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El oficio que dejaría de existir por la contaminación de los manglares

Uno de los trabajos tradicionales del Pacífico podría desaparecer por cuenta de las basuras.

El mejor momento del día para capturar piangua, ese molusco bivalvo que crece en los manglares del Pacífico colombiano e ingrediente de varios platos típicos de la región, es después de las 8 de la mañana. A esa hora Elizabeth Anchico, de 30 años, ya está pianguando, como le llaman al oficio.
De lunes a viernes ella se levanta antes de las 6 de la mañana, prende el fogón, deja preparado el almuerzo para sus cinco hijos y sale de su casa en Olaya Herrera, un municipio del noroccidente de Nariño, hacia Sanquianga, una amplia zona de manglares de la región.
En otrora, Sanquianga era el sitio ideal para pianguar. Anchico, quien se dedica a este trabajo desde muy joven, dice que de allí sacaba entre 300 y 400 moluscos al día. “Era una cosa bonita ir al manglar, pero ahora toca viajar a otros pueblos”. En los últimos años, la población de esta especie ha disminuido en los manglares del municipio. Incluso en el 2015 se presentó una alta mortandad.
La situación impactó la economía de la familia de Anchico y de las demás que viven de la caza y la comercialización de la piangua en Olaya Herrera. Un escenario similar se presentó en otras poblaciones costeras del Pacífico, como Tumaco en Nariño, Guapí en Cauca y Bahía Málaga en el Valle del Cauca. ¿Qué le ocurrió a la piangua?
“La contaminación está acabando con todos los recursos que salen de los manglares, incluida la piangua”, explica Tayron Palacios, miembro de la fundación Colonia Bonaverense, dedicada a la preservación del medioambiente y las tradiciones del Pacífico. “Si viajamos en lancha desde Buenaventura, en el Valle de Cauca, hasta Sanquianga nos encontraremos con esteros invadidos por las basuras”, agrega.
Foto: Tayron Palacios
Envases, botellas, icopor y bolsas de plástico quedan atrapadas en las raíces de los manglares, matando a todas las especies que viven en el ecosistema. Estas basuras se producen en los cascos urbanos de los pueblos, muchos de los cuales no cuentan con un óptimo sistema de recolección de residuos. Los habitantes arrojan los desechos de sus casas a canales y ríos que desembocan en el mar.
“Las grandes ciudades del Pacífico también aportan su granito de arena en la contaminación de los manglares. En Cali, por ejemplo, se bota mucha basura que llega directo al mar”, comenta Palacios.
Un estudio realizado por la bióloga colombiana Juliana López-Angarita, doctora en ciencias ambientales de la Universidad de York (Inglaterra), da cuenta del mal estado en que se encuentra este ecosistema en Colombia. Desde la década de los sesenta del siglo pasado, el país ha perdido el 57 por ciento de su cobertura de manglar. Es decir, en la actualidad quedan 213.000 hectáreas de las 501.300 que existían hace 50 años. (Lea: Colombia ha perdido más del 50 por ciento de sus manglares)
Además de la contaminación, López-Angarita encontró en su investigación otras amenazas para el ecosistema: la construcción de viviendas -ya sean palafitos o casas lujosas-, la tala de árboles y la sobrepesca. Palacios incluye otra: la presencia de grupos armados, quienes han provocado derrames de crudo como el ocurrido en Tumaco en junio de 2015. Este crimen ambiental, perpetrado por las Farc, perjudicó a casi 5.000 pescadores, según el Ministerio de Medioambiente.
“El manglar es el recurso donde buena parte de los habitantes del Pacífico sacan su sustento. Entonces, si este ecosistema desaparece, baja la cantidad de producción de piangua, jaiba y otros mariscos. También baja el nivel económico de las familias, que de por sí ya es bastante bajo”, dice Palacios.
Un oficio en riesgo
Por tradición, las mujeres siempre han pianguado. Mientras los hombres viajan mar adentro en busca de peces grandes, ellas recorren el manglar tras los moluscos. Anchico desconoce el origen de esa costumbre. “Que yo sepa, no existe una leyenda. Siempre ha sido así. Mi mamá, las vecinas… Todas hemos trabajado en esto”, relata.
Cerca de 10.000 personas se dedican a este oficio en Nariño, de las cuales el 78 por ciento son mujeres, indica Carmen Candelo, funcionaria de la organización ambientalista WWF. “Es una actividad cultural, porque ellas cazan en grupo, cuentan historias, comparten consejos e inventan canciones. Manifiestan la alegría que las caracteriza, a pesar de la tarea tan dura que ejecutan”, describe Candelo.
Foto; Tayron Palacios
Sin embargo, el mal resultado en las faenas de caza provoca que muchas deserten y decidan ejercer otros trabajos. La piangua apta para comercializar debe medir, como mínimo, cinco centímetros según la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca. Pero Anchico y las demás piangüeras recogen las que encuentran. Grandes y pequeñas. Hacen lo que pueden.
“En un buen día yo atrapo 150 [pianguas], pero vendo por ahí 30, las que alcanzan la talla mínima. Por las 30 me dan 3.000 pesos. Con eso no compro lo que necesito. La canasta familiar está cara”, apunta. Incluso, si ella vendiera las 150 tan solo recibiría a cambio 15.000 pesos. “¿Usted cree que con esa plata cubro los gastos de mi casa? Nooo…”.
Que ya no haya moluscos grandes obedece al pésimo estado de los manglares. Es por eso que las organizaciones a las que pertenecen Candelo y Palacios han tomado acciones para proteger este tipo de bosques. Por ejemplo, Colonia Bonaverense adelantó varias jornadas de limpieza en los esteros de Olaya Herrera y Buenaventura.
“Desde la fundación impulsamos el proyecto Manglar. A través de jornadas de aseo y talleres sobre conservación del medioambiente invitamos a los habitantes de los pueblos costeros del Pacífico a no arrojar basuras a los ríos y menos al mar”, explica Palacios.
También apoyan proyectos productivos sostenibles como los estanques de piangua. Allí las piangüeras dejan los moluscos pequeños que atrapan para que alcancen su madurez -la talla mínima- y luego puedan ser vendidos. Así evitan la muerte de las especies. La iniciativa se encuentra en estado de desarrollo, por lo que aplicaron a Recon, un repositorio de emprendimientos sociales en busca de patrocinio y financiación creado por la Federación Nacional de Personeros de Colombia (Fenalper). Si desea hacer un aporte, puede ingresar a esta página web.
De igual forma, la WWF se ha reunido con las comunidades de la región y las entidades encargadas de cuidar estos ecosistemas. En los encuentros se analizaron estrategias para aprovechar los manglares de una manera responsable y enfrentar las amenazas que presentan.
“Nos interesa que las mismas piangüeras sean las defensoras y las responsables de lo que suceda con el manglar. Que lideren su preservación. Porque como dicen ellas: sin manglar no hay piangua, y sin piangua no hay comida ni vida. Nada”, señala Candelo.
JOSE PUENTES RAMOS
Redacción EL TIEMPO.COM
jospue@eltiempo.com
En Twitter: @josedapuentes
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