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No nos digamos mentiras

Colombia se siente amarrada por vínculo Maduro- proceso de paz, pero debe evaluar costo-beneficio.

Los colombianos tenemos una habilidad infinita para decirnos mentiras cuando nos conviene engañarnos a nosotros mismos. Eso está pasando con nuestra actitud frente a la terrible situación del pueblo venezolano. Una reunión en la que Lilian Tintori lanzó el libro de su esposo, Leopoldo López, opositor del régimen de Maduro, y la asistencia de cuatro expresidentes que no se quieren mucho no significan que Colombia vibre por la situación de este país hermano. Se puso de moda hablar bien de Lilian, sin duda una mujer valerosa que se ha recorrido el mundo pidiendo la liberación de su esposo y exponiendo la difícil situación de Venezuela. Haber ido a ese encuentro ha sido equivalente a estar ‘in’. Sí, la señora Tintori debió de salir muy contenta, y aparentemente recibió donaciones de medicamentos, tan escasos en su país. Pero la verdad es otra.
Cuando se discute el tema de la negociación de paz en Colombia, es cuando Maduro aparece en escena, pero siempre como el modelo que horroriza a esta clase dirigente, como la forma de descalificar el proceso con la guerrilla. Pero solidaridad con un pueblo que no se merece lo que le está pasando, muy poca. Y en eso, como lo han denunciado muchos columnistas, Colombia, como el resto de América Latina, ha jugado un papel vergonzante, bajo la hipótesis de que cada nación es autónoma en sus decisiones políticas.
Esto se ratificó con la espalda que la región le dio a la propuesta del Secretario de la OEA, a quien, con pocas excepciones, dejaron solo. Vale recordar que quienes tienen ingresos se las arreglan para obtener lo que necesitan, pero son el pueblo, el que no posee recursos, y los valientes opositores de ese gobierno los que viven la peor tragedia de su historia reciente. Y nosotros, callados.
Eso sí, Venezuela era la maravilla cuando le exportábamos millones de dólares, cuando, gracias a ellos, se crearon industrias en Colombia para abastecer ese mercado lleno de petrodólares. Pero ahora que están en una situación sin salida visible, solo hablamos de Maduro cuando lo ponemos de ejemplo de lo que no queremos ni podemos ser. Es el látigo de la derecha colombiana para ganar enemigos del proceso de paz. Sería interesante escuchar a estos personajes que llaman al desastre, qué proponen para que los niños enfermos de ese país, sus ancianos, no mueran por carecer de lo más elemental.
Lo increíble de esta prueba de insolidaridad nuestra y de toda América Latina es que existen numerosas instancias regionales, minirregionales, suprarregionales cuya voz no se ha escuchado, ni siquiera para apoyar la dura posición del Secretario de la OEA, que llama al orden a Maduro. ¿Dónde están Mercosur, la Alianza del Pacífico, Unasur, CAN, Sica, Alba, Sela, Aladi? ¿Murieron, o todavía existen pero se niegan a decir una palabra en contra del régimen que está acabando con Venezuela? ¿Solidaridad con Maduro? Algunas de ellas, pero ¿y las otras? ¿Creen honestamente que este ataque directo a esta débil democracia latinoamericana no le hará ningún daño a la región?
Se equivocan quienes no han observado cómo nos están mirando en el resto del mundo. Recientemente, CNN calificaba a Suramérica como conjunto de países que estaban entre “el caos y la crisis”. Defender al pueblo venezolano de manera más clara, si no individualmente, al menos a través de una de las tantas asociaciones de naciones, es lo menos que puede esperarse.
Colombia se siente amarrada por el vínculo de Maduro con el proceso de paz, pero se debe evaluar el costo-beneficio de no decir nada. Cuando la inversión extranjera se venga totalmente al piso en esta parte del continente, no se quejen. Con la inacción solo estamos confirmando que somos un verdadero caos. Y nosotros, no nos digamos mentiras.
CECILIA LÓPEZ MONTAÑO
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