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El difícil y largo camino del santoral colombiano

El país tiene una santa, nueve beatos y un venerable. Necesitan más de un milagro para la santidad.

Si al sacerdote bogotano Rafael Almansa le va bien en su tránsito los altares, podría demorarse entre diez años y cinco siglos para que sea proclamado santo. El camino a la santidad no es nada fácil y requiere mucho más que milagros.
En el peor escenario, su caso podría quedarse para siempre en los anaqueles de la Congregación para la causa de los Santos, en el Vaticano, donde reposan miles y miles de hojas de vida de hombres y mujeres –como el padre Almansa- que le sirvieron a Dios y al mundo, y cuyos devotos esperan que les otorguen un sitial de honor en el cielo.
A comienzos de esta semana, el papa Francisco dio a conocer el decreto que reconoce las virtudes heroicas del padre Rafael Almansa (1840 – 1927), párroco durante 30 años de la iglesia de San Diego, en el centro de la capital, y considerado como el cura más querido que ha tenido Bogotá en su historia. Aunque 89 años después de su muerte ya son muy pocos los que lo recuerdan.
Después de recibir el título de venerable, que es el primero que se gana un aspirante a santo, el paso siguiente será la beatificación. Pero para que lo proclamen beato se requiere la comprobación de un milagro en el que el cura capitalino haya intercedido ante Dios, según las normas establecidas en la Congregación para las causas de los Santos, en el Vaticano. (Ver recuadro Así se hace un santo).
Monseñor Álvaro Fandiño, postulador de la causa de santidad del padre Rafael Almansa (en el lienzo).
Vale aclarar que el testimonio de ese supuesto milagro ya existe y actualmente se gestionan los requisitos para enviarlos a Roma antes de que se acabe el 2016. Monseñor Álvaro Fandiño, postulador de la causa de santidad del padre Almansa, cuenta que se trata del caso de una mujer que padece la enfermedad de corea de Sydenham –similar al mal de Parkinson-, y cuya hija nació libre de esa dolencia, que es considerada hereditaria.
Los requisitos del Vaticano son básicamente el historial clínico y un certificado médico que establezca que ocurrió una sanación extraordinaria o sobrenatural; es decir, sin asidero en la ciencia.
“A los primeros santos, que fueron los mártires cristianos, los proclamaba la gente. Luego comenzó la burocracia y el racionalismo en los procesos vaticanos de canonización”, explicó Javier Darío Restrepo, periodista experto en temas religiosos y director de la revista ‘Vida Nueva’.
Cuando habla de los primeros santos, hace mención a aquellos cristianos que fusilaban, torturaban y quemaban en la hoguera o echaban a las fieras, para que se los comieran vivos, por no negar su fe en Cristo.
Como a San Lorenzo (oriundo de la entonces Hispania y muerto en el año 258) a quien martirizaron y quemaron (o asaron) en una parrilla. Cuando eso ocurría, la gente los reclamaba santos tras semejante martirio. Luego llegó la burocracia a la Santa Sede –de la que habla Restrepo- y por eso los procesos de canonización pueden ser eternos.
En el caso de Laura Montoya, la primera santa colombiana –canonizada el 12 de mayo del 2013-, fueron necesarios 53 años desde el momento en el que se abrió su causa en la Curia Romana. Realmente fue poco tiempo, porque hay santos que se han demorado, incluso, varios siglos para ser canonizados.
Un ejemplo: la famosa heroína francesa Juana de Arco, que ha sido la inspiración de películas y libros, falleció a los 19 años –condenada a la hoguera- el 30 de mayo de 1431 y fue proclamada santa el 16 de mayo de 1920. Sí, 489 años después.
Religión y poder
“Uno no se explica cómo el fundador de una obra, como el Opus Dei, salió santo tan rápido”, añadió Restrepo al referirse al caso de San José María Escrivá, fallecido en 1975, beatificado en 1992 y canonizado en el 2002 por su amigo el papa Juan Pablo II. El mismo papa polaco que falleció en el 2005, fue beatificado en el 2011 y canonizado en el 2014. Religión y poder: así de sencillo.
El beato Marianito es venerado en Antioquia, departamento del que era oriundo.
Isabel Posada de Corpas, doctora en teología, explica que para que una causa de santidad prospere, se necesita de una persona bien conectada con el Vaticano, encargada de mover los hilos necesarios.
Ese experto se llama postulador de santos y sus funciones son las de un relacionista pública. Y esas funciones, añade ella, cuestan dinero. Y no todos los aspirantes a santos (o sus devotos) cuentan con ese músculo que los ayude a llegar al cielo.
¿Para qué sirve tener santos? El papa Francisco, quien ya se ha referido a la necesidad de modificar y agilizar los procesos de canonización al interior de la Santa Sede, ha dicho que los santos no solo deben ser motivo de veneración por parte de la feligresía católica sino como un ejemplo de lucha, activismo y servicio social, sobre todo con los más pobres.
Colombia, ya se ha dicho, tiene una santa: Laura Montoya. Y tiene también nueve beatos y un nuevo venerable (el padre Almansa), con una carrera a la santidad aún incierta.
Estos son los colombianos que conforman el santoral nacional entre los cuales se cuentan siete antioqueños, un boyacense, un huilense y un bogotano.
La Santa Laura Montoya 
La única santa que tiene Colombia, María Laura de Jesús Montoya, más conocida como la madre Laura, nació en Jericó (Antioquia) en 1874 y falleció en Medellín en 1949, a los 75 años. Y fue canonizada por el papa Francisco el 12 de mayo del 2013.
Huérfana de padre desde muy pequeña, desplazada por la violencia y alejada de su madre y hermanos por la pobreza, se convirtió en educadora y más adelante decidió irse de misionera para las selvas del Urabá antioqueño tras descubrir la forma en la que los indígenas emberas vivían casi esclavizados por los gamonales y sufriendo el abandono y el rechazo del Estado y la sociedad.
La santa Laura Montoya, además de religiosa, era educadora y escritora.
Más tarde se convertiría en fundadora de su propia comunidad religiosa, hoy presente en 21 países con mil misioneras que llevan la palabra de Dios mientras ayudan a los más pobres.
“La madre Laura fue una mujer que le sirvió a Dios, mientras hacía patria”, dijo la hermana Aída Orobio, superiora de la comunidad de las ‘lauritas’ al recordar a su santa fundadora como una mujer revolucionaria para su época -que incluso fue rechazada por la Iglesia- y gran defensora de los derechos humanos.
En su santuario en Medellín, donde reposan sus restos, hay miles de testimonios de milagros y sanaciones atribuidas a ella. El más contundente, que fue el aprobado por el Vaticano para la canonización, es el de un médico desahuciado que se le encomendó en su lecho de muerte.
Los siete mártires
Los primeros colombianos en ascender en el camino hacia la santidad fueron los siete religiosos de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, enviados de Colombia a España en medio de la guerra civil de ese país en 1938, y vilmente asesinados por resistirse a negar su fe.
Sus nombres eran: Juan Bautista Velásquez, Esteban Maya, Melquiades Ramírez de Sonsón, Eugenio Ramírez, Rubén de Jesús López, Arturo Ayala y Gaspar Páez Perdomo de Tello.
Los misioneros colombianos (cuatro antioqueños, uno huilense, uno boyacense y uno caldense) fueron enviados a ayudar a los enfermos y a los discapacitados físicos y mentales del manicomio de Ciempozuelos, cerca de Madrid.
Estaban en esa misión cuando cayeron ante las milicias anticatólicas, en una persecución que dejó casi 7.000 muertos entre sacerdotes, religiosos y monjas, según recuerda el hermano Clemente López, miembro de la misma congregación de los beatos y mártires colombianos, y quien ha documentado su historia en un libro.
Estos siete colombianos fueron asesinados en España por resistirse a negar su fe. Fueron beatificados en 1992.
Fueron beatificados por Juan Pablo II en octubre de 1992 junto con otros 69 religiosos de la misma orden. A ellos les atribuyen cientos de milagros en sus regiones de origen, pero falta que en el Vaticano estudien y aprueben un nuevo milagro para que puedan canonizarlos.
El hermano Anderson Amado, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, en Bogotá, le dijo a EL TIEMPO que no hay novedades respecto al proceso de canonización de los beatos colombianos. Pero aclaró que el postulador de la causa en Roma, el italiano Elía Tripaldi, sigue recopilando información sobre testimonios milagroso para poder presentar uno, el más representativo, a la Santa Sede.
En este caso, como los colombianos fueron asesinados junto con otros 94 misioneros de la misma comunidad, no se necesitan 94 milagros: con uno solo, de alguno de ellos, sería suficiente.
El beato Marianito
El próximo 13 de julio se cumplirán 90 años de la muerte del padre Mariano de Jesús Eusse Hoyos, mejor conocido como el padre Marianito. Nacido en Yarumal (Antioquia) en 1845 y fallecido en el vecino municipio de Angostura (donde hizo la mayoría de su obra y donde reposan sus restos), fue beatificado por Juan Pablo II el 9 de abril del año 2000.
“Aunque aún no sea oficialmente santo, el padre Marianito es en santo del milagro cotidiano, el de la gente humilde y sencilla”, comenta Jorge Alberto Ossa, obispo de la diócesis de Santa Rosa de Osos, en el departamento de Antioquia.
A Marianito lo veneran y recuerdan en esta región del país (y en toda Colombia) al mismo nivel que a la santa Laura. Lo recuerdan por su entrega a los más campesinos y más pobres, a quienes visitaba a lomo de mula en sus parcelas y a quienes les decía: los nobles de Dios.
Monseñor Ossa reconoce que la causa de Marianito, en Roma, ha estado un poco descuidada, en parte porque el postulador ya tiene una edad muy avanzada.
“Estamos recopilando testimonios de milagros bien fuertes para retomar la causa y vamos a buscar un nuevo postulador”, añadió monseñor Ossa y explicó que son miles y miles los testimonios de personas que aseguran haber recibido algún milagro de Marianito: la salud a una enfermedad terminal, un trabajo o el bienestar en el hogar.
“Esperamos tener prontas y buenas noticias”, puntualizó monseñor Ossa.
El beato Jesús Aníbal Gómez, asesinado en España por no negar su fe en Cristo.
El seminarista Jesús Aníbal
En el parque principal de Tarso, en el suroeste de Antioquia, se impone un monumento que le rinde tributo a uno de los hijos ilustres del pueblo: el seminarista Jesús Aníbal Gómez, beatificado el 13 de octubre del 2013.
Cuando apenas tenía 22 años, fue enviado a España por la Congregación de misioneros hijos del Corazón Inmaculado de la Bienaventurada Virgen María (misioneros claretianos), para que adelantara sus estudios de teología. Pero su viaje, en 1936, coincidió con la guerra civil española y con la persecución a monjas, curas y religiosos.
Mientras huía en tren con 13 de sus compañeros, en Madrid, el 28 de julio de ese año fue interceptado por los milicianos y más tarde fue fusilado por no negar su fe en Cristo. Su historia es similar a la de los otros siete mártires y beatos colombianos asesinados en España.
La comunidad de misioneros claretianos sigue en la recopilación de testimonios de milagros en los que el seminarista Jesús Aníbal haya intercedido, con el fin de que su causa en el Vaticano siga avanzando y pronto lo puedan saber santo.
El padre Almansa
Cuando murió, el 27 de junio de 1927, a los 86 años, se calcula que cien mil personas asistieron al entierro del sacerdote bogotano Rafael Almansa. El ahora venerable de la iglesia Católica, quien inició su camino oficial a la santidad esta semana, era el cura más querido por los bogotanos de la época, sobre todo por los más pobres. También era el asesor espiritual de la Bogotá de la época.
“El padre Almansa fue un ejemplo de lo que hoy reclama el papa Francisco de los sacerdotes: trabajaba con los pobres y vivía como pobre. Y llevaba la palabra de Dios en un lenguaje sencillo", analiza el periodista experto en temas religiosos Javier Darío Restrepo.
Todo empezó en 1990 cuando lo nombraron párroco de la iglesia de San Diego, en el centro de la ciudad, donde el padre Almansa fue capellán por 30 años. Allí están sus restos. Se cuenta que vivía en extrema pobreza y que dormía en una cama sobre piedras, sin cobijas ni almohada.
“Fue un santo y murió con olor a santidad. La gente lo reclamaba santo en las calles”, comenta monseñor Álvaro Fandiño, postulador de la causa de santidad del padre Almansa. A su ya avanzada edad, Fandiño solo espera un milagro: que algún día, ojalá muy pronto, el padre Almansa sea proclamado como el santo de los bogotanos.
Fandiño reconoce que le ha faltado un contacto en Roma para agilizar el proceso del legendario cura capitalino.
Así se hace un santo en el Vaticano
1. Siervo de Dios
El Obispo diocesano y el Postulador piden iniciar el proceso de canonización entregando un informe sobre las virtudes de la persona.
2. Venerable
Este segundo paso comprende varias etapas, entre esas, el reconocimiento de las virtudes heroicas del postulado a santo.
3. Beatificación
Los intercesores muestran las pruebas del milagro atribuido al Venerable, para que teólogos y el Vaticano lo estudien.
4. Canonización
Es necesaria la presentación de otro milagro, esta vez más revelador. El cual será estudiado por los médicos y teólogos de la Santa Sede.
JOSÉ ALBERTO MOJICA
Redactor de EL TIEMPO
@JoseaMojicaP
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