El beso en la boca tiene su origen en el tierno ritual de pájaros que mastican alimentos hasta volverlos papilla para ponerlos en el pico de sus críos. Se trata de una forma de exaltar, transmitir y garantizar la vida.
También, asunto cultural, cosa de costumbres. ¿Qué pensarían ustedes si vieran a dos hombres, agarrados de mano, recorrer la plaza de Bolívar? De ser iraníes no dirían nada, porque llevarían quizás otro amigo de la mano. Lo que en Irán es una costumbre, aquí resulta una rareza.
Los antiguos romanos consideraban signo de distinción el que los besaran en la boca. En mayo de 1968, el amor libre consagró al beso de boca entre personas del mismo sexo como símbolo de la rebeldía ‘hippie’ frente al sistema ideológico imperante.
El beso, en todo caso, ha sido siempre saludo o demostración de cariño, pero la globalización está cambiando las formas de saludar y hasta de quererse.
Alguien argumentaba que, como cada vez se tiene menos tiempo para la intimidad, se reparten en compensación saludos de beso a tutiplén, a veces sin mirar a quién. La gente en verdad invierte hoy más besos en saludos que en demostraciones de afecto.
En los últimos tiempos, las mujeres se han masculinizado, con papeles muy activos, sobre todo en el área de los negocios y de la administración. La sociedad ensalza, además, los valores femeninos y sus formas de hacer las cosas, que son quizás más emotivas, menos protocolarias, atrevidas y espontáneas.
Más allá de las consideraciones de género, los besos –y en especial los que se dan en la boca– están asociados al erotismo. En varios países de América aún prevalece una moral puritana, donde el mero contacto entre personas es tildado de “pecaminoso”.
Pero no hay que exagerar. Según ciertas tradiciones religiosas orientales, el beso sería también un encuentro de energías espirituales y una forma de manifestar que, a pesar de la deshumanización, el cariño está presente.
El beso de mejilla entre hombres ha sido, con ciertos roces, socialmente aceptado en Chile, Uruguay y Argentina. No así en países como México y Colombia, donde muchos lo asocian a la homosexualidad. Los besos de boca se dan, de manera excepcional, en algunos círculos artísticos, donde prevalece la tendencia a huir del lugar común, a transgredir lo convencional, a romper lo establecido.
“Artistadas”, califican los más godos a estas conductas en nuestro medio. Hace más de veinte años, Armando Maradona besó en la boca a Guillermo Coppola, su representante, en un programa de televisión y causó revuelo. “Un piquito con Coppola –comentó el astro del fútbol– y la gente se quedó nomás con eso. No se dieron cuenta de que somos hermanos”.
Interpretación similar fue la que dio Poncho Zuleta a su “pico de boca” con Silvestre Dangond, al cierre del último festival de acordeón en Valledupar. “Los hombres se besan. Son episodios propios de los artistas. Lo que pasa es que tenemos un atraso ante Europa y otros continentes (…). Además, a los hijos hay que besarlos y Silvestre es mi hijo”.
El beso es socializador y, en el lenguaje no verbal, el tacto juega un papel fundamental. Un beso es, casi siempre, un gesto, una manifestación de respeto, por aquel que llega o nos recibe. Una pequeña ceremonia que dice “entre los dos no hay hostilidad”. Quien saluda de mano no lleva en la mano arma alguna. Sí, el mujeriego de Poncho se dio un pico con Silvestre, como antes lo había hecho con Diomedes.
El machismo está herido, pero ¿acaso todo contacto físico debe causar sangre entre nosotros? En un país como el nuestro, en el que los hombres se matan, es preferible sin duda que los hombres se besen.
HERIBERTO FIORILLO