![]() En una protesta para representar el número de abusos sexuales registrados cada 72 horas en Brasil, un total de 420 bragas fueron extendidas en Copacabana, la playa más emblemática de Río de Janeiro. / Reuters |
El macabro guion es, por desgracia, bien conocido. Comienza con una mujer que es víctima de violencia sexual. Luego, una vez el caso sale a la luz pública, queda en evidencia no solo la sevicia de los agresores sino también una serie de inaceptables remanentes del machismo que por décadas permeó –sin que sea aún cosa del pasado– la cultura y las instituciones en buena parte del planeta. Los ‘se lo buscó’, los ‘quién la manda’ y los ‘algo habrá hecho’.
Una serie de lugares comunes que revivieron en Colombia hace muy poco con motivo de la vergonzosa postura de la Secretaría de Gobierno de Bogotá en el caso de la demanda de la familia de Rosa Elvira Cely contra el Distrito.
Estos se volvieron a ver en Brasil a finales del mes pasado, luego de conocerse el caso de la joven de 16 años que fue víctima de una violación masiva –se habla de 30 involucrados– el pasado 22 de mayo, en Río de Janeiro. Hecho tras el cual los victimarios grabaron en un video sus genitales ensangrentados para publicarlo, burlas incluidas, en redes sociales.
Una vez comenzaron a circular dichas imágenes, abundaron las reacciones de este talante. Y, de nuevo, algunas provenientes de las mismas autoridades. Como la del comisario de Represión de los Delitos de Informática, Alessandro Thiers. Según la abogada de la víctima, Eloisa Samy, “le preguntó si tenía la costumbre de hacer sexo grupal. Durante el testimonio, él mete a tres hombres más en la sala, exponiendo a la víctima”, declaró.
Pero si es una pésima noticia que cosas así –la violación, la difusión de la misma por redes– sigan ocurriendo, es al menos esperanzador ver la reacción.
Con 420 pantis pintados de rojo, simulando sangre, y 20 fotografías gigantes de mujeres con el rostro ensangrentado, la ONG Río de Paz protestó el lunes en la playa de Copacabana. Fue uno entre varios actos, en calles pero también en redes, donde se han puesto los hash-tags #30contra1 y #EstuproNãoÉCulpaDaVítima (‘Violación no es culpa de la víctima’). El alcance de la movilización y la fuerza de su mensaje han dejado claro que el machismo que revictimiza ya no debe verse más como un rasgo de la cultura, sino como lo que es: una conducta que puede ser tan devastadora como la misma violencia sexual.
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