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Con voluntad férrea se deben buscar los restos de las víctimas

Las Farc deberían hacer memoria e indicar las coordenadas para encontrar los cuerpos.

Independientemente del color político, de un sí o un no, la paz equivale a que los familiares de quienes fueron secuestrados y luego asesinados en cautiverio puedan encontrar finalmente los restos de sus seres queridos.
A finales del siglo pasado y principios de este, las Farc plagiaron en la modalidad de secuestro extorsivo económico a cientos de personas. O fueron por ellos a sus fincas o los tomaban en ‘pescas milagrosas’ o los privaron de su libertad en un recodo del camino. En muchos de esos casos, esta guerrilla revictimizó a la familia, haciéndole el famoso ‘conejo’, es decir, aunque recibían dinero por el secuestrado nunca lo liberaron. (Lea también: Cruz Roja Internacional reitera su compromiso con víctimas en Colombia)
Hoy, en el momento histórico que vive Colombia, cuando está a punto de desmovilizarse la guerrilla más antigua de América Latina, aún estas familias esperan que se les diga en dónde pueden ir a excarvar, así sea con pica y pala, en busca de unos restos que solo a ellos les hará bien, pues les permitirá procesar un duelo y tener una mejoría en su salud mental.
Muchos de estos casos llevan más de quince años a la espera de un indicio, una razón, un santo y seña. Han vivido un viacrucis entre las diferentes instituciones desde la Fiscalía General hasta la Policía Nacional, pasando por la Cruz Roja Internacional, y no han sabido nada cierto sobre los paraderos de esos restos.
Qué mejor momento que el actual para que las Farc hagan memoria e indiquen las coordenadas para encontrar estos cuerpos y estos restos mortuorios que no han descansado en paz y que, de paso, tampoco han dejado vivir en armonía a los hijos y nietos que les sucedieron a estas víctimas tras su ausencia. (Además: Las Farc pidieron perdón por masacre de La Chinita, en Apartadó)
Los abuelos Ángulo, secuestrados en La Calera en el año 2000; don Hernán Bustos, plagiado en Villeta en el mismo año; Rolfe Armando Ramírez, víctima de una ‘pesca milagrosa’ cuando viajaba entre Bogotá y Villavicencio en el año 2000; Gerardo Alberto Arandía, geólogo plagiado en Puerto Rico, Caquetá, en el mismo año, y Claudio Ariel Acevedo Dussán, teniente de corbeta retirado y secuestrado en Arauca en diciembre del 2004, son solo cinco de estos casos.
En el caso de los abuelos Ángulo, Carmenza Castañeda Bernal y Gerardo Ángulo Grandas, secuestrados cuando ambos tenían 68 años de edad, la Fiscalía ha ido tres veces al supuesto sitio donde se cree que están sus restos mortuorios, en el cañón del río Guatiquía y en San Juan de Sumapaz, pero la búsqueda ha sido en vano, pues los constantes cambios de funcionarios en esta entidad la han obstruido en reiteradas ocasiones.
En el caso de Hernán Bustos, quien fue por su hermano secuestrado y las Farc los canjearon, un desmovilizado del frente 22 informó a la familia Bustos, en enero del 2009, que don Hernán había sido asesinado en cautiverio. En tres ocasiones se han buscado los restos, pero las diligencias han sido infructuosas. (También: 'Perdoné y cuando uno perdona vive tranquilo': víctima de La Chinita)
Varios intentos de búsqueda de los restos de Rolfe Armando tuvieron lugar en diversas oportunidades después del año 2000, cuando su familia empezó a sospechar y a tener indicios de su asesinato. No obstante contarse con las indicaciones, los restos nunca fueron encontrados.
En lo que respecta al geólogo Arandía, en el año 2009 el guerrillero Javier Reyes, alias Condorito, le dijo a Martha, la esposa, que las Farc lo tuvieron trabajando y luego lo habían asesinado. Pero aún hoy, siete años después, la mujer y la hija ansían los restos de su marido y padre para darles cristiana sepultura.
Tras la confesión de una reinsertada, la familia del teniente de corbeta supo que a Ariel lo habían asesinado. Familiares de él fueron a buscar sus restos en la zona, junto con funcionarios de la Fiscalía y del Gaula del Ejército, pero no los encontraron. (Lea: Los últimos vestigios de la guerra que le quedan al Caguán)
Si es verdad que se inicia un nuevo ciclo de Colombia, en el que la paz finalmente reinará tanto en las grandes ciudades como en los campos, tanto el Gobierno Nacional como las desmovilizadas Farc deben reivindicarse con estos grupos familiares que desde hace tanto tiempo esperan unas coordenadas geográficas, unas herramientas que posibiliten la búsqueda en terreno montañoso y una voluntad férrea de parte y parte para acabar con su pesadilla aún hoy inconclusa.
Si finalmente va a ser cierto que las víctimas van a ser reparadas, tanto Estado como reinsertados deben recordar a los griegos, para quienes los honores fúnebres eran muy importantes, pues el alma de un cuerpo que no era enterrado estaba condenada a vagar por la Tierra eternamente.
VIVIANA ESGUERRA VILLAMIZAR*
Especial para EL TIEMPO
Periodista independiente especializada en secuestro.
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