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El gran dilema venezolano: ¿el diálogo para qué?

Oferta de mediación del Vaticano entre Gobierno y oposición es lo único concreto. Hay desconfianza.

VALENTINA LARES MARTIZ
A pesar de la confirmación de dos encuentros cara a cara entre cuatro representantes del gobierno de Nicolás Maduro y cuatro de la oposición venezolana, todavía en Venezuela no puede hablarse de “diálogo”.
No hay fechas, no hay agenda, y públicamente cada bloque persigue objetivos distintos: el oficialismo espera neutralizar la “guerra económica y lograr la paz de la República”, mientras que la oposición busca destrabar el referendo revocatorio para que se realice este año.
Estos objetivos flotan en un espeso caldo de crisis política, social y económica, instituciones controladas por el Gobierno –que está en su peor momento de popularidad– y la existencia de más de un centenar de presos políticos.
La polarización en Venezuela toca su peor momento, y sobre ella el “diálogo” es visto con la mayor desconfianza, con la importante excepción de la intención del Vaticano de participar en unas eventuales conversaciones entre el Gobierno y la oposición.
“Dicha disponibilidad podrá ser efectiva a partir de una invitación a la Santa Sede enviada directamente por las partes interesadas una vez que hayan tomado la decisión de iniciar formalmente el diálogo”, explica el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin, en una carta enviada al secretario general de la Unasur, Ernesto Samper, y que se dio a conocer esta semana. “Esto será posible en la medida en que todos los habitantes de ese país, empezando por los que tienen más directamente en mano los destinos de la patria, superando las rivalidades y hostilidad política, se reconozcan hermanos...”.
Esta disposición del Vaticano es, hasta ahora, el único punto en concreto a favor de la oposición, que pidió formalmente su intervención como una de las condiciones necesarias para sentarse a una mesa de diálogo con el gobierno del presidente Nicolás Maduro. El secretario general de la MUD, Jesús ‘Chúo’ Torrealba, evaluó la carta de Parolin como un reconocimiento expreso a la coalición opositora como actor político de peso.
¿Aire para el Gobierno?
Pero fuera de esta importante garantía, el diálogo no cuenta con muchos adeptos ni dolientes. Las conversaciones sostenidas en el 2014 tras las intensas protestas contra el gobierno de Maduro dejaron un sabor amargo para la oposición, que tras bastidores admite que estas oxigenaron políticamente a la ‘revolución’ y apenas cedió en conceder el beneficio de casa por cárcel al preso político Iván Simonovis.
Pero en esas fechas la gente no hacía filas de horas para conseguir provisiones ni se rebuscaba en la basura, el desabastecimiento no llegaba a 80 por ciento ni la inflación acumulada rondaba el 400 por ciento. Para el Gobierno entonces también parecía lejana la posibilidad de perder el control de la Asamblea Nacional, de que se solicitara un revocatorio contra el presidente Maduro y, más lejana aún, la eventualidad de perderlo.
Y aunque todas esas condiciones están dadas este año –lo que teóricamente otorga a la oposición mejores cartas para presionar–, todavía es mucha la reticencia a apoyar algún encuentro formal.
Aunque la MUD insiste en que tiene clara la exigencia del referéndum revocatorio este año como norte político, el pesimismo es el sino que marca la posibilidad de un diálogo fructífero.
El profesor universitario y politólogo Luis Salamanca estima que todavía no hay condiciones para ese paso. “La gran pregunta es ¿qué significa dialogar en estas circunstancias? ¿Para qué? ¿El Gobierno siente que no tiene alternativa? Yo no creo, porque este es un gobierno revolucionario marxista, los cuales no dialogan sino que tratan de dar la batalla hasta el final. El oficialismo, que ante más presión ha respondido con mayores atropellos, lo que quiere es ver cómo sale de esta coyuntura crítica, y no tiene disposición a hablar de temas esenciales como el cambio de gobierno. La mediación del Vaticano le elevaría mucho el nivel institucional a un diálogo, si acaso se da”, apunta.
VALENTINA LARES MARTIZ
Corresponsal de EL TIEMPO
Caracas.
VALENTINA LARES MARTIZ
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