Los pensamientos, decía algún filósofo alemán, vienen cuando ellos quieren y no cuando la persona lo desea. Al parecer pasa igual con las emociones, que pueden aparecer o desaparecer sin aviso, al punto que siempre surge una pregunta: ¿se pueden controlar las emociones?
Aunque no haya una respuesta clara, lo que sí es cierto es que no se pueden evitar; claro, no quiere decir que deba existir una resignación absoluta de que estos determinen todos los actos de la vida.
Sin posar de erudito en el tema, ni más faltaba, les comparto algunas recomendaciones que sí pueden funcionar a la hora de controlar las emociones.
Refuerce. No es cuento, se ha demostrado que recordar las virtudes y los éxitos que ha tenido en la vida alivian la tensión que la persona siente al perder el control. Eso se denomina autoafirmación y funciona cuando la intensidad de las emociones no es tan alta, lo que permite enfocarse en otro punto de vista de la situación. Inténtelo.
Desvíe. Una forma de bloquear las emociones negativas es usar la distracción. Piense en un asunto concreto y neutral. No se trata de darle la espalda a la situación, simplemente que por un momento se retire de ella. Es muy simple y la idea es ocupar la mente en algo fijo antes de que esta empiece a vagar en contra suya.
Hay futuro. Las emociones intensas negativas hacen pensar que no hay salida, que todo se acaba y eso no es así. Piense en un futuro muy inmediato, en la próxima cita o reunión social, en algo que tenga planeado y, por un instante, sálgase de ese presente que lo puede envolver.
Aplace. Son pocos los malestares emocionales que requieren respuestas inmediatas, eso permite darse un permiso para posponer la situación. No se trata de evitarlo por días, semanas. Ni siquiera por horas. No. Aplazar la situación por una media hora le dará una pausa suficiente que lo logrará calmar.
Escriba. Algunos estudios han demostrado que aquellas personas, a las que las emociones negativas los dominan, experimentan mejor control de ellas si escriben una especie de relato diario sobre sus emociones. Eso le permite confrontarse y verse en su verdadera dimensión, al punto que se pueden manejar. Hágalo.
Por último. Encuentre el motivo de sus emociones y reconózcalas. No es tonto pensar en lo peor que puede pasar. Medite, relájese. Y si todo falla, no se hunda y trate de buscar ayuda.
CARLOS FRANCISCO FERNÁNDEZ
Asesor médico EL TIEMPO