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El peligroso juego del CNE venezolano

El único recurso que parece quedarle a la oposición es la calle, la pacífica protesta ciudadana.

EDITORIAL
La decisión del Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE) que pone fuera de toda posibilidad la realización de un referendo revocatorio contra el presidente Nicolás Maduro antes del 10 de enero, aunque era esperada, cayó como un baldado de agua fría sobre la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD), que tendrá que replantear su estrategia ante un juego en el que si la moneda cae cara, gana el Gobierno; y si cae sello, también.
Esto, porque si acepta las muy desventajosas condiciones impuestas por el CNE podría no conseguir las firmas requeridas o le obsequiaría una bala de tiempo y oxígeno a Maduro; y si desiste, cedería la iniciativa política a un chavismo asfixiado por la crisis.
La decisión, que deja claro una vez más que el CNE no es independiente y que le tuerce el pescuezo a la Constitución con tal de favorecer al totalitario Gobierno, tiene que ver con la fecha y también con las draconianas condiciones para la realización de la consulta, en la que ya no solo exige la recolección de firmas de un 20 por ciento del registro electoral nacional –como dice la ley–, sino que eleva aún más la vara al exigirlo a nivel de cada estado. Lo que significaría que si alguno no consigue la cuota, se caería todo el proceso. Además, se pondrán a disposición 5.392 máquinas captahuellas y 1.355 centros para tres días de recolección de firmas, unas cifras exiguas.
La fecha es una cuestión de honor para la oposición y un imperativo moral para los venezolanos. Si el referendo se iba a realizar antes del 10 de enero y Maduro fuera revocado, la ley obligaría a convocar nuevas elecciones presidenciales. Pero si se realiza después, y Maduro igual pierde, el gobierno recaería sobre el vicepresidente, que estaría en el poder hasta el 2019. No importa qué tan legítimo sea el mandato que de allí resulte: dos años más de desastre.
Así las cosas, el único recurso que parece quedarle a la oposición es la calle, la pacífica protesta ciudadana, a pesar de que la muy oronda presidenta del CNE, Tibisay Lucena, y su coro de rectoras se han mostrado insensibles a un clamor ciudadano que esperamos no se convierta en un violento estallido social.
editorial@eltiempo.com
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