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'Miro más allá de mis pies': Ingrid Mesa (El Bagre, Antioquia)

"Hay que hablar, tomar la decisión y la valentía de expresar lo que pasó".

“Soy avanzadora porque pude sobrevivir a toda esa violencia que me paso desde 1999. En el 2012 se volvieron a repetir algunos hechos. Entonces me dije que no me iba a dejar derrotar porque tenía que sacar adelante a mi familia.
Tenemos que levantar la cara y dejar la frente en alto, no dejarnos amedrantar por la vergüenza y la impotencia. Eso me hizo fuerte… me hizo avanzar”.
Ingrid tenía un ser dentro de ella. Estaba embarazada y llena de ilusión por el bebé que pronto llegaría. Era el año 1999 y vivía en la vereda Amará, en el corregimiento de Puerto López (municipio de El Bagre, Antioquia). En su pueblo ‘gobernaban’ los paramilitares, los conocían como ‘los masetos’ o la ‘mano negra’, pero eran del mismo grupo de las Autodefensas Unidas de Colombia.
Ellos autorizaban la movilidad, el comercio y hasta las relaciones sociales de los habitantes. Aplicaban su ley de terror, sin importar contra quien fuera. Así lo hicieron con Ingrid, quien aún estando en estado de embarazo fue violada. Ella solo recuerda los nombres del ‘Mono’ y ‘Platanote’… La golpearon, destruyeron sus dientes, destrozaron su útero y le dejaron una grave afectación en la vejiga… pero esa vida que tenía dentro de ella no la dejó desistir para luchar por los dos.
Hoy continúa reclamando para que el sistema de salud en Colombia le brinde atención médica, pero no ha sido posible. Esos son los hechos, aparte de la agresión, que llevan a desfallecer.
Cada vez que esos recuerdos vuelven a su cabeza la recorre el escalofrío del miedo, del dolor, de la vergüenza. Así como el primer día, cuando quiso suicidarse para que nadie se enterara de lo sucedido.
Y llegó el momento de respirar y asumir todo con valor. Se llenó de valor para denunciar y hablar. Para ella su punto de soporte fueron los talleres psicosociales que inició en el 2015.
“No sé de donde me salen tantas fuerzas. Cuando escuchaba en las noticias hablar sobre la violencia, esos puñetazos en la cara y en la boca era como si lo estuviera viviendo. En esos momentos me pongo de pie y digo: tengo que hacer algo por esas mujeres que también han pasado por lo mismo. Hay que hablar, tomar la decisión y la valentía de expresar lo que pasó, que mi vergüenza se convierta en fuerza para aquellas otras mujeres que también han sido violadas, que han sido maltratadas verbal y físicamente. Es ahí donde cojo fuerzas. Miro más allá de mis pies: ¡no más!, ¡basta ya!”.
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