Gina se ríe mientras habla por teléfono. Minutos antes de atender una entrevista cuenta que tiene ganas de ir a bailar en la noche y que la hora del almuerzo está cerca: “Ya está haciendo algo de hambre”, cuenta en un tono alegre.
Cuando inicia y cuenta su historia cambia el tono, levanta su imponente figura y dice: “Realmente no quiero que a nosotras nos vean con lástima, eso sería muy doloroso”. Ella es una líder que ‘a capa y espada’ ha luchado para que los derechos de las víctimas de ataques con ácido sean respetados. No le gusta hablar mucho de qué fue lo que le pasó, solo cuenta que fue víctima de una agresión con un agente químico en 1996, cuando atendió al llamado de la puerta junto con su hermana y su hijo.
Tras ese ataque, Gina, casi a sus 20 años, fue la primera mujer sobreviviente a este tipo de agresiones y, con tesón y ganas, desde hace ocho años ha dedicado su tiempo a ayudar a aquellas víctimas de este cruel tipo de ataques. Si bien, la agresión le afectó tanto física como psicológicamente, ella tuvo la valentía para arrancar de ceros, hacer borrón y cuenta nueva, y ponerle la cara a la vida.
Y así lo ha hecho desde su fundación, Reconstruyendo rostros, en la cual ha ayudado a más de 50 personas en Bogotá y gracias a la colaboración gratuita de tres profesionales en cirugía reconstructiva, odontología y oftalmología.
Gracias a esa ayuda se han beneficiado mujeres como Patricia, Érika, Esperanza, Angie y Ángela. En la fundación se puede leer en una corta frase ese tipo de mensajes esperanzadores con los que ellas buscan salir adelante, entre ellos:
- “Porque una cicatriz no me hace menos mujer”.
- “El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños”.
- “Si la vida te da 100 razones para llorar, demuéstrale que tienes 1.000 razones para vivir”.
Luchar contra la corriente
Que haya una atención oportuna, un seguimiento riguroso y un apoyo constante a las personas que son atacadas con agentes químicos, ha sido una verdadera lucha contra la corriente, tanto para Gina como para las mujeres que se acercan a su fundación.
A su oficina han llegado trágicos casos en los que la misma mujer debe hacer todos los trámites para ser atendida.
“Una niña quedó ciega, perdió sus dos ojos. Tenía la posibilidad de recuperar la visión por uno, pero entonces se enfrentó al papeleo, las autorizaciones y la falta de sensibilidad de quien la atendió en la EPS. Hasta que por fin le dieron una cita y la operaron. A los dos meses tenía que ser operada nuevamente, pero los trámites tardaron un año. Cuando por fin pudo volver con el cirujano, le dijeron que no, que la cirugía ya se perdió porque tenía que haber vuelto ocho meses atrás. Eso ya le ha pasado en dos ocasiones”, reclama.
Otro grave problema para las víctimas es que en la mayoría de los casos no tienen protección. Según Potes, algunas han tenido que volver al mismo hogar a convivir con su agresor, tras ser dadas de alta.
De acuerdo con la líder, no existe ningún programa que garantice la no repetición de hechos violentos contra la mujer. “No hay ningún programa de protección, ni del Ministerio de Justicia ni de la Fiscalía. Nosotras no encajamos dentro de ninguno de estos programas. Y por toda la incidencia que hemos hecho en el cambio de la normatividad en nuestro país, muchas de nosotras hemos quedado en alto riesgo”, agrega.
Lo que viene con una nueva Ley…
Potes trae a su mente las iniciativas legislativas que han visto la luz para tratar de ayudar a las víctimas de los ataques. Entre ellas la Ley 1639 de 2013 en la que “se fortalecen las medidas de protección a la integridad de las víctimas de crímenes con ácido”. Cuenta que esta ley, sancionada bajo el decreto 1033, “no trasciende más allá del papel”.
Ahora, con la Ley 1773, Gina espera que el tema no solamente se quede en la sanción a los agresores, sino que pide que exista igualdad entre las víctimas de ataques con ácido. “¿Por qué se garantizan los derechos de unas y de las otras no? Hemos identificado que en todas y cada una de las mujeres en Colombia, hay ciudadanas de primer y segundo nivel”.
Agrega que “esta ley solamente toca la cuestión en pena (…), las agresiones que se presenten de aquí en adelante, Dios quiera no sea ni una más, van a tener la posibilidad de ser castigadas con la nueva ley. Pero de 2016 para atrás, la ley no es retroactiva”.
Eso sí, reconoce que a pesar de los problemas se han logrado dar pequeños pasos. “No quiero demeritar el trabajo que se ha venido haciendo, que realmente es muy importante, pero necesitamos un poco más de voluntad política ante el tema, un poco más de sensibilidad frente a las tragedias en las que se ven envueltas las víctimas”.
En los últimos cinco años, según cifras de Medicina Legal, en el país se han registrado 418 casos de agresión con agentes químicos.
IVÁN PEÑA BARRERA
Redactor ELTIEMPO.COM
ivapen@eltiempo.com
En Twitter: @ivandarpen