Un reciente estudio hecho por la firma Pew Trends, en los Estados Unidos, muestra que las madres de hoy pasan más tiempo con sus hijos que las madres de la década de los sesenta.
Los padres, por otro lado, pasan tres veces más tiempo con sus hijos que los padres de 1965, de hecho. Lo que no se sabe es si tanta atención es buena o no para los niños y para los padres.
Todo parece indicar que el método de crianza en el que los padres se enfocan en el niño y mantienen un seguimiento y atención permanentes, está formando niños autocentrados y difíciles de manejar, al igual que padres cansados y aburridos de estar pendientes en un ‘involucramiento’ más que continuo con sus hijos.
Los padres americanos están dejando de lado la crianza ‘sobreinvolucrada’, que nació con el nombre de attachment/parenting, del pediatra William Sears, entre otros especialistas que han trabajado el tema y han iniciado trabajos sobre este.
Estos científicos abogaban por alcanzar un nivel de vinculación altísimo con sus hijos. Efectivamente, esto pensaban ellos: llegaba a vínculos emocionales más fuertes, y por lo tanto de mejor calidad.
Sin apegos
A raíz de esta tendencia extrema salió otro movimiento de crianza exactamente opuesto, es decir, uno que promulgaba por “menos involucramiento” de los padres, de tal manera que ellos sepan cuándo deben hacerse a un lado y dejar que los niños avancen con sus propias herramientas y posición frente a las situaciones.
Para entender esto, usemos el ejemplo de una pataleta. El padre sobreinvolucrado va a estar ahí, al lado del hijo, sufriendo y tratando de calmarlo. El padre más distante o menos involucrado va a observar la pataleta de su hijo con más objetividad y no le va a prestar tanta atención.
La respuesta de estos últimos padres va a ser menos emocional, pues se hacen a un lado y tratan de analizar la situación como ajena, con análisis como: “¿qué tal que esto lo hiciera el hijo de mi amigo’, ¿que haría yo?”.
Este tipo de actitud empieza a dar resultados positivos en el manejo de los hijos y en el bienestar de los padres, pues se los deja actuar y, a la vez, ellos consiguen resolver y responder ante diversas situaciones.
Los adultos que viven pegados a sus niños y permiten que sean las necesidades y caprichos de estos los que primen en todo momento están cansados, ya que en el diario vivir no hay espacio para ellos y el desgaste es alto.
Evitar extremos, la clave
Entonces, ¿cuál es la respuesta a este dilema? Definitivamente, la mejor crianza es una en la que los padres no lleguen a ningún extremo.
En este momento los niños son demasiados centrales e importantes en el hogar y los padres ocupan un último puesto, y esto a la larga impacta sus labores y actividades fuera del hogar. Esto no sirve, pues nadie se beneficia.
Una madre sacrificada a toda hora va a terminar agotada y poco feliz. Ella no puede darse ese lujo, ya que el equilibrio de una familia depende de la felicidad de la madre. Una madre fatigada no transmite sentimientos de felicidad. Igual pasa con el padre, quien, si bien hoy en día está mucho más presente, tampoco puede volverse una figura opacada a quienes los hijos controlan.
Tampoco abogamos por los padres totalmente desentendidos. El mejor método de crianza es aquel que tenga padres involucrados sin exageraciones.
Es importante que los padres tengan reglas claras en el hogar, una guía parental que los niños respeten y un horario que se cumpla.
A la hora de criar bien, los padres deben ser coherentes y consistentes: si dicen algo, deben cumplirlo; y si no, es mejor quedarse callado.
Es bueno que haya expectativas claras sobre lo que pueden y no pueden hacer sus hijos, ya que esto reduce el estrés tanto para el niño como para los padres.
Sin embargo, las necesidades de los niños y los padres cambian, por ello tenemos que estar listos para permitir y facilitar este crecimiento.
Queda claro, entonces, que ningún método de crianza extremo sirve. Lo importante es lograr esa consistencia y equilibrio diarios en la actuación de los padres, lo cual manda mensajes claros de amor y firmeza a los hijos.
Los hijos no pueden seguir mandando en el hogar, ni usted puede dejarlos solos a ver qué pasa. Se trata de hacer presencia, pero ojalá de manera calmada y objetiva. También es primordial que los niños tengan un papel de hijos y no uno protagónico.
Igualmente, es importante rescatar a los padres para que estos puedan tener una vida con calidad y, por lo tanto, ser buenos modelos para sus hijos.
Consejos para una crianza equilibrada, coherente y feliz
Siga estas recomendaciones, que le servirán si se siente ‘sobreinvolucrado’ en la formación de sus hijos:
- No se enganche con sus hijos: mejor hágase a un lado y verá cómo todo se resuelve cuando retorne la calma.
- No tenga como objetivo que todo esté perfecto en su casa y a toda hora.
- Enséñele a su hijo destrezas para resolver problemas en vez de ser usted quien siempre le resuelva todo.
- Guíe y observe. Si quiere que sus hijos crezcan y lleguen a ser fuertes e independientes, permanezca presente para darles apoyo y supervisarlos, pero sin sobreprotegerlos.
ANNIE DE ACEVEDO
Psicóloga y Educadora
Especial para ‘ABC del bebé’