentas”. Y le dan la razón. “Es muy lindo porque uno puede jugar, escribir, pintar...”, explica la menor entre sonrisas.
El proyecto, que funciona en el Centro de Integral de Servicios Comunitarios (Cisco) del barrio San José, nació pensando en las trabajadores sexuales del centro. Pero a él acuden también comerciantes o campesinas que viajan a sus pueblos los fines de semana.
El problema son los recursos. Para el periodo de octubre a diciembre de 2015, el Icbf les dio 50 millones de pesos.
Con ese mismo presupuesto arrancaron este año desde agosto y tiene que durar hasta que termine el año.
–¿Y cómo hacen?
–¡Milagros! –responde la directora administrativa de la Corporación Sagrada Familia, Aideé González.
Esta entidad privada sin ánimo de lucro, con aportes de la Alcaldía y la Fundación Nutrir, logra atender allí a 24 niños entre 1 y 12 años. Incluso, de su propio bolsillo, abrieron durante la Feria de Manizales pasada, aunque la plata daba solo hasta el 31 de diciembre.
Sobre el Icbf, González explica que “ellos tienen muchas ganas e interés, pero las mismas normas complican la asignación de presupuesto”. La razón es que esta modalidad, que ya ha probado Integración Social en Bogotá, todavía no es oficial para el Bienestar en el país, por lo que no pueden darle mucho dinero.
Por eso este año están, otra vez, en la misma situación: “en la lucha” para no tener que cerrar al menos antes de enero.
También quieren ampliar su espacio dentro del Cisco. Ya les prometieron una cocina, para que no tengan que traer la comida desde una que está a ocho cuadras.
Están buscando donantes para otras inversiones de infraestructura. Ya han aparecido algunos. Pero necesitan asegurar que el proyecto sí se va a mantener en el tiempo, para que valga la pena hacer las intervenciones físicas.
Entre tanto, ellas van a continuar con su intervención social tanto como les sea posible. No solo hospedando a los niños y dándoles alimentación o “cariño y amor”, como le decía una de las ‘profes’ a la tía de Sara y Mónica; también reforzando su escolaridad y caracterizando a sus familias para mejorar sus condiciones y convivencia tanto como sea posible.
MANIZALES