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¿Engañosas estratagemas?

Con hechos se ha demostrado que los caminos de la paz no son inmunes a engañosas estratagemas.

Veces hay en las cuales se prefiere cerrar los ojos para no ver el panorama en su variado conjunto. Tal lo ocurrido con la vasta y rica región del Catatumbo, a raíz del secuestro de la prestigiosa y combativa columnista Salud Hernández y del de dos meritorios periodistas.
Tanto como se porfió en ignorar, disculpar o atenuar el gravísimo delito, con posterioridad al esclarecimiento de sus características ha sobrevenido la también inexplicable subestimación del escenario geográfico en que se perpetró. Todo porque se andaba en sondeos de entendimiento con sus autores, quienes, por lo visto, jugaban ladinamente con los empeños y la voluntad de paz del alto Gobierno, sin el menor reato para urdir y perpetrar esta otra barbaridad. De la guerrilla del Eln se trataba.
Curiosamente, sobre el Catatumbo ha caído despiadado telón de descrédito. En otras épocas, se la consideró tierra de promisión, siendo asiento de la Concesión Barco, tanto como la de la Concesión de Mares en los alrededores de la rica y ahora pujante ciudad de Barrancabermeja. Solo que con el colapso de los precios del petróleo, ambas regiones vieron socavada su renta principal, si no única. El país entero sufrió, por esta causa, merma de sus ingresos y debilitamiento de su economía. En vano se la pretende ilesa y se la deja a meced de las fuerzas del mercado, aunque los déficits la cerquen. Con singular intensidad el de la cuenta corriente de la balanza de pagos, dejado al vaivén de las oscilaciones de la tasa de cambio.
Claro que la economía colombiana se ha desacelerado como consecuencia del deterioro de su máximo pivote. No por ello se ha de prescindir, sin embargo, de procurar el fortalecimiento de este, tanto como de otras fuentes de ingresos. Con buen juicio, las autoridades venían tratando de regular los movimientos cambiarios, pero infortunadamente han anunciado su decisión de abstenerse en lo futuro de intervenirlos, cuando lo más acertado era y sigue siendo hacerlo. Diversificar las rentas habituales resulta indispensable. No haya de premiar su deterioro las corrientes subterráneas del narcotráfico.
Mucho se habla ahora de la necesidad de una reforma tributaria. Procúrese que no sea a semejanza de la inmediatamente anterior, con la cual se le cortaron las alas a la inversión foránea, en tanto se estimulaba la subterránea del narcotráfico. Preocupa ciertamente que la permisividad fáctica con los cultivos de coca y otros de similar índole venga a fomentar la economía clandestina y a permitir que regiones como el Catatumbo sean dominadas por grupos situados ostentosamente al margen de la ley. No otra cosa fue lo que salió a flote durante la agitada semana de los secuestros. Ni lo que se comprobó en las negociaciones de trastienda.
Duele que una región tan rica y originalmente sana como el Catatumbo haya venido a simbolizar siembras de coca y otros cultivos de la misma laya y a convertirse, por su vecindad a Venezuela, en eslabón estratégico del tráfico de estupefacientes. Fenómeno similar al de las regiones del suroccidente patrio, son ejemplos los dos de cómo el crimen procura y paga los caminos más expeditos a sus intereses y, en ambos casos, incitan a las autoridades a diseñar estrategias protectoras de la legitimidad y la decencia. No vuelvan a resultar víctimas de hábiles posiciones tácticas. Con hechos se ha demostrado que los caminos de la paz no son inmunes a engañosas estratagemas.
Mucho va, por supuesto, de la agricultura ilícita del Catatumbo a los antros repulsivos del ‘Bronx’, en plena capital de la República, con sus vericuetos criminales, sus cuevas de perversidad inhumana y sus cuartos de tortura. Ello crispa los nervios de indignación ante tanto oprobio. No se puede aceptar diálogo ninguno con lo que es muestra desvergonzada de sevicia.
Abdón Espinosa Valderrama
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