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Total: la guerra total

Los que están con el 'sí' a la paz le están dando un 'no' a la guerra, no un 'sí' a la guerrilla.

Muchas veces la verdad duele, sobre todo si se dice en un momento cuando no se la está esperando y con palabras francotas. Lo que choca es “el tonito”, como expresan las señoras cuando no pueden refutar lo que les ofusca. ¿Y qué querían que el Presidente dijera, ante el ‘manos arriba’ de la pregunta directa del empresario en el Foro Económico Mundial, en Medellín, de que qué pasaría si se perdiera el plebiscito –si lo hay, o el mecanismo que se adopte para refrendar los acuerdos de paz–? Pues lo que dijo era lo que había que decir: que las Farc orientarían la guerra ahora hacia las ciudades, como tenía amplia noticia, y como la tiene el país, no nos hagamos los bobos. Blanco es y gallina lo pone. ¿O pensaban que la guerrilla, en virtud de su manifiesta voluntad de paz, se iba a entregar dócilmente ante el fracaso en las urnas de tan largo y penoso proceso de iniciativa bandera gubernamental? ¿Que iba a dejar las armas y a someterse en masa a la cárcel, como clama y reclama el vocerío uribista? El uribismo prefiere la guerra, antes que la justicia... contra sus propios dirigentes, que viene con pasos de animal grande.
El Presidente dio en el blanco con su franca respuesta, ante el urbano auditorio y ante los urbanos enemigos del objetivo de paz. Es muy difícil luchar contra el terrorismo desencadenado, merced a lo que podría considerar una ‘puesta de conejo’ en las últimas de cambio. ¿Cómo el Gobierno no conjuró de antemano el posible traspié de la consulta, sabiendo lo imprevisibles que son los mecanismos del voto? ¿Sobre todo si perdía puntos su imagen en el camino?
Las armas que no se han entregado están engrasadas y con mira a los objetivos. Que bien podrían ser el Palacio Presidencial y demás sedes de gobierno, centros comerciales y clubes, como ya tenemos dolorosa memoria. En una ofensiva suicida, ya no tan solo de las Farc, sino de los otros grupos subversivos que ya no verán esperanza. Pues el Gobierno de rebote acometería el bombardeo de los frentes ya plenamente detectados, lo que acarrearía la guerra total. Que alguien tendrá que financiar, y sería toda la población mediante impuestos tan dolorosos como la misma guerra, y desde luego más altos en la medida en que sea más pudiente el contribuyente. Y con el abastecimiento alimenticio menguado y con la producción en parálisis. Lo que significaría un triunfo pírrico para los enemigos de la paz, a los que les tocaría unirse a la institucionalidad en busca de amparo. Pues serían principal objetivo de los insurgentes frustrados en su pacifismo. Si ya sabemos lo que es la guerra no declarada de medio siglo –o inexistente como decía el otro, que la asumía como una manifestación terrorista–, imaginemos lo que sería la guerra total con ese terrorismo en el país más feliz del mundo.
Que es un chantaje, claman los corifeos del ‘no’. Que con esa advertencia el mandatario metió las quimbas. No se puede ser tan sincero porque se pueden herir susceptibilidades. Aunque, viéndolo bien, el ‘Presi’ nos está atemorizando, pero puede que tenga razón. Seguir ciegamente los razonamientos de Uribe puede significar acabar con el país. Preparemos más bien nuestras posiciones para el posconflicto. Opongámonos a ungirlos con nuestro voto. Hagámosles el feo. Pero no nos tiremos la paz.
Los que están con el ‘sí’ a la paz le están dando un ‘no’ a la guerra, no un ‘sí’ a la guerrilla, que la mayoría detesta casi tanto como los de la oposición. Pero hay que desarmar el país para poder rearmarlo, de acuerdo con nuestros sueños. Después de tan prolongada como letal pesadilla. Algo tenemos que perder, pero tenemos todas las de ganar.
Jotamario Arbeláez
jotamarionada@hotmail.com
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