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Ojo con el sexo a la topa tolondra / Sexo con Esther

La creciente tendencia entre los jóvenes de tener sexo sin protección preocupa a los médicos.

ESTHER BALAC
Consciente como soy de la importantísima dimensión que el sexo tiene en la vida de todas las personas, tengo que decir que hay pocas cosas relacionadas con su práctica que me sorprendan. Una, sin embargo, lo logró, y es la creciente tendencia entre adolescentes y jóvenes a no usar condón en sus encamadas.
Ojeando el periódico estos días me encontré con la siguiente perla, contenida en un estudio de la Universidad de Washington sobre los riesgos que enfrenta esta población, publicado por la encumbrada revista ‘The Lancet’: el sexo sin protección –mejor dicho, a la topa tolondra– es hoy el segundo factor de riesgo para la pérdida de la salud (años perdidos por mortalidad prematura, enfermedad o discapacidad) en hombres y mujeres de 15 a 19 años de edad, en todo el mundo.
Lo increíble es que esto pase, digo yo, cuando se supone que del sexo se habla hoy con menos tapujos que antes, cuando hay más información disponible y mayor acceso a condones, anticonceptivos y demás.
No es que no sepan que tamaño descuido los expone a enfermedades de todo tipo, empezando por las venéreas, los embarazos no deseados y hasta el mortal sida, que ya no los aterra. Montados en el mito de que esta es una enfermedad llevadera, a la hora del té se lanzan al catre, sin pensarlo tanto y con cualquiera.
Pues por extremo y muy de moda que les parezca, incurrir en estas conductas equivale a botarse desde un avión sin paracaídas. Así de simple.
¿Por qué lo hacen, entonces? La explicación, también aportada por ‘The Lancet’, preocupa más: los factores sociales y culturales, que los más jóvenes suelen pasarse por la faja en otros contextos, sí pesan en las decisiones que toman frente al uso que le dan al departamento inferior del cuerpo. Aunque pocos lo crean los adolescentes siguen pensando que si las mujeres llevan un condón entre sus pertenencias quiere decir que es “recorrida” o “promiscua”, y que si el hombre lo usa es una señal de falta de confianza en su pareja.
¿Y qué me dicen de aquellos que consideran que hacerlo con preservativo le quita gracia o encanto a la encamada?
Si a todo eso se suma la natural proclividad, a esas edades, a la aventura, al riesgo y a lo extremo, pues ya queda claro por qué las campañas y los discursos sobre “sexo seguro” les están entrando por un oído y saliendo por el otro. Hasta luego.
ESTHER BALAC
Para EL TIEMPO
ESTHER BALAC
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