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Un día con los venezolanos que cruzaron la frontera para abastecerse

Algunos viajaron a Cúcuta hasta por ocho horas. Destacaron la buena atención de los comerciantes.

Exultante y feliz llegó un hombre fornido, alto y canoso, a uno de los pocos locales comerciales abiertos en San Antonio del Táchira luego de haber comprado el domingo productos de primera necesidad en Cúcuta.
Pidió una cerveza fría, tomó un sorbo y exclamó: “¡No jooooodaa!, compré de todo: arroz, azúcar, aceite, mayonesa, salsa de tomate, crema dental, desodorante, papel higiénico. Me gasté 100 millones de bolívares (de los antiguos)”.
Esa cantidad de dinero equivale a unos 250.000 pesos colombianos, iba para la ciudad de San Cristóbal, a una hora de la frontera por carro, con los productos en su camioneta. (Además: Un día en las largas filas para comprar carne en un barrio de Caracas)
Y lo mejor, dijo, es la forma en que lo trataron los colombianos. En la mitad del puente con bolsas de agua y con servicios médicos listos por si ocurría alguna emergencia, “Le dicen a uno bienvenido y de para acá: hasta luego, gracias por venir y los esperamos de nuevo”.
Porque en medio de la crisis humanitaria que viven los venezolanos, lo que más les impresiona es la cordialidad tanto de las autoridades colombianas como de los cucuteños. Como si no se sintieran queridos desde hace mucho tiempo por su Gobierno, que niega la escasez, la crisis y los reprime.
“Mientras los de acá son agresivos, no respetan, corruptos y le quieren quitar a uno lo poco que consigue, porque leí en redes (sociales) que esta mañana en Peracal (la aduana a unos cuatro kilómetros de la frontera) los militares querían quitar las cosas pero la gente se arrechó (enojó) hasta que les tocó dejar pasar sin problemas”, agregó este hombre de unos 55 años.
No es un problema menor para las autoridades de ese país que hace tres semanas la gente haya apartado al ejército venezolano por Puerto Santander, a una hora de Cúcuta, pasado el puente, comprado y vuelto, lo mismo que hicieron las madres de familia hace dos en Ureña, que obligó al gobierno de Nicolás Maduro a dar vía libre en la frontera los dos últimos fines de semana.
Los supermercados del centro de Cúcuta se vieron abarrotados durante el fin de semana con compradores venezolanos. Foto: EFE.
“La gente ya se cansó y está demostrando su poder. Esta mañana (domingo) la Guardia quería una fila de una persona y ya iban seis cuadras, hasta que la multitud, al saber que ya habían abierto, tumbó las barricadas, apartó a la Guardia y pasó a Colombia”, afirmó Isabel Castillo, presidenta de la Cámara de Comercio de San Antonio.
Porque si en territorio venezolano el desespero los lleva a desobedecer a sus propias autoridades, al cruzar la línea fronteriza los llena la esperanza, mientras los colombianos los ven con una mezcla de satisfacción y tristeza.
La esperanza de ellos es comprar lo básico, la satisfacción de los cucuteños es que lo puedan hacer y satisfacer sus necesidades por un par de días, y la tristeza de ver el escaso dinero con el que llegan, producto del desempleo y la devaluación del bolívar.
Lo dijo el propietario del supermercado El Triunfo, en La Parada, el primer barrio que se encuentran al cruzar el puente Simón Bolívar, “Es triste saber que necesitan de todo pero la plata no les alcanza. A casi todos les tocó sacar cosas de las canastas de mercar y dejarlas en la registradora”.
El sábado en la tarde doña Beatriz exclamó al cruzar la línea fronteriza desde Venezuela: “¡Bendito sea mi Dios, otra vez en mi patria!”. Y contó que llevaba once meses, desde el cierre de la frontera, sin ver a sus hijos que viven en Cúcuta, que no había podido venir el domingo pasado porque no tenía plata, que durante toda la semana su hija y su yerno juntaron 20.000 bolívares (42.000 pesos) para que pudiera venir a comprar.
La constante es que necesitan de todo, quisieran comprar todo, pero los devaluados bolívares solo les alcanzan para un promedio de 50.000 pesos.
Porque si algo demuestra la crisis de Venezuela es que la gente viaja dos horas en carro, y algunos hasta cinco, duermen a la intemperie en el puente toda una noche, solo para comprar una bolsa de azúcar, otra de arroz, lenteja, fríjol, arveja, una botella de aceite, harina, y principalmente, papel higiénico.
El papel higiénico era el producto que más pasaban o tal vez el más voluminoso. Una de cada cuatro personas llevaba un paquete. Entonces para evitar percepciones equivocadas, los de El Triunfo dieron una cifra exacta: en el fin de semana, solo ellos, vendieron 199 paquetes de 18 rollos cada uno, es decir 3.582 rollos, sin contar paquetes de 12 o 4 rollos.
Y Cúcuta, siempre pendiente de Venezuela, volvió a vivir por un fin de semana su época dorada con ingresos de unos 5.000 millones de pesos que dejaron las 120.000 personas que pasaron.
Los cucuteños, apurados por el cierre de la frontera, con una de las tasas de desempleo, informalidad e inflación más altas del país vieron la oportunidad y las calles del área metropolitana se llenaron de puestos en donde el baúl, el techo de un carro o una pequeña mesa servían para poner cualquier cosa que, como en los viejos tiempos, se vendía.
Pasado el alboroto del fin de semana y con el paso permitido por el corredor humanitario, cuentan desde La Parada que las autoridades venezolanas aún están dejando pasar mercaditos de aquí para allá. (Lea: Vladimir Padrino, el 'soldado' más poderoso de Venezuela)
La frontera volvió a sentirse viva con esa mezcla de esperanza y tristeza.
Ya la canciller colombiana, María Ángela Holguín, anunció que no se va a repetir otro cruce como el de los dos últimos fines de semana porque se va a trabajar para que la “próxima apertura sea definitiva”.
Las autoridades colombianas estuvieron controlando todo el tiempo el ingreso de venezolanos. Foto: Policía Nacional.
PEDRO VARGAS NÚÑEZ
Subeditor Portafolio
Enviado especial San Antonio / Cúcuta
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