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Los temores del vecindario

Si Colombia quiere crear un marco regional favorable a los acuerdos de paz debe oír a sus vecinos.

Socorro Ramírez
Crecen los temores entre los vecinos de Colombia sobre la negociación Gobierno-guerrillas y sus posibles efectos. Inciden en su incertidumbre las acciones del Procurador y el uribismo, que pueden incubar un nuevo conflicto violento, y algunas respuestas del presidente Santos que ahondan la polarización. Desde las guerrillas las señales tampoco son buenas. Las Farc menosprecian los temores que producen, y el Eln no acepta renunciar al secuestro ni a los atentados antes de iniciar las negociaciones, como lo pide el Gobierno y lo exige la sociedad.
Los recelos de los vecinos se ven reforzados por su crítica situación y por la fragmentación suramericana. Así se puso de presente en el foro ‘El proceso de paz en Colombia: efectos en sus vecinos’, realizado por la Universidad Andina Simón Bolívar y la Fundación Ebert (FES-Ildis) en Quito.
En Ecuador temen que el Estado colombiano siga ausente de sus fronteras, que la acción paramilitar se fortalezca con guerrilleros disidentes y tome a los vecinos como espacio de tránsito para todo tipo de tráficos ilícitos. Aunque las redes criminales actúan en forma transfronteriza, no quieren verse involucrados en operativos militares colombianos y no consideran conveniente que sus fuerzas de seguridad adelanten operaciones conjuntas o combinadas; prefieren meras coordinaciones concretas. También les preocupa que en la disputa de esas redes por territorios y recursos aumente el número de desplazados y refugiados; esperarían, más bien, que con los acuerdos de paz los nacionales retornen a Colombia, y les inquieta que el 80 por ciento de estos dicen no querer regresar, a pesar de que, en medio de la difícil situación económica de Ecuador, ha vuelto a crecer un malestar anticolombiano.
A los venezolanos la incertidumbre e ingobernabilidad de su país solo les permite arriesgar miradas de muy corto plazo. Hay temor al aumento de redes criminales de toda naturaleza a ambos lados de la ‘raya’ limítrofe, lo que agravaría la situación fronteriza. El Gobierno espera ser llamado a participar en la misión civil de verificación de los acuerdos con las Farc, y teme no lograrlo.
La crisis de Brasil repercute en toda la región. El gobierno interino quiere concentrarse en estos seis meses en buscar su permanencia hasta el 2018, mientras aplica un severo ajuste interno y cancela planes sociales. Así puede diluirse lo expresado por Dilma Rousseff en su visita a Colombia en octubre del 2015, cuando manifestó su disposición de ayudar a la construcción de paz en áreas rurales mediante proyectos de agricultura familiar, inclusión social, inversión en infraestructura y transporte fluvial, y con la cooperación policial contra la minería ilegal, en asuntos indígenas y en protección de la Amazonia fronteriza.
Perú sale polarizado de las elecciones y con una situación económico-social difícil que puede diluir los acuerdos de integración fronteriza en la Amazonia compartida, indispensables en el posacuerdo con las guerrillas.
Si Colombia quiere crear un marco regional favorable a los acuerdos de paz, debe oír a sus vecinos, procesar sus temores, ayudar a establecer mecanismos de prevención y fortalecer su propia institucionalidad. Los problemas compartidos no se neutralizan con medidas unilaterales como el cierre de las fronteras decretado por Venezuela y Panamá; así se agravan. Es necesario adelantar un permanente diálogo intergubernamental que, mediante las comisiones de vecindad y cooperación militar, tramite asuntos de corto, mediano y largo plazos, fortalezca los nexos locales positivos y dé atención prioritaria a los ámbitos binacionales o trinacionales donde se concentró la confrontación, y que ahora tendrán que construir paz territorial.
Socorro Ramírez
Socorro Ramírez
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