Hace cinco años, cerca de medio millón de personas se dieron cita en un soleado día para ver el final de una historia; querían ser testigos del último lanzamiento de un transbordador espacial: el Atlantis. Este era el encargado de cerrar una epopeya impresionante de viajes tripulados al espacio que sorprendió a toda la humanidad.
Durante tres décadas de vida del programa de Sistema de Transporte Espacial, la humanidad presenció el lanzamiento de 135 misiones, con cinco transbordadores.
Los orígenes del programa se remontan a 1969, cuando comenzó el plan y el diseño inicial con la mente puesta en crear naves reutilizables que salieran disparadas como un cohete, pero regresaran planeando como un avión. (Lea también: Un lustro sin el transbordador espacial)
Esta época dorada de la tecnología espacial, que tuvo algunos altibajos, consiguió hitos sorprendentes como poner en órbita el telescopio espacial Hubble o construir un habitáculo permanente en el espacio, como la Estación Espacial Internacional, que, como un inmenso lego, tardó 12 años en ser armada.
Y si bien tuvieron momentos brillantes, también vivieron episodios trágicos, como las explosiones en el aire del Challenger en 1986, segundos después de su lanzamiento, y la del Columbia, en el 2003, cuando entraba de vuelta a la Tierra; ambos accidentes cobraron la vida de 14 astronautas.
Justamente el último desató el fin de uno de los programas más exitosos de la Nasa, aunque otros hablan de una decisión más política y económica. Lo cierto es que la muerte de los transbordadores no dejó contentos a muchos, y hasta se tildó de nefasta la decisión de la agencia de tirar por la borda tantos años de desarrollo e investigación en este sistema, sin tener preparado un sustituto inmediato. Hoy apenas se desarrolla el vehículo tripulado de exploración Orión, con el cual podríamos llegar a pisar Marte.
Cinco años después, el violento corte tecnológico sigue abierto. Las empresas privadas han podido encargarse poco a poco del envío de suministros al espacio, pero solo Rusia y China tienen la capacidad de poner seres humanos en órbitas bajas, con capacidades que distan de las que pudo lograr la flota de transbordadores espaciales, que en cada viaje podía llevar hasta siete tripulantes.
SANTIAGO VARGAS
Ph. D. en astrofísica, profesor investigador del Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional.