Cada verano, cientos de niños palestinos ven por primera vez el mar -a veces a solo 20 minutos de sus casas, pero del que les separan fronteras, muros y controles militares- de la mano de mujeres israelíes que se oponen a la ocupación. Tímidamente, mirándolo fijamente, los pequeños se van adentrando en el mar, embutidos en un flotador gigante y con una mujer israelí a su lado, con la que no comparten idioma pero que les mira a los ojos y les tranquiliza para que se vayan dejando mecer por las olas.
La mayoría solo han visto una playa en la televisión, aunque viven a menos de una hora de la playa de Tel Aviv. Sus madres van más lentas. Sin desvestirse, se sientan en las sillas de plástico que les ofrecen, beben agua, comen pipas, charlan, se ríen, disfrutan de un día de descanso y vigilan de lejos a los pequeños. Pasado un rato, algunas de ellas también se escapan del calor metiéndose, completamente vestidas, en el mar.
"Empezamos hace ya diez años y cada verano traemos a tres grupos por semana, unos 1.400 en total", explica a Efe Richi Shaked, una de las cuatro fundadoras del proyecto Min Il Baher (Del mar, en árabe), que resalta que esta actividad "no es humanitaria. Es una actividad política, muy política" de lucha contra la ocupación que Israel mantiene sobre los territorios palestinos. Trabajando en los poblados de Cisjordania durante años, ella y tres amigas se dieron cuenta de que muchos palestinos no habían estado nunca en la playa y de que "el mar para ellos no es solo el mar, sino un símbolo de esperanza de vivir en un mundo diferente".
El objetivo, además de regalarles un día de gozo, "sin muros ni puestos de control militar", es crear un espacio "donde israelíes y palestinos se puedan encontrar cara a cara no como enemigos sin rostro, sino como seres humanos". La organización cuenta con más de 600 voluntarios que se turnan para acompañar a los más pequeños y que, según Shaked, "en muchos casos se convierten en el primer israelí que ven que no es ni soldado ni colono". Rajel Afek es la encargada de tramitar los permisos de salida con el Ejército israelí y se le parte el corazón cuando tiene que decirle a alguien que no podrá salir.
La filósofa Hannah Arend, "cuando habla de la banalidad del mal habla de la conexión entre la burocracia y el mal: ven números, no caras. Olvidan que hay rostros detrás", se queja, y dice que a veces el Ejército deja entrar a una madre pero no a su hijo de cuatro años, sin explicar qué peligro representa. Su premio: "conectar con los palestinos, conocerlos y abandonar un poco los estereotipos con los que todos vivimos en Israel". El de los visitantes: nueve horas sin ocupación. "Estoy contenta de estar aquí. Es la primera vez que veo el mar y los niños están felices. Algunos vinieron hace dos años pero la mayoría es la primera vez que está en la playa", dice una joven palestina que se identifica como Sara, mojada hasta las rodillas, vestida de negro y con la cara velada. A sus pies, Mushra, de 11 años, no deja de saltar y de lanzarse al agua con los voluntarios israelíes. "No podemos venir más porque somos palestinos y esto es Israel y es muy difícil venir", dice a Efe.
Con 74 años e ideóloga del proyecto, Tzvia Shapira muestra una sonrisa amarga y admite lo mismo que las demás: que un día de libertad en la playa no es más que una pequeña tirita para una enorme herida. "He visto mucha felicidad aquí pero conozco toda la tristeza que hay detrás. No hemos solucionado el problema de la ocupación. El objetivo no es solo ver niños felices, sino romper el bloqueo y acabar con la deshumanización de los palestinos", a los que buena parte de su sociedad ve solo como "terroristas, enemigos, malas personas", lamenta. "Los judíos sufrieron la misma deshumanización en Alemania hace décadas", recuerda esta descendiente de supervivientes del Holocausto, "avergonzada" de lo que hace ahora su país.
"No me puedo explicar que mis abuelos tuvieran que sufrir (en Polonia) lo mismo que hacemos nosotros ahora", abunda Shaked, que confiesa sentirse "culpable" y agrega: "Cuando nuestros nietos nos pregunten qué hicimos contra la ocupación, al menos podremos decirles: No hicimos mucho, pero hicimos esto".
EFE