Recuperar el espacio público en Bogotá, especialmente de la publicidad ilegal y los rayones en las paredes, es una tarea frustrante, que las autoridades no han podido controlar.
El trabajo hecho por casi 1.500 personas hace una semana, para limpiar varias fachadas de La Candelaria, está por perderse en manos de vándalos que insisten en garabatear las paredes del centro histórico de Bogotá, sin importar el tiempo y dinero invertidos. En menos de 24 horas, apareció el primer rayón.
Fue en la carrera 3.ª, entre las calles 12D y el Eje Ambiental, en el barrio La Concordia, donde 1.400 empleados y sus familiares, junto con los vecinos y 20 funcionarios del Distrito, recuperaron el espacio público el pasado 11 de junio.
Para evitar que los vándalos cogieran ventaja, durante toda la semana la Alcaldía ha salido con baldes de pintura para tapar los rayones; pero los vecinos temen que el día que dejen de hacerlo, de nuevo queden tapizados de tinta y textos incomprensibles, que en nada se parecen al arte urbano independiente que ha decorado otros muros de La Candelaria, para complacencia de los turistas.
Para poner a raya este problema de cultura ciudadana es que el código de Policía aprobó esta semana multas de hasta $ 183.855. ¿Será suficiente?
En medio de toda esta situación hay una casa que llama la atención: esa no fue intervenida en la jornada del sábado porque no tenía ni un solo rayón. Es el predio donde vive Jacqueline Castiblanco.
“Compré pintura antigrafiti para evitar que me dañen la fachada. El galón me costó como $ 300.000. De nada sirven las jornadas de limpieza si vuelven a rayar y si no hay autoridad ni trabajo con la comunidad”, dice la residente del sector.
Pero el trabajo alegró a muchos. “Por fin hicieron algo”, dijo María, una propietaria cansada de tanto quejarse ante la Alcaldía local por el deterioro de su barrio donde, además hay inseguridad, riñas, ruido y consumo de drogas.
¿Autoridad desbordada?
La Concordia es solo un punto de referencia, pero a lo largo de la ciudad hay ventanas, paredes, puertas, rejas de comercio, postes, esculturas, pedestales, entre otros, con rayones de todo tipo. Y no todos los ciudadanos tienen para comprar pintura siliconada antigrafitis.
La pregunta es, ¿quién se cansa primero: los funcionarios con la pintura o los vándalos con sus rayones? ¿Y qué es más efectivo: el garrote o la zanahoria?
Solo en lo corrido de este año el pedestal de la escultura de la plaza de Bolívar, uno de los sitios más custodiados de Colombia, ha sido intervenido en cinco oportunidades. Cada metro cuadrado cuesta alrededor de $ 150.000.
Henry Murraín, experto en procesos de cultura ciudadana y director de Corpovisionarios, dice que además de mejorar el espacio, hay que generar procesos de apropiación de dichas superficies por parte de la comunidad.
“No podemos olvidar que el espacio solo tiene sentido por lo que significa para las personas, por el valor que estos tienen para las personas”.
Sobre el tema punitivo y sanciones a los que rayan las paredes, Murraín advierte que “buena parte de lo que se llama ‘vandalismo’ es descuido y falta de valoración de lo público, que implica falta de valoración por los demás miembros de la comunidad”.
Los expertos coinciden en que más se demora la autoridad en sancionar que en aparecer el rayón; se convierte en una especie de juego del gato y el ratón, donde la adrenalina por no cumplir la norma se vuelve en otra oportunidad para rebelarse.
Hugo Acero, asesor en temas de seguridad y convivencia, sostiene que las experiencias exitosas en esta materia “no se sustentan en ‘jornadas por una sola vez’, sino en estrategias de mediano y largo plazo que recuperan el sector, lo controlan y mantienen; si vuelve a haber vandalismo, vuelven y reparan, hay presencia y vigilancia permanente de la Policía y de la comunidad, y existen sanciones ejemplares a quienes realizan vandalismo o alteran la convivencia”.
Al lado de esto, advierte que se debe trabajar también “con los jóvenes que realizan estas acciones de vandalismo, para involucrarlos en las soluciones sostenidas”, o de lo contrario, en el juego de rayar-pintar-rayar-pintar, “el pulso lo pierde el que se dé por vencido”.
El secretario de Gobierno de Bogotá, Miguel Uribe Turbay, sostiene que, “poco a poco, a través de pequeñas acciones individuales, vamos a tener resultados colectivos para transformar la calidad de vida en la ciudad”. Advierte que se va a pintar las veces que sea necesario para mantener las zonas bonitas y limpias.
No en vano el alcalde de la capital, Enrique Peñalosa Londoño, afirma que una ciudad ordenada y limpia es mucho más segura y mejor para todos.
¿Qué se hará?
Si bien esta semana se aprobó la reforma al código de Policía que le da herramientas sancionatorias a la Administración, los funcionarios advierten que el tema irá más allá de lo punitivo.
Así, el director del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (Idpc), Mauricio Uribe, indica que buscan crear conciencia y trabajar sin pausa en cultura ciudadana. “Uno de los pilares es evitar el vandalismo en fachadas, principalmente las que afean la ciudad. No serán medidas represivas sino a través de mesas de trabajo con los colectivos”, advirtió.
El Plan de Desarrollo incluye el programa ‘Cambio cultural y construcción de tejido social para la vida’, que cuenta 364.000 millones de pesos para el cuatrienio, de los cuales 5.400 millones irán a la cultura ciudadana y se sumarán a lo que inviertan desde cada localidad, para recuperar fachadas, espacios deteriorados y programas de formación.
Así serán las multas
Con el nuevo Código de Policía, las multas para quienes rayen o deterioren las fachadas, serán de $ 183.855, según el daño. Se prohíbe “escribir o fijar en lugar público o abierto al público, postes, fachadas, antejardines, muros, paredes, elementos físicos naturales, tales como piedras y troncos de árbol, de propiedades públicas o privadas, leyendas, dibujos, grafitis, sin el debido permiso, cuando éste se requiera o incumpliendo la normatividad vigente”.
También se sanciona a los organizadores de actividades públicas, o según la zona y el estrato donde se hizo la infracción.
Lo que se ha hecho en otras ciudades
El mayor problema que enfrentan las ciudades es diferenciar el grafiti artístico del vandalismo y los rayones, que son los que dañan muros, monumentos y edificios. Por eso mientras se regula el artístico, el vandalismo está fuera de control.
En México, el Congreso de Puebla aprobó en el 2015 la Ley Antigrafiti, con castigos hasta de seis años de cárcel a quien dañara cualquier inmueble histórico. Colectivos de grafiteros lucharon para acabar con la ley y hace tres meses lograron que esta práctica no se comparara con un acto delictivo. La Policía que los perseguía y castigaba hoy es la Unidad Grafiti de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal, uniformados que brindan patrocinio, pinturas y lugares para hacer el grafiti de manera legal.
En Lisboa (Portugal), la Galería de Arte Urbano es una de las primeras entidades en Europa en integrar de manera legal el arte callejero. Crearon la ruta del arte urbano, en donde los artistas intervienen propiedades públicas y privadas con autorización de los propietarios, quienes deciden qué estilos del grafiti quieren en sus fachadas. Se busca potenciar el turismo y acabar con la inseguridad.
La alcaldía de San Salvador invirtió, en el 2011, 50.000 dólares para crear la Unidad Antigrafiti. Durante seis años se encargó de recuperar la imagen de la capital salvadoreña. Esta unidad se adjudicó el Programa Municipal de Prevención de la Violencia, ya que uno de sus grandes problemas sociales son las pandillas que también hacen grafitis. Los grupos de artistas que fueron catalogados como delincuentes solicitaron al cabildo eliminar la unidad, con apoyo de ‘Meeting Of Style’, un evento que da a conocer artistas del grafiti en todo de mundo. Hoy, la alcaldía cede espacios públicos para la práctica responsable del grafiti.
En Quito (Ecuador), los artistas urbanos se preocuparon en el 2014 con la orden del artículo 393 del Código Penal de ese país, que sanciona con prisión de uno a cinco días a quienes pinten las fachadas. Así, la práctica del arte urbano en esta ciudad se da en marcos institucionales, bien sea en festivales autorizados o cuando los dueños conceden el permiso.
En Buenos Aires (Argentina), se modificó el artículo 183 del Código Penal que castigaba con 15 días a un año de prisión los daños en cualquier bien privado y público. Esto se dio porque la práctica del grafiti empezó a hacer recurrente, sobre todo en los vagones del tren, y se estableció que quien dañe la propiedad pública o privada será sancionado con trabajos de limpieza o con una multa. Al mismo tiempo hay espacios como los corredores para el grafiti artístico.
BOGOTÁ
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