Hasta no hallar el cuerpo de Daniel, su abuela Zenobia Muñoz jamás lo dará por muerto. Prefiere pensar que alguien se lo llevó a creer que lo arrastró la quebrada La Liboriana, junto a otras 103 personas que quedaron sepultadas con barrios enteros.
Zenobia perdió a tres nietos, a sus dos hijas y dos yernos, así como a vecinos y amigos. A todos los enterró, menos a Daniel, desaparecido a sus 13 años ese 18 de mayo de 2015, cuando La Liboriana se desbordó y se tragó 66 viviendas con sus ocupantes, en Salgar, (suroeste de Antioquia).
Un año después de la tragedia, al igual que ella, 10 familias no han hecho su duelo. No encontraron a su ser querido, pese a que ayudaron a 80 rescatistas a sacar toneladas de lodo, piedras y palos que escondían cuerpos en el corregimiento La Margarita, el epicentro de la catástrofe.
Incluso, la búsqueda se extendió hasta los 22 municipios que atraviesan el río Cauca, en el occidente y suroeste antioqueño.
![]() El 18 de mayo de 2015, la quebrada La Liboriana se desbordó y se tragó 66 viviendas con sus ocupantes, en Salgar (Antioquia). Guillermo Ossa/EL TIEMPO |
Esas mismas calles de La Margarita por donde rodaron los cadáveres de los familiares y vecinos de Zenobia están desoladas y cubiertas ya no de lodo sino de tristeza. (lea: Así era la vida en Salgar antes de la tragedia)
En la orilla de la quebrada aún quedan piedras apilonadas que empujó la avalancha, provocada por las fuertes lluvias que cayeron sobre el cerro Plateado, que se ubica en la parte alta de Salgar, lo que causó inmensos movimientos en masa y deslizamientos sobre la Liboriana.
El agua del afluente golpea la pared que sostenía la casa de Daniel y su familia, de la que solo quedó parte del piso con baldosas agrietadas.
Al frente están ubicadas las casas que quedaron de pie, aunque sin techo ni puertas ni ventanas, que dejan ver restos de ropa y muebles. Las paredes están rajadas a la mitad y aún manchadas de pantano.
Esa ruina contrasta con dos puentes de colores, uno peatonal y otro vehicular, construidos para reemplazar los que la corriente se llevó.
A tan solo ocho minutos caminando de ese lugar, en el barrio La Pradera hay otra cara, la de la esperanza, donde el Ministerio de Vivienda construye 50 de 278 casas nuevas que habrá en el municipio, para el mismo número de damnificados. Son casas campesinas de 72 metros cuadrados, edificadas por 58 obreros de Salgar.
Algunos de ellos, aunque perdieron a sus amigos y vecinos, trabajan 10 horas al día para sacar adelante este proyecto que tanto esperan los afectados.
Zenobia, que además perdió su casa y su tienda, en la que vendía productos básicos de la canasta familiar, sería una de las beneficiadas. No ve la hora de volver a su corregimiento, donde vivió por más de 60 años, hasta que la quebrada la expulsó y la dejó sola.
Hoy vive en el casco urbano del municipio del suroeste y paga arriendo con los 250.000 pesos mensuales que le da el Gobierno a ella y a otras 160 familias damnificadas.
El día de la tragedia, Zenobia no entendía qué pasaba hasta que vio las casas de sus dos hijas reducidas a lodo. Aunque la corriente no se llevó la suya, quedó inhabitada, al igual que otras 396 viviendas.
En total, sumando los inmuebles que se llevó la corriente, la avalancha dejó 462 familias damnificadas, que suman 1.465 personas, entre las que hay 472 niños.
Sin embargo, en la zona de alto riesgo aún hay cinco casas habitadas. En una vive Ángela Rincón, que enterró a 16 familiares fallecidos en la tragedia, pero nunca encontró a su hermana Gloria. Lea también: (Salgar se alista para no repetir su tragedia)
Ella trata de recordar que esa noche, cerca de las 2:30 de la madrugada, sintió un estruendo muy fuente. “No era capaz de levantarme de ese cimbronazo, los teléfonos no funcionaban, el pantano nos llegaba a las rodillas, entonces mi esposo, mi hija y yo salimos como pudimos. Estaba muy oscuro, pero escuchábamos que los vecinos gritaban y corrían de un lado para otro”, describe.
De su casa se ve la construcción de las nuevas viviendas del Gobierno. Señala y dice que además hay otro proyecto, el del expresidente Álvaro Uribe, que junto a empresarios, donó 30 inmuebles para campesinos.
La esperanza
La reconstrucción del municipio cafetero de 17.000 habitantes, es en infraestructura y en lo social. Ese proceso, que cuesta 35.000 millones de pesos avanza en un 75 por ciento. El secretario de Gobierno de Salgar, León Jaime Bustamante, explica que la fase de infraestructura incluye tres proyectos de viviendas, ubicados en La Habana (zona urbana), La Margarita y Florida (rural), este último con 186 inmuebles, es el más grande.
Igualmente, la construcción de seis puentes vehiculares y seis peatonales, la pavimentación de vías, la remodelación del parque municipal, así como un coliseo, una cancha y un parque educativo.
![]() Este es uno de los seis puentes peatonales que construyeron para reemplazar los que la quebrada se llevó. Guillermo Ossa/EL TIEMPO |
El funcionario asegura que los puentes están terminados y que las primeras 40 viviendas se entregarán a finales de mayo, las demás en julio próximo.
La reconstrucción también incluye las obras de mitigación de la quebrada La Liboriana, un monitoreo constante del afluente, un sistema de alertas tempranas para mayor seguridad y la demolición de las viviendas que todavía están en riesgo.
Ese proceso comprende proyectos agrícolas para reactivar la economía del municipio, en el que se ha invertido más de mil millones de pesos.
Asimismo, capacitaciones para mujeres cabeza de hogar en panadería, bisutería, confección y huertas caseras. “Son proyectos que se necesitaban, pero no se habían desarrollado en el municipio y tras la crisis se hicieron”, agrega el secretario de Gobierno.
Según las estimaciones de la Alcaldía municipal, la reconstrucción total del pueblo estará lista al final de año.
A eso se le suma la reedificación de los hogares, muchos destruidos por el dolor, hubo huérfanos, viudas y personas que perdieron hasta 30 allegados. Por lo que desde que se registró la avalancha, los afectados reciben ayuda psicosocial de parte del Gobierno y de distintas ONG.
Sin embargo, aunque reciban asistencia psicológica, ni Zenobia ni los familiares de los desaparecidos pasarán la página de esta catástrofe, al menos, hasta que encuentren a sus seres queridos.
DEICY JOHANA PAREJA M.
Redactora de EL TIEMPO
MEDELLÍN