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Un test y varios robots

'Número de puestos de trabajo que se pierden por máquinas más eficientes es parte del problema'.

MOISÉS NAÍM
Comencemos con un test. ¿El texto a continuación fue publicado A) en 1961; B) en 1987 o C) la semana pasada?
“El número de puestos de trabajo que se pierden debido a máquinas más eficientes es solo parte del problema. Lo que más preocupa a los expertos es que la automatización puede impedir que la economía produzca suficientes nuevos empleos... En el pasado, las nuevas industrias contrataban a muchas más personas de las que perdían su trabajo en las empresas que cerraban por no poder competir con las nuevas tecnologías. Hoy, esto ya no es cierto”.
¿La respuesta correcta? A) 1961.
La cita es de un artículo de la revista ‘Time’ de febrero de ese año. Pero podría haber sido publicado la semana pasada. La preocupación por las tecnologías que destruyen puestos de trabajo se ha hecho crónica. Y, hasta ahora, infundada. Gracias a las nuevas tecnologías aparecieron nuevas industrias que crearon más empleos de los que se perdieron por razones tecnológicas y aumentaron tanto la productividad como los ingresos de los trabajadores.
Resulta que hay quienes creen que “esta vez es diferente” y que la destrucción de puestos de trabajo producida por los cambios tecnológicos son de una magnitud y una velocidad sin precedentes. Opinan que las nuevas industrias y ocupaciones, que seguramente van a aparecer como resultado de esta revolución tecnológica, ni van a llegar a tiempo ni van a ser suficientes para dotar de un empleo y de un salario digno a los millones de trabajadores desplazados por las nuevas tecnologías. En las últimas semanas he tenido la oportunidad de visitar centros de innovación y conversar con líderes mundiales en tecnología de información y la robótica. Como siempre, en este ambiente se respira un optimismo contagioso. Pero, para mi sorpresa, también encontré mucha preocupación acerca del impacto que tendrían las nuevas tecnologías. El jefe de una conocida empresa, quien me pidió que no divulgase su nombre, me dijo: “Pronto lanzaremos al mercado un robot que podrá llevar a cabo muchas de las tareas que ahora se les dan a quienes tienen educación secundaria o menos que eso. Solo va a costar 20.000 dólares. Cuando estos robots baratos, confiables y eficientes se popularicen, no tengo idea de cuáles son los trabajos que se les podrían ofrecer a personas que no tengan habilidades y destrezas superiores a las que se aprenden en la escuela secundaria. Pero también creo que esta revolución tecnológica es indetenible. No sé cuál es la solución”.
En otro ejemplo, estos días Uber ha anunciado que comenzó las pruebas de coches sin conductor. Y Uber no es la única. Google, Mercedes-Benz, General Motors, Toyota y Tesla están invirtiendo en esta tecnología.
Sobre esto, Andy Stern, el anterior presidente del sindicato estadounidense Seiu, ha dicho que la popularización de los vehículos sin conductor destruiría millones de empleos. Marc Andreessen, uno de los más respetados inversionistas de Silicon Valley, tiene una opinión drásticamente diferente y más optimista. Según él, “los robots no van a producir desempleo sino que van a desatar nuestra creatividad. Defender la idea que un enorme grupo de gente no va a tener trabajo porque no tendremos nada que ofrecerles es apostar dramáticamente en contra de la creatividad humana”.
Andreessen tiene razón. Pero necesitamos urgentemente aplicar la máxima creatividad para hacer menos traumática esta transición. El cómo garantizar un cierto nivel de ingresos para quienes sufran las consecuencias negativas de esta revolución tiene que formar parte de cualquier conversación sobre el maravilloso potencial de las nuevas tecnologías.
MOISÉS NAÍM
MOISÉS NAÍM
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