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'El temor es que empiecen a matarnos': alias El loco Iván

Es uno de los jefes del Bloque Oriental de las Farc. Se voló dos veces de prisión.

FERNANDO MILLÁN
Olivio Merchán Gómez llama la atención de quienes no lo conocen por su parecido con ‘Mono Jojoy’, jefe de las Farc muerto hace seis años. Se ha volado dos veces de prisión, en la guerrilla su nombre es ‘Iván’ y por estos días se le ve para arriba y para abajo porque es uno de los responsables de la logística de la Décima Conferencia Nacional Guerrillera, aquí en las sabanas del Yarí.
La primera vez que nos encontramos dijo: “Busque en Internet. Yo me volé una vez de La Modelo y otra de La Picota”. El segundo encuentro fue al pie del sitio acondicionado como restaurante para los periodistas -una carpa gigantesca que se suma a otras destinadas a dormitorios y a las salas de prensa- y terminamos sentados en la parte de atrás de la cocina en dos cajones mientras le servían el almuerzo.
Comió a mil pero habló despacio, sin afanes. No le escurrió el bulto a las preguntas. Estaba con uniforme y tenía en el cuello una medallita con la imagen del ‘Che’ Guevara que debajo dice “Te amo papá” y siempre lleva una boina al estilo del revolucionario argentino. (Lea también: Así se imaginan el futuro los guerrilleros de las Farc)
¿Cuántos años en las Farc?
30 años.
¿Cómo llegó?
Soy de Lejanías (Meta). Como no pude estudiar, me fui para San José a raspar coca, para rebuscármela para poder subsistir. Me encontré a un profesor que había sido profesor mío en la escuela. Siendo él guerrillero me explicó y me gustó lo que me dijo que era luchar contra la pobreza, contra el hambre, la miseria, entonces decidí irme.
¿En cuál frente empezó?
En el Séptimo, al lado de Concordia (Meta), en la vereda La Primavera. Y ahora estoy aquí en el Bloque Oriental y mi responsabilidad en este momento con otros compañeros es la logística, arreglar las carreteras.
¿De su familia hay alguien más en la guerrilla?
Yo tenía cuatro primos hermanos, pero por problemas de salud ya salieron. Y tengo una hija y un hijo en la guerrilla. Uno tiene 19 y otro 17.
¿Cómo hacen para tener hijos en la guerrilla?
La mayoría de los hijos nuestros los mantiene la mamá porque aquí no hay forma. Ellos vienen de vez en cuando, por ahí cada tres o cuatro años.
De resto es difícil. Ahora ya las cosas se van acomodando.
Lleva 30 años en la guerra, ¿ahora cómo va a hacer para medírsele a la paz?
Uno quisiera que esto funcione bien. Pero yo personalmente temo que el Estado no cumpla, que pase lo que ha pasado en los procesos anteriores con otros movimientos.
El temor más grande de todos nosotros los guerrilleros es que nos maten. Nosotros tenemos voluntad. Todos queremos la paz porque la guerra es muy dura. A los que les gusta la guerra es a los que viven de eso. Nosotros no quisiéramos volver a hacer la guerra. La necesidad, la pobreza nos han obligado.
¿Si no se hubiera metido a la guerrilla qué hubiera pasado con usted?
Sería un campesino normal, un agricultor. Pero no lo fui, no había forma de estudiar, de prepararse uno. Hice hasta quinto de primaria.
¿Qué sabe de sus padres?
Mi mamá murió hace como 20 años. Mi papá vive todavía y lo vi hace dos años. Y tengo unas hermanas que viven en Cali.
¿Qué ha sido lo más difícil en estos 30 años en la guerrilla?
Los bombardeos y las emboscadas. Lo más duro es la muerte de nuestros jefes, como la del camarada Jorge (Briceño, ‘Mono Jojoy’), que fue impactante. Era como el papá de uno.
¿Qué le ha traído el parecido con él?
Todo el mundo se me arrima a preguntarme.
Desde acá, ¿cuál fue el momento más difícil de las negociaciones en La Habana?
Uno siempre se preocupaba que se fueran a romper las conversaciones cuando se paraban de la mesa. No tanto porque uno muera, porque todos tenemos que morirnos, sino que es la paz para Colombia, que es lo que queremos todos.
La gente cree que con nosotros dejar las armas ya se solucionó el problema de este país. No. El problema es que haya inversión, salud, estudio gratuito y vivienda para todo el mundo. La paz no es que nosotros dejemos los fusiles. Es inversión social donde no la hay.
En zonas donde están las Farc es el comandante guerrillero el que dirime las discrepancias entre vecinos y el que impone las normas. ¿Le ha tocado esa circunstancia?
No imponemos normas. Respaldamos lo que decidan las organizaciones, los presidentes de juntas. Ellos sacan unas normas de convivencia y nosotros las respaldamos. Por ejemplo, que en las cantinas se puede subir el sonido hasta las 10 de la noche. Que al que le pegue a otro le toca pagar cien mil pesos de multa, que el que no salga a trabajar los fines de mes al día cívico para arreglar puentes y carreteras le ponen una multa, nosotros respaldamos todo eso.
Cuando se firme la paz, ¿qué se ve haciendo?
La idea es seguir luchando por lo que hemos luchado en 30 años. Ese es mi deseo, ya no con armas.
¿De qué va a vivir?
Uno espera que decida el Estado Mayor. Nosotros somos subordinados y lo seguiremos siendo. Si a uno le dicen: “A usted le toca administrar esta finca o manejar este carro”.
A uno le toca donde le toque. Nosotros los guerrilleros estamos preparados para que el Estado Mayor Central nos indique lo que debemos hacer.
¿En qué los han capacitado en estos meses?
En lo mismo. En los estudios permanentes de nuestros documentos, que no han cambiado. Hay que esperar qué dice la Conferencia.
¿En qué vereda se va a concentrar?
No sé exactamente en dónde me corresponde.
¿Cuántos guerrilleros tiene bajo su mando?
Depende de la misión pueden ser 10, 20, 150. Eso es variable.
¿Cuándo fue la última vez que disparó un fusil?
La última vez fue hace como dos años, que nos bombardearon allá por los lados del Guayabero. Murieron dos y capturaron a cuatro.
¿Cuál es el principal temor ahora que se firme el acuerdo?
Que el Gobierno no cumpla con los acuerdos y empiecen a matarnos. Hay garantías que esperamos que se cumplan.
¿De qué se arrepiente?
De nada. Estoy orgulloso de haber luchado 30 años por una causa justa.
¿Cuál fue el momento en que dijo: “me voy a morir”?
Varios. Ha habido combates en los que no había salida por ningún lado y he pensado: “aquí me llegó”. Afortunadamente encontraba por dónde salir.
¿Ha sido herido?
Tengo 12 tiros en 12 momentos diferentes y seis cirugías. Tengo 10 tornillos en el codo derecho.
¿Usted se voló dos veces de prisión?
En La Modelo me volé en 1998 haciendo un túnel y en La Picota, en el 2000, poniendo explosivos. De ahí me volé con 134 guerrilleros.
No quería terminar la entrevista pero una guerrillera que es camarógrafa y estuvo atenta a la conversación lo apuró porque “hay mucho que hacer”.
FERNANDO MILLÁN
Enviado especial a Sabanas del Yarí (Caquetá)
FERNANDO MILLÁN
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