Con engaños –le dijeron que le iban a entregar un material periodístico que le habían quitado y que podría entrevistar a algún jefe local de la guerrilla– el Eln se llevó a Salud Hernández.
El sábado de la semana pasada, Salud abordó un mototaxi rumbo a la vereda Filogringo. Como incluso pagó por el servicio (35.000 pesos), hasta este viernes –día de su regreso– se mantuvo la incertidumbre.
La liberación fue registrada por medios y asociaciones de prensa de todo el mundo. Roberto Pombo, director de EL TIEMPO, celebró el retorno de Salud y de los reporteros Diego D’Pablos y Carlos Melo, y expresó el rechazo de esta Casa Editorial a “la abominable práctica del secuestro como una violación aberrante de los derechos humanos”.
Una joven guerrillera fue clave en la celada. “Estuvimos por unos minutos buscando a la guerrillera, hasta que pasado un tiempo apareció (en la vereda Buenos Aires). Se llevó mis cosas y me trajo ropa”, contó Salud el viernes en Ocaña.
En efecto, desde ese día la obligaron a vestir como las mujeres guerrilleras, incluso con botas pantaneras, y empezaron las largas caminatas, casi siempre de noche, incluso a lomo de mula.
La explicación del Eln es que no era un secuestro, sino una “retención en una operación de registro y control”, tras detectar a la reconocida reportera en El Tarra.
Desde el martes los guerrilleros empezaron a buscar una salida para una situación que se les salió de las manos, y por eso contactaron a los curas de la región. A pesar de esas intenciones, cada vez se alejaban más, selva adentro. Cuadrillas de ocho guerrilleros la movían y entregaban cada determinado tiempo.
Hubo noches de hasta cinco horas de caminata. Por eso terminó en una vereda perdida entre San Calixto y Teorama, a horas de distancia del sitio del secuestro.
Para los sacerdotes que, con la Defensoría, la trajeron de vuelta, esta no es una labor extraña. Algunos de ellos participaron también en el regreso del secuestrado Ramón José Cabrales, hace un par de meses.
EL TIEMPO