El pasado 7 de abril fue aprobado en Colombia el matrimonio entre personas del mismo sexo. La sentencia de la Corte Constitucional, que fue sancionada por seis votos a favor y tres magistrados en contra ha generado polémica en el país, pero ha convertido a Colombia en uno de los países en los que el matrimonio entre parejas del mismo sexo es legal. El derecho al matrimonio igualitario ha avanzado en la última década mucho más de lo que a finales del siglo pasado podía imaginarse. Los primeros en aprobar una legislación de estas características fueron los Países Bajos en 2001, seguidos de Bélgica (2003) y de España (2005).
En las redes sociales circulan varios videos que manifiestan su apoyo o descontento frente a la decisión, pero lo cierto es que el fallo está dado y no hay vuelta atrás. Los colombianos tendrán que aprender a vivir en una nueva realidad que exige mayor igualdad y tolerancia, pero sobre todo que ha cambiado la lógica, el marco al cual estábamos habituados.
En torno a la propuesta de un país en paz liderada por la Presidencia, algunas voces se han manifestado para dejar ver que la paz será posible solo si hay un aparato estatal moderno que sea capaz de luchar también por la igualdad. Bajo esta premisa, cualquier decisión de la Corte que no reconozca la igualdad nominal habría sido considerada un trato diferente y, por tanto, discriminatorio.
Marcela Sánchez, directora de la ONG Colombia Diversa le comento al periódico ‘El Mundo’ de España que la decisión de la Corte "es un avance fundamental, pero solo es parte del camino que tenemos que recorrer. La principal conquista del movimiento es la igualdad en todos los aspectos de la sociedad". En realidad, los resultados favorables en materia de igualdad de derechos para la población homosexual no radican únicamente en el progresismo de la Corte o la buena labor de los abogados que representan a esta minoría. Parte de lo que está pasando se explica con el cambio discursivo que se ha venido planteando en el país y en el mundo.
Frente a la coyuntura nacional que estamos viviendo, el discurso juega un papel determinante en todas las esferas de la sociedad. Las palabras y las metáforas se convierten en herramientas útiles para ganar la confianza de los colombianos, su uso y adecuación es básico a la hora de conseguir lanzar mensajes a la ciudadanía con el fin de conseguir ampliar los apoyos para la aprobación de ciertas leyes, decisiones o fallos.
El uso de buenos argumentos y el arte de la retórica es ahora, quizás más que nunca, un elemento decisivo para la mayor parte de los altos funcionarios y consejeros de este gobierno. En un país en el que la pluralidad de opiniones es la constante, la capacidad de comunicar de manera adecuada puede ayudar a convencer y ganar legitimación pública.
El sociólogo alemán Luckmann defiende que “la realidad es una construcción social y la sociología del conocimiento debe analizar el proceso en el que esto ocurre”, en otras palabras el autor establece que es posible que los esquemas sociales válidos hace unas décadas ya no sean válidos hoy en día, por eso la clave para la construcción de mensajes está en el conocimiento de la realidad. De ahí que una decisión que era inconcebible hace apenas unos años sea posible y real hoy.
Además, desde la lingüística también se explica la importancia del discurso, de las palabras y su significado. George Lakoff explica que cualquier persona cuenta con determinados marcos mentales que condicionan su modo de ver el mundo. Estos marcos están dados por la familia, el lugar donde se reside, la educación que se ha recibido, entre otros factores. Por eso, la única forma de desafiar esos marcos (preexistentes) es sugerir un marco alternativo que se imponga al marco prioritario. Esto es lo que ha pasado con la decisión de la Corte, la noticia del pasado 7 de abril es la estocada final de un trabajo que se venía haciendo hace muchos años, del uso correcto del lenguaje.
Howard Baker, un sociólogo estadounidense, logró con un estudio de corpus léxico identificar las palabras clave que apoyaban el cambio de legislación en su país. Su estudio lo llevó a observar las diferencias entre los usos léxicos de los que apoyaban el cambio de legislación y los que no. De esa manera descubrió que aquellos que se manifestaban a favor de la ley focalizaban su discurso en la igualdad y la tolerancia, mientras que los que defendían la postura contraria construían su discurso en torno a ideas como peligro, enfermedad, crimen y actos contra natura. De manera que no solo son importantes los argumentos, sino las palabras que utilizamos y las ideas que están asociadas a ellas. ¿Quién no apoya la libertad? ¿Quién está en contra de la igualdad de derechos?.
ANGIE KATHERINE GONZÁLEZ
Asesora de comunicación y consultora política. Coordinadora de la Esp. En Marketing Político y Estrategias de Campaña de la Universidad Externado de Colombia. Hace parte de la Asociación de Investigadores en Campañas Electorales (ALICE)