“No teníamos nada. Vendimos nuestros carros, propiedades y hasta mis chaquetas de cuero para pagar las deudas. Éramos empleados, pero no queríamos dejar perder la empresa”.
Así comienza la historia de Rocío Perea y Mauricio Vargas, una pareja que gracias a su arraigo por Armotec, la empresa que les dio la oportunidad de trabajar cuando eran jóvenes, y la cual quebró, hoy pueden contar su experiencia desde sus sillas gerenciales.
Rocío comenzó como asistente del área de construcción en Armotec –en 1988–, una empresa familiar dedicada a la construcción. Años después Mauricio lograría entrar en la compañía como arquitecto.
“Yo estaba recién salida del colegio, pero mi bachillerato era con enfoque comercial, como auxiliar contable, entonces tenía conocimientos en estos temas. Mauricio era arquitecto y tan pronto hubo una vacante entró”, contó Perea.
La quiebra
Cuando todo parecía marchar bien: los negocios grandes, la empresa estable y una considerable cantidad de empleados (unos 200), la economía de la compañía dio un giro.
“El mayor acreedor de Armotec era una cooperativa de ahorro con la que teníamos un encargo de unos edificios. Debíamos entregar el 1.° de agosto”, indicó.
Cuando faltaba un día para la entrega del proyecto, la Superintendencia Bancaria intervino a la cooperativa. “Hacia los años 97 y 98 fue sancionada por deber dinero al Fondo de Pensiones de la Gobernación de Cundinamarca”.
Esta pareja acudió a las entidades reguladoras para exponer el caso y tratar de asegurar la empresa, pero les contestaron que estaban quebrados, pues la cooperativa no le pagó a Armotec por la inversión realizada en las edificaciones. La solución era liquidar.
“La empresa no tenía ni un peso, pero debía pagar a sus clientes y proveedores. Por eso, empezamos a vender todos nuestros bienes”, dijo Vargas.
Esta pareja no concebía la idea de perder la compañía que consideraba su patrimonio. “No era nuestra obligación salvarla, ningún gerente iba a mover un dedo y por eso invertimos nuestras liquidaciones en su compra”, aseguró.
Luego de cubrir las deudas, entre Rocío y Mauricio buscaron la manera de renacer. Se casaron y dejaron claro que después de superar esta crisis, nada los vencería.
“Cuando existe un apoyo como el que nos dimos, uno entiende que es amor de verdad. Siempre creímos en nuestra empresa y luego de haber entregado todo, no íbamos a dejar morir este proyecto”, relató Vargas.
Tocaron las puertas de muchos bancos y pocos creyeron en ellos. Finalmente lograron acceder a un crédito y se recuperaron.
“Hoy nos reímos y gracias al Fondo Nacional de Garantías contamos esta historia desde la gerencia de Armotec”.
TATIANA ORTIZ
REDACCIÓN EL TIEMPO ZONA