A propósito de su editorial (11-5-16) sobre la violencia registrada en Colombia el fin de semana en la celebración de las madres, el motivo de esos desmanes no es otro que la ausencia de decisiones políticas contundentes. Mientras en el Congreso se obnubilan opinando sobre lo que pasa en La Habana, el proyecto de ley del Código de Policía está a punto de hundirse. La verdadera paz se construye desde los hogares colombianos. No nos podemos resignar, como dice el editorial, a vivir en medio de la violencia. Mientras las cifras de violencia política disminuyen, las de violencia interpersonal crecen. Esos comportamientos deben ser fuertemente sancionados; y las reglas de convivencia, conocidas y respetadas rigurosamente por todos. No más relajamiento en este tema.
Carlos Giovanny Caicedo L.
¿Enemigos del orden?
Señor Director:
Qué difícil es intentar hacer la paz o poner orden; es lo que está pasando tanto a nivel nacional como distrital. Por un lado, el Presidente es atacado constantemente por su testarudez en conseguir la tan anhelada paz, que tanto la necesitamos, y más los que creemos que es hora de parar todos estos muertos y millones de víctimas que por décadas ha sufrido nuestro país, en especial las clases menos favorecidas. ¿O acaso será mejor vivir per sécula seculórum en guerra, satisfaciendo el sentimiento belicoso de algunos? Y por otro, poner orden, como el caso de la Administración Distrital, donde se hace necesario imponer la ley, regular muchas cosas y darle un norte a la ciudad. Todo esto genera el inconformismo de algún sector de la ciudadanía que prefiere el anarquismo o, como lo manifestó recientemente el columnista Ernesto Cortés, el ‘meimportaunculismo’.
Es decir que hagan lo que quieran, que se pasen por encima de todos.
Gerardo Prada Ahumada
A la basura una buena acción
Señor Director:
Luego de recibir durante varios años correspondencia equivocada de la Secretaría de Hacienda, y en aras de ahorrar al Distrito dinero, tiempo y recursos, me acerqué al supercade de Catastro para que corrigieran el error. Empero, me exigieron carta firmada y copia, además de datos personales; aun cuando ya antes me habían aconsejado “que botara el sobre a la basura” y no molestara más. Insistí haciendo lo propio por Cultura Ciudadana, mas, finalmente, no recibieron ni mi solicitud ni el formulario de la ciudadana porque me negué a dar mi nombre completo y mi huella, aunque sí di mi número de cédula. Efectivamente, a la basura fueron a dar el formulario y el dinero distrital invertido en su envío. ¿Qué pasará entonces con el dinero producto de la venta de la ETB, con la que Bogotá quedará privada de la revolución de las TIC? ¿También llegará al usuario equivocado o se irá a la basura?
Alejandro Guevara
Bogotá
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