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Los intentos de otras 3 capitales por acabar con las temibles ollas

Cali, Barranquilla y Medellín buscan toda clase de medidas para combatir el microtráfico.

EL TIEMPO
La lucha contra las ollas no se limita a Bogotá. El viernes, por ejemplo, el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, encabezó la demolición de dos casas donde se vendían estupefacientes en El Calvario, una de las zonas más deprimidas de Cali.
Este sector, al que se le suman varias calles del aledaño barrio Sucre, está situado en el centro de la ciudad y constituye un polo del microtráfico. Ocupa más de 30 manzanas y está dividido en unos 920 predios. Por allí deambulan unas 4.000 personas en condición de mendicidad.
Según el Observatorio Cali Visible, de la Universidad Javeriana, El Calvario es un receptor de población desplazada y con pocas oportunidades de empleo y progreso. Allí llegan a diario decenas de indígenas, principalmente emberas katío del Eje Cafetero.
El alcalde Maurice Armitage dice que una de las soluciones para este problema es continuar el proyecto de renovación urbana Ciudad Paraíso, que abarca los barrios El Calvario, Sucre y San Pascual. Pero la iniciativa no ha podido despegar, entre otras cosas porque no hay claridad sobre el valor de los predios que se necesitan.
Barranquilla erradicó sus dos ollas más grandes, Las Colmenas y Zona Cachacal, en el 2013, cuando el presidente Santos ordenó a las autoridades que acabaran con estos sitios en todo el país.
En ambos sectores de la ciudad, ubicados en el centro, demolieron las casuchas y viviendas abandonadas en las que se vendían y consumían drogas, y se ejercía la prostitución.
Por la misma época, el operativo Hora Cero acabó con el foco de delincuencia en el que se había convertido el sector Barbacoas, en pleno corazón de Medellín.
En un solo día entraron más de 300 policías y 120 funcionarios del ICBF y de la Alcaldía. Tras una investigación de seis meses, la Policía hizo 10 allanamientos e intervino 117 locales comerciales, de los cuales 16 entraron en procesos de extinción de dominio por vender estupefacientes.
Más de 500 habitantes de la calle fueron rescatados de las ‘cuevas’ de vicio donde dueños de las rentas del microtráfico los tenían viviendo para que les compraran la droga de la que dependían. Muchos de ellos se recuperaron en el Hospital Mental de Bello.
Sin embargo, tanto en Medellín como en Barranquilla se reporta que la delincuencia que estaba en las ollas no desapareció, sino que se desperdigó por otros sectores, principalmente del centro.
EL TIEMPO
Con información de los corresponsales
EL TIEMPO
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