El acuerdo suscrito el jueves entre el Gobierno Nacional y las Farc para un cese bilateral y definitivo del fuego y la concentración y entrega de armas por parte de esa guerrilla bien podría ser el hecho político más importante de los últimos 50 años en Colombia.
Se trata, como lo dijeron el máximo jefe de las Farc, ‘Timochenko’ y otros miembros de esa organización, del “último día de la guerra” en nuestro país. (Además: Farc califican de 'precipitado' anuncio de Mindefensa)
O, en palabras del presidente Santos: del “fin de las Farc” como un grupo alzado en armas.
De los cinco continentes llovieron los aplausos y las felicitaciones. Fue sin duda de un hecho histórico no solo para Colombia, sino para la región, el continente y el mundo.
¿Por qué? Porque por la vía del diálogo y la negociación política se logró llegar a un acuerdo que pondrá fin a cinco décadas de muerte, a la última gran guerra del hemisferio occidental y a un conflicto que ha causado más de 200.000 muertos y más de 6 millones de personas desplazadas, entre otras varias atrocidades. Un conflicto que algunos internacionalistas calificaron de endémico, que parecía imposible de terminar.
Y si bien el pacto no implica el fin definitivo de la guerra en el suelo nacional, porque aún falta negociar un acuerdo con el Eln, por la importancia militar y política de las Farc se le considera un salto sin reversa hacia una Colombia muy distinta.
Es cierto que aún hay temas por resolver para alcanzar un acuerdo definitivo con las Farc, pero lo importante se ha pactado ya, pues el compromiso de las partes de terminar las hostilidades y la hoja de ruta para la entrega de las armas y la reintegración de los guerrilleros a la vida civil no deja dudas sobre la voluntad de paz. (Además: Gobernadores y alcaldes se pronuncian sobre concentración de las Farc)
Un grupo de casi 100 reconocidos intelectuales y académicos colombianos saludó el acuerdo y lo calificó como “el mayor viraje que ha tenido el país desde el 9 de abril de 1948”.
No es solo que la guerrilla deje las armas para pasar a defender sus ideas en la tribuna de la democracia sin otro recurso que los argumentos, es que por primera vez en muchas décadas habrá una generación que nacerá en paz y sus perspectivas de vida serán distintas.
“Gracias a una mayor confianza en el futuro del país, el crecimiento potencial de la economía aumentará entre 1,1 y 1,9 puntos porcentuales del PIB”, calcula el director del Departamento Nacional de Planeación, Simón Gaviria. Mientras que múltiples analistas vaticinan un aumento de la inversión, nacional y extranjera. Solo el turismo espera que su crecimiento anual se duplique, según Cotelco.
Bruce Mac Master, presidente de la Andi, opinó: “Superar una larga etapa de conflicto sin duda les permitirá a los colombianos alcanzar mejores condiciones de vida y desarrollo económico y social, pero sobre todo puede ser el gran aporte de nuestra generación a las generaciones futuras”. Y la Cepal manifestó: con los acuerdos de paz, “Colombia instaura los cimientos sólidos de un mañana auspicioso”, un mañana donde la capacidad de su gente “pueda desplegarse sin amenazas para construir una sociedad más justa, próspera e igualitaria”.
No en vano, el expresidente Belisario Betancur, quien también buscó la paz con las Farc, afirmó esta semana que “lo que culmina en La Habana no es el final, sino el comienzo de una etapa diferente”. Y Gonzalo Restrepo, expresidente del Grupo Éxito y miembro del equipo negociador del Gobierno, agregó: “Es un momento de cambio trascendental” para el país.
El acuerdo del jueves tiene que leerse también como el resultado de un acumulado de esfuerzos de muchos gobiernos. Durante estos 52 años, las Farc han enfrentado a 12 presidentes y nunca, no obstante los acercamientos que con varios de ellos se hicieron, se había logrado avanzar tanto en una negociación. (Además: Guerrilla no estará en áreas con cultivos ilícitos ni en resguardos)
“Desde comienzos de los años 80, con la iniciativa de paz del presidente Betancur, todos los gobiernos han adelantado valientes iniciativas para cumplir el gran anhelo de paz de los colombianos. Han sido más de 30 años de intentos para poner un punto final al conflicto con las Farc”, dijo Santos en Cuba.
Incluso, el expresidente Álvaro Uribe –el más duro opositor de Santos y su proceso de paz– exploró una negociación con las Farc. Además, entre 1998 y 2002, bajo el mandato de Andrés Pastrana, el país asistió al fracasado proceso del Caguán, que, tras más de tres años de conversaciones, derivó en un recrudecimiento de la guerra.
Por eso, con lo logrado esta semana, con la rúbrica de Santos y ‘Timochenko’, Colombia puede avizorar horizontes diferentes que abren el camino para transitar hacia el fin de uno de los conflictos más viejos del mundo y causante –entre otros factores– de ‘décadas’ de atraso en varias regiones del país.
Se requiere pedagogía
Lo alcanzado el jueves despejó todas las dudas sobre la firma final del conflicto. “Es el paso más importante en el proceso y marca un punto de no retorno en los diálogos”, precisó el catedrático de la Universidad Nacional Alejo Vargas. (Lea: 'Que San Vicente del Caguán sea campamento de Farc es una oportunidad')
Para la Iglesia católica, lo que se requiere ahora es una campaña pedagógica que le permita a la gente saber qué se ha acordado y por qué se debe apoyar el sí. Esto “ayudará a los colombianos a superar las dudas que han generado temores frente a lo decidido”, dijo el presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Luis Augusto Castro.
Lo que se viene, la implementación del posconflicto, no es sencillo, y seguramente la oposición se moverá con fuerza para hacer sentir sus tesis de por qué este acuerdo para la terminación del conflicto –en su opinión– no le sirve al país.
No obstante, se debe entender y analizar con todas sus implicaciones. Como lo dijo el editorial de EL TIEMPO el viernes, el paso dado “es el comienzo, no el fin, de una hoja de ruta que busca transformar a Colombia”. (Lea: 'No habrá ningún despeje': Humberto de la Calle)
Es cierto, como lo reconocen las partes en la negociación, que la firma del acuerdo final no erradicará de inmediato todas las dinámicas de violencia e inseguridad que golpean varias regiones del país, pero sí permite reenfocar esfuerzos para atender temas claves que han servido de germen para la guerra, al tiempo que nos permiten pensar que otra Colombia sí es posible.
EL TIEMPO