No lleva ni dos minutos de conversación, cuando, al otro lado del teléfono, Milena Busquets dice una frase que, sin quererlo, suena como declaración de principios: “A mí me cuesta mucho tomarme las cosas en serio, incluida a mí misma; por eso escribo en serio”.
Desde que a comienzos del año pasado publicó su segunda novela, ‘También esto pasará’, esta escritora catalana de voz grave, risa fuerte y respuestas rápidas se ha transformado en el éxito editorial más comentado en España.
El fenómeno comenzó sorpresivamente en octubre de 2014, cuando presentó su novela, hasta entonces inédita, en la Feria del Libro de Fráncfort y consiguió contratos de publicación con casi una treintena de editoriales de todo el mundo. La estadounidense Hogarth Press se quedó con la obra (se rumora que pagó medio millón de dólares), la francesa Gallimard, la italiana Rizzoli y la alemana Suhrkamp, entre otras. De ahí el camino de la novela solo creció: fue el libro más vendido de editorial Anagrama en 2015 y actualmente su adaptación cinematográfica está en pleno proceso.
“Todo me pilló por sorpresa. Yo solo escribí porque necesitaba hacerlo, no fue con ninguna ambición, jamás imaginé nada, no sabía si iba a acabar la novela”, comenta Milena.
Más allá de su éxito editorial, ‘También esto pasará’ es la propia biografía de Milena Busquets. En sus más de 170 páginas no es necesario que aparezca escrito el nombre de su madre, Esther Tusquets –fundadora de Editorial Lumen quien murió hace cuatro años–, para identificarla con la progenitora de Blanca, la protagonista de la historia.
Personaje que además guarda otras peligrosas similitudes con Milena: tienen la misma edad, la misma cantidad de hijos y ex maridos, la misma visión irónica de la vida y el mismo deseo de conjurar el fantasma de la madre muerta.
Blanca es una mujer de 40 años que se presenta al lector el mismo día del funeral de su madre y que para recuperarse de su pérdida se refugia en Cadaqués –un pueblo de la costa catalana– con sus dos hijos pequeños. Ahí también llegan los respectivos padres de los niños –que también son sus dos exmaridos–, sus dos mejores amigas y su amante casado. “Parte de la ficción del texto”, aclara.
Desde ahí empieza a escudriñar su historia. Desde ahí reflexiona y empieza a exorcizar la figura de la madre, a quien en cierto pasaje del libro describe como “bruja burlona y hada patosa” o le reprocha: “Fuiste depositando, poco a poco y sin darte cuenta, toda la responsabilidad de tu menguante felicidad sobre mis hombros”.
Y que, en otros pasajes, extraña terriblemente: “Me hubiese gustado morir contigo, en la misma habitación, en el mismo instante, y no a la mañana siguiente, cuando tú ya estabas muerta”.
¿Utilizó esta novela para saldar cuentas con su madre?
Nada de eso. No soy muy partidaria de pasar cuentas con la literatura. A mí no me sirve para esto, más bien para declarar mi amor a la gente que me gusta. Esta novela es un poco como el testimonio de lo que quise a mi madre, pero también de que en algún momento de nuestras vidas tuvimos diferencias y tuvimos una relación compleja. Pero, por sobre todo eso, entre nosotras hubo una historia de amor importante. Porque en algún momento yo pienso que mi madre lo dudó, igual que dudé yo de que ella me quisiese.
Yo no soy de hacer sangre cuando el otro no se puede defender, porque cuando escribes, eres tan poderoso, y cuando escribes algo medio biográfico, aún más. No me gusta la mezquindad en ningún terreno, pero tampoco en la literatura.
Más que escribir, creo que leer libros es de las cosas que más me sanan y me curan. Además, cuando escribes transformas un poco la realidad y se convierte en una novela, no en un diario.
Pero su novela inevitablemente es presentada como autobiográfica...
La parte de la novela más autobiográfica es la relación madre e hija. En el libro no digo que se llamaba Esther Tusquets ni que era editora, porque no me gusta que piensen que me aprovecho del nombre de mi madre para vender libros.
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Esther Tusquets murió en julio de 2012. Milena, quien se había iniciado en el negocio editorial bajo su alero, la acompañó durante la época en que su Parkinson se agravó. Dos años después, escribió el primer borrador de ‘También esto pasará’.
“Estaba en una época difícil, no tenía trabajo, se me estaba acabando el dinero de la herencia, no tenía traducciones, que es lo que he hecho. Así, un día me encontré mal, triste, sola, y escribí el primer capítulo en media hora, fueron 12 páginas. Siempre he creído que para escribir es mejor no estar muy feliz. Cuando no entiendes nada, es cuando tienes ganas de ponerte a escribir por si algo se aclara, aunque al final nada se aclara igualmente. En mi caso, cuando tuve esas primeras páginas, supe que había una historia”, cuenta Busquets.
El texto terminó en las manos de la agente literaria y fundadora de la Agencia Pontas, Anna Soler-Pont, quien la animó a terminarlo y le aseguró su publicación.
“En ese momento me puse muy en serio, muy de rito francés, muy rigurosa, a hacerlo. Cada mañana dejaba a los niños en el colegio, llegaba a la casa y me ponía a escribir durante tres o cuatro horas”, dice la autora.
Los niños reyes
El camino de Milena Busquets hacia la escritura no fue sencillo. Aunque creció en un ambiente privilegiado, rodeada de libros y de personajes fundamentales en la escena cultural española de los últimos cincuenta años: su tío es Óscar Tusquets, fundador de la editorial que lleva su apellido, y en su infancia para Milena era habitual ver a su madre rodeada de figuras como Ana María Matute, Juan Marsé, Jaime Gil de Biedma o del italiano Umberto Eco.
(Además: Umberto Eco, un pensador de otro siglo)
A los 17 años se fue a estudiar arqueología en la University College de Londres, pues decidió marcharse de España, luego de la muerte de su padre, el poeta Esteban Busquets, quien se había separado de su madre cuando era una niña.
En Inglaterra se especializó en América Central. Luego de estar un tiempo excavando ruinas en Belice, volvió a Barcelona y se dio cuenta de que su profesión no tenía espacio en su país. Fue entonces cuando empezó a trabajar como secretaria en Lumen, el sello editorial de su madre.
“Empecé haciendo café y en el almacén de la editorial. Mi madre, siempre tan simpática, me mandaba a limpiar los libros. Pero bueno, yo me lo pasaba bien, porque tenía 21 años y era solo por las mañanas. Después fui subiendo, pasé a ser editora ‘junior’, llevé la prensa del sello y después fui editora”, recuerda Busquets.
¿Qué tan unida fue con su madre?
Cuando tuvimos la editorial fuimos muy unidas. Vivíamos en el mismo edificio: yo en el sexto piso y ella en el quinto. Así que, además de los veranos en Cadaqués, nos veíamos cada día, nos lo pasábamos muy bien juntas. No era una relación intelectual, era una relación amorosa más bien, de divertirnos, de reírnos. En algunas cosas éramos muy distintas, pero en otras éramos muy parecidas; en las ganas de disfrutar de la vida, el hedonismo y las ganas de reír, éramos muy parecidas. Mi hermano menor, en cambio, se toma todo muy en serio; si pierde el autobús es un drama. Creo que lo pasó mal con nosotros porque éramos locas en casa, todo el rato riéndonos siempre que podíamos.
¿Por qué compara a los hijos de burgueses con los de las mamás sobreprotectoras?
Eso es algo que encuentro lamentable. Los comparo porque crecí en una generación de niños con madres que empezaban a trabajar y hacían cosas apasionantes. Al menos eso ocurría en mi casa. Entonces los niños estábamos ahí para no molestar, para estar calladitos y aprender.
Teníamos que ganarnos el interés, teníamos que ser muy brillantes o divertidos para que nos hiciesen caso, o bien rompernos la cabeza en un juego y, si eso ocurría, te llevaban al hospital. Yo me formé, pues, observando a los adultos sin que me hiciesen demasiado caso, en mi rincón, mirando al mundo. Ahora veo a otra generación de niños que están haciendo actividades todo el día: ballet, aprendiendo chino, tenis. Yo no hacía ninguna actividad, ninguna; solo llegaba a mi casa, me ponía a ver la tele y después me ponía a soñar en mis cosas o a leer...
Ahora los niños son como los reyes y les espera un despertar duro. Mientras antes sepas que no eres rey o que vas a solo ser el rey de una o dos personas, mejor. A mí me encantan los críos y lo que más me gusta es ser madre, la verdad, y tener hijos; pero mis hijos no son los reyes, no son el centro. Yo soy una mujer antes que una madre y creo que mis hijos se divierten con esto y lo valoran.
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En la novela, tanto como en sus entrevistas, Milena perfila a su madre como una mujer liberada y despreocupada. Una mujer de la burguesía catalana que se bañaba desnuda en las playas de Cadaqués, que se divertía sin complejos morales ni sociales. “La descripción de mi madre en el libro es bastante como la veía yo. Ella era muy despreocupada de la ropa y eso me ponía frenética, y yo iba a colegios superburgueses, medio franceses, y todas las madres eran superperfectas; y llegaba mi madre con su pelo, sus zapatos, y me daba una vergüenza horrible. La recuerdo con los dedos manchados de tinta y con sus camisas siempre llenas de pelos de perro. Después, cuando ya superé la adolescencia, a mí me empezó a dar igual.
En su caso también puede haber un prejuicio porque se ha abierto camino en la literatura y en el negocio editorial, donde su madre era dueña y señora...
En el caso de la escritura, mi madre era otra cosa, mucho más seria. Su literatura es mucho más hermética, más intelectual, mucho más. Yo hago otra cosa totalmente distinta. Sobre si me ayudó o me facilitó el camino para tener éxito editorial, pues no lo sé. Yo creo que no, porque la primera novela me costó mucho publicarla y no pasó nada, vendí muy poco. Es cierto que con este ‘También esto pasará’ ha sido un poco más fácil, sobre todo en España; pero en Japón, China, Rusia te aseguro que no conocen quién es Esther Tusquets.
No me gusta que piensen que me aprovecho del nombre de mi madre para vender libros ni que utilicen el término de ‘niña rica’ para hablar de mí. Uno no se tiene que justificar en dónde ha nacido.
JUAN LUIS SALINAS T.
El Mercurio (Chile) - GDA