La Constitución de 1991 está de cumpleaños. Ella arribó a un cuarto de siglo. Una constitución vuelve palabras el pacto social de un pueblo, que contiene sus valores fundamentales y las ideas que le dan cohesión; es poner en negro sobre blanco las bases de un sueño compartido.
El balance de la vigencia de la Constitución durante 25 años arroja aspectos buenos, regulares y malos.
Lo bueno fue haber edificado la Constitución sobre las bases de la dignidad humana y el respeto por la diversidad. En coherencia con ello, vinieron la carta de derechos, la acción de tutela y la Corte Constitucional. Hasta el presente van seis millones de tutelas, falladas por los jueces de la República, que han consolidado la relegitimación del Estado.
También fueron positivas la independencia del Banco de la República, la creación de la Fiscalía y de la Defensoría del Pueblo, la independencia de la Rama judicial, la limitación de los estados de excepción y la apertura en el Congreso para grupos marginados, como indígenas y afrocolombianos.
Lo regular ha sido la escasa igualdad real, la poca tolerancia y participación, la deficiente composición del Consejo Superior de la Judicatura y de los órganos de control (defecto más de la práctica que del diseño mismo del modelo) y el mapa de los departamentos.
Lo malo ha sido la organización electoral, el clientelismo judicial y las relaciones entre Gobierno y partidos, cimentadas en ‘mermelada’.
Las constituciones de los países desarrollados suelen ser conservadoras: mantener lo que ha funcionado bien; mientras que las de los países en vías de desarrollo suelen contener promesas de lo que todavía no se ha logrado, con el peligro del populismo.
Hoy en día ya tenemos mucho que cuidar, como conservar la dignidad y la diversidad, y mucho por lograr, como alcanzar una igualdad real en las condiciones y oportunidades de la vida social y política de la gente.
Este cumpleaños de la Constitución de 1991 coincide con un desafío fruto de la coyuntura: el proceso de paz con las Farc, que los colombianos debemos apoyar. Esta paz negociada hace entrar en línea de cuenta algunas preguntas sobre aspectos materiales y formales de esa Constitución.
En cuanto a lo material, arriban tiempos de hacer un nuevo pacto social que abra la sociedad a la reconciliación con antiguos grupos alzados en armas contra el régimen.
En cuanto a lo formal, es hora de ajustar la normativa, incluso la Constitución misma, para poder instrumentalizar los acuerdos de paz y garantizar el piso jurídico de un acuerdo político.
A veces las normas van detrás de los hechos; otras veces los provoca o los evita. Después de todo, ellas están construidas con palabras.
La Constitución de 1991 recogió la convulsionada herencia de la década de los años ochenta y al mismo tiempo facilitó un cambio cultural posterior, aún inacabado, basado en la dignidad humana y el respeto por la diversidad. Feliz cumpleaños.
Néstor Raúl Correa Henao
Magistrado de la Sala Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura