Se reabre la polémica por la defensa del oso andino tras el encendido debate que comenzó en las redes sociales por el trino de la senadora Paloma Valencia, quien exigía a Parques Nacionales pagar daños a ganaderos, porque un oso de anteojos atentó con unas reses de ganado en Totoró (Cauca).
El mensaje de la senadora fue considerado por voces del movimiento ambientalista en Colombia como infortunado, porque esta especie es vulnerable a extinguirse en el país y en los próximos 30 años perdería hasta el 30 por ciento de su hábitat debido a la tala de indiscriminada del bosque, el cambio climático y la degradación del suelo.
“La principal amenaza en nuestro país es el proceso de expansión de la frontera agrícola”, precisa el Programa Nacional para la Conservación en Colombia del Oso Andino.
La caza también lo ha afectado, especialmente porque ha faltado educación ambiental para comprender su importancia en los ecosistemas de bosque andino y páramo; y evitar así que los campesinos, por miedo a que el oso acabe con su ganado, lo maten.
De hecho, este oso no es una especie que prefiera alimentarse de carne. “El oso andino es tal vez el úrsido más vegetariano y a la vez el más arbóreo que existe excluyendo al oso panda, que come exclusivamente bambú”, según el mismo plan nacional de conservación que se trazó en Colombia para protegerlo.
Actualmente, el país tiene en marcha una estrategia para conservar esta especie. La Wild Life Conservation Society (WCS) junto con Parques Nacionales y la Fundación Argos trabajan en un proyecto para blindar un corredor de 11.000 kilómetros entre los parques naturales de Tatamá, Farallones de Cali y Munchique, ubicados en la cordillera Occidental, entre los departamentos del Valle del Cauca, Risaralda y Chocó.
La meta es que en los próximos cinco años se inviertan cerca de 5.000 millones de pesos en la conservación del oso más carismático de los Andes.
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