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Solidaridad y desarrollo (I)

La estrategia para ubicarnos en la senda del progreso es fortalecer la cultura de solidaridad.

EDUARDO BEHRENTZjunio 6 de 2016, 11:06 P.M.

Caridad se define como una actitud empática con el sufrimiento de un tercero que puede manifestarse en forma de auxilio a quien lo necesite. Filantropía es una expresión de amor por el género humano que se hace explícita a través de una preocupación altruista por el bienestar ajeno. En Colombia, así como en otras naciones en vías de desarrollo, debemos hacer inmensos esfuerzos para que estos dos conceptos hagan parte de nuestro diario vivir y se incluyan en el conjunto de valores por los que propendemos.

La fundación internacional para organizaciones de beneficencia (CAF, sus siglas en inglés) reporta anualmente los resultados del denominado índice de ayuda mundial (WGI, sus siglas en inglés). Dicho indicador califica el nivel de avance en lo que se refiere a tendencias filantrópicas y caritativas mediante el análisis de los siguientes componentes: disposición para ayudar a un extraño, realizar donaciones en dinero a diversas causas y ejercer voluntariado con el aporte de tiempo propio.

De acuerdo con dicho índice, Estados Unidos, Canadá, Australia y Holanda, entre otros, son algunos de los de mejor desempeño en lo referente al carácter solidario y comunitario de sus sociedades. En el extremo opuesto se encuentran naciones como Venezuela, Rusia, Ruanda y Burundi. Colombia ocupa el puesto 66 entre 145 países evaluados.

Entre los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) existe una correlación entre el índice WGI y el producto interno bruto per cápita, en donde el mejor desempeño económico se encuentra relacionado con mayores valores filantrópicos. Según el Instituto Milken, un tanque de pensamiento internacional dedicado a estos temas, lo anterior se explica por las reglas del ecosistema empresarial que fomentan la transformación de líderes del emprendimiento en grandes filántropos. Un ejemplo de esto es Mark Zuckerberg –fundador y propietario de Facebook–, quien optó por donar el 99 % de su fortuna personal a obras humanitarias de variada naturaleza.

Para el mismo instituto, esto no significa que debamos esperar a ser sociedades de alto ingreso para promover causas benéficas. Por el contrario, la formación en valores filantrópicos es una estrategia de desarrollo de riqueza, dada la similitud que existe entre las competencias y habilidades de quienes tienen capacidad altruista y aquellos que logran éxito empresarial sostenible. Por ejemplo, según Jim Collins, célebre autor en estas cuestiones, para ser un verdadero líder es necesario desprenderse del ego y éxito personal y concentrarse en lo que resulta de mayor beneficio para el equipo y la organización que se dirige.

Lo anterior se complementa con otro concepto que debemos impulsar. En las sociedades exitosas es claro el compromiso que tienen sus ciudadanos para resolver los conflictos derivados de la interacción humana. En países en vías de desarrollo estas actitudes tienden a disminuir, de tal suerte que cultivar una cultura de solidaridad podría impactar positivamente la disposición a cooperar, especialmente con aquellos que no hacen parte de nuestro círculo cercano. Una ciudadanía proactiva y corresponsable es sin lugar a dudas deseable allí donde la capacidad del Estado es limitada para garantizar el bienestar de todos.

En suma, una estrategia para ayudar a ubicarnos en la senda del progreso que anhelamos es fortalecer la cultura de la solidaridad, la caridad y la filantropía como parte de nuestra responsabilidad ciudadana. De esta forma podríamos no solo contribuir a solventar la inequidad e injusticia que nos caracteriza, sino que estaríamos sentando las bases para la clase empresarial que necesitamos.

EDUARDO BEHRENTZ

@behrentz

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EDUARDO BEHRENTZjunio 6 de 2016, 11:06 P.M.