Al día siguiente del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el fotógrafo bogotano Sady González capturó una imagen donde posa un grupo de personas vestidos de saco y corbata, armados de machetes, cuchillos, martillos y sacacorchos. Algunos de ellos, ignorando la dimensión de los acontecimientos, sonríen ante la cámara. Pero hay algo que une a estos personajes exaltados: la venganza.
Nueve años después, en 1957, cuando los grupos armados al margen de la ley dejan un saldo de trescientas mil personas asesinadas, los presidentes Alberto Lleras y Laureano Gómez se sientan en un hotel de la localidad mediterránea de Sitges y firman un acuerdo de paz.
Siete años después de firmado el acuerdo, en 1964, surgen las Farc, como una organización insurgente que luchará durante décadas contra el Frente Nacional, nacido del Pacto de Sitges.
Estos dos momentos del país deben servirnos de reflexión para no repetir la historia. En un proceso de paz siempre pululan una serie de actores políticos, sociales y armados, que a toda costa quieren que esta fracase, y se continúe con la guerra. El gran temor es quién o quiénes van a llenar el vacío dejado por las fuerzas insurgentes, que un día decidieron decirles adiós a las armas, y reintegrarse a la vida civil.
El vacío dejado por el asesinato de Gaitán, fue llenado por los ‘pájaros’, que asolaron al país durante una década. El vacío que dejó el Pacto de Sitges, lo llenaron las guerrillas de las Farc y el Eln. En los dos casos anteriores, nunca lo llenó el Estado.
Hoy, que estamos ad portas de firmar un acuerdo con las Farc, a la paz la acechan varios agentes políticos, gremiales y armados que, como aves de rapiña, merodean alrededor de la carroña.
El primer contradictor de la paz es el procurador Alejandro Ordóñez, que extralimitándose en sus funciones, no ha dejado de fustigar cualquier intento de los colombianos por llegar a una reconciliación nacional. En segundo lugar, está el Centro Democrático, que con el expresidente Álvaro Uribe a la cabeza, y animado por una sed de venganza, asume posiciones delirantes llamando a la resistencia civil contra el proceso de paz. En tercer lugar, está el doctor José Félix Lafourie, que se ha opuesto abiertamente a la restitución de tierras para las víctimas. Y en cuarto lugar, tenemos a los nuevos ‘pájaros’ y ‘chulavitas’, que armados hasta los dientes, trafican, extorsionan, se lucran de la minería ilegal, y tienen a la población atemorizada.
Del buen manejo político de todas estas fuerzas de oposición, dependerá el futuro de la paz en el país. De lo contrario, si no se llega a un acuerdo con el expresidente, y se derrota militarmente a los ‘Grupos Armados Organizados’ (como acaba de llamar el Ministro de Defensa a las bandas criminales), la paz se logrará con las Farc, pero será frágil e inestable.
Ojalá la historia no se repita.
FABIO MARTÍNEZ
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