Sí y No son apenas dos letras, pero denotan orillas contrarias. En la historia del lenguaje ha sido determinante este antagonismo universal, pues significa pronunciar una proposición que mueve a una acción definitiva. El ‘sí’ se asocia con el triunfo, lo afirmativo, con aceptar, entrega (darle el sí); el ‘no’ comporta más bien sacrificio, dignidad, ética: “no a todo se le puede decir sí”. El ‘sí’ en casi todas las culturas es bajar la cabeza, menos esfuerzo que el ‘no’, moverla en horizontal.
En Colombia, la firma de la paz nos pone en alta tensión idiomática: Sí es Santos y No, Uribe; pero quizá no es justa esta síntesis radical. Cuando uno escucha al Presidente defendiendo a las Farc, enfundándose ese personaje, se imagina el sudor para ese extremo travestismo, pues si algo es Santos es que no es Farc, ni mucho menos. Concluyó por la paz y hace esfuerzos fieros que sobrepasan su cuerpo y alma: sus estallidos no son lo que muestran. Al mostrarse en esa virulencia contra su principal contendor, a quien llegó hasta a nombrarle su familia, uno deduce que debe de haber razón profunda, más allá de la palabras, para que un cachaco reprimido y bien educado se exprese así.
Pero el expresidente Uribe tampoco está en su libreto. Un ser locuaz y de tanto arraigo popular, como el que más, que si algo posee es un sentido afirmativo de la vida, que en su momento cúspide devolvió a los nacionales el optimismo, alguien a quien se lo conoce por su arrojo paisa, verlo forzado a decir no, y arrastrar en sus carnitas, que él llamaba, el peso de ir en contra de la corriente, como la guerrilla que tanto combatió, y hasta declararse en resistencia civil. Si somos francos, el Sí es más Uribe, digo, su personalidad, y el No, más Santos, pero el destino los puso a jugar al contrario.
Ha sido muy difícil crear un imaginario de paz entre los colombianos. Podemos crear un imaginario deportivo y creernos los mejores en fútbol o ciclismo, o convencernos de que este país es cuna de las más bellas mujeres o del mejor paisaje o literatura. Pero todavía no podemos imaginar este país en paz. Al parecer, las guerrillas viven el idilio de dos galanes que se las disputan entre el Sí o el No, pero si apuestan por el Sí, están en mora de encarnar también un personaje de ficción y hacernos creer que ellas son otras. Ahí tienen el ejemplo de Santos.
Armando Silva
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