Jorge Andrés Pérez Monsalve, de 31 años y padre de dos hijos, viajó a Mérida (Yucatán) el pasado 21 de enero. Lo hizo con un mexicano que conoció en Soledad (Atlántico) y que lo convenció de hacer negocios en el país norteamericano. Hace un mes su familia recibió una llamada en la que le advertían que Jorge Andrés estaba secuestrado. Hasta ahora las autoridades no han tenido mayores detalles de este nuevo secuestro de un colombiano en México.
Desde el 2013, al menos una decena de casos han sido conocidos por autoridades de los dos países, las cuales creen que hay más casos que no han sido denunciados porque esas víctimas tienen nexos con el narcotráfico. Esos secuestros apuntan a ajustes de cuentas o a presionar la entrega de millonarios bienes de origen ilegal.
Pero hay otros casos, dice el Gaula, que corresponde a una red de criminales que pesca incautos en Colombia, prometiéndoles que obtendrán millonarias ganancias, y los convence de viajar. Una vez allí, empieza la pesadilla para ellos y sus familias.
EL TIEMPO habló con Freddy Mauricio Abril Celis, quien en diciembre fue rescatado en una operación conjunta de las policías colombiana y mexicana. Su caso, por el que hay varios detenidos, ha dado pistas claves para poner en evidencia el macabro negocio.
“Me tuvieron un mes encadenado de pies y manos, primero dentro de un contenedor metálico y luego en una casa de un sector residencial de Querétaro”, recuerda Abril Celis, por quien sus captores pedían 370.000 dólares, más de mil millones de pesos.
Por su plagio, una colombiana está presa en México; y las pistas han permitido identificar a sus enlaces en Bogotá: dos hombres y dos supuestas modelos profesionales.
Según el coronel Fernando Murillo Urrego, director del Gaula de la Policía, la interceptación de comunicaciones realizada en el llamado ‘Cibergaula’ permitió ubicar los sitios de donde salieron las llamadas de los secuestradores en México. Esa labor fue clave para terminar con un cautiverio que se prolongó por 33 días, desde el primero de noviembre hasta las 2 de la mañana del 4 de diciembre pasado. Los delincuentes lo tenían en una casa del sector residencial de la Colonia Bosque del Cimatario, en Santiago de Querétaro.
En la operación de liberación no se hizo un solo disparo y fueron capturados sus carceleros: Jorge René Salazar Tavizon, de 44 años, y Leidy Dayana Gualteros Franco, de 21. Ella es colombiana.
Cayó en la celada
Los secuestradores conocen a sus víctimas. No de otra manera se explica cómo abordaron a Abril Celis y lo enredaron en la peor pesadilla de su vida. En un centro comercial del occidente de Bogotá, un mexicano le preguntó por una casa de cambio y empezó así un diálogo en el que el hombre aseguró que estaba en Colombia haciendo negocios de ganado, precisamente la actividad comercial de Abril.
Era una oportunidad tentadora y por eso intercambiaron datos de contacto. Las conversaciones se prolongaron por un mes, y se cruzó una situación adicional: Abril Celis es aficionado al automovilismo y estaba planeando viajar para ver el Gran Premio de la Fórmula Uno en Ciudad de México.
“Cuando supo de mi posible viaje, dijo que aprovechara y conociera a su jefe”. En efecto, viajó y tuvieron varias reuniones de negocios.
El domingo primero de noviembre, hacia las 9 de la noche, Abril caminaba por la popular avenida Paseo de la Reforma, rumbo al hotel. De pronto, un vehículo se cruzó a su paso y cuatro hombres armados lo obligaron a subirse al carro. “Me sentaron en el puesto de atrás con dos tipos a mi lado. Uno de ellos me pegó un puño en el estómago, quedé sin aire. Estuve callado, una hora duró el recorrido. Luego me pasaron a otro carro, con una capucha en la cabeza y mirando siempre hacia el piso”.
El lugar a donde fue llevado en principio –refirió el ganadero– era una bodega y un predio cubierto de mucha hierba.
Lo sentaron en una silla, lo golpearon sin piedad con puños y palos. “Golpeaban y no decían nada. Siempre callados”. Allí estuvo tres días. Le quitaron sus zapatos y le machucaron los dedos, para que no pudiera caminar.
Al cuarto día lo metieron dentro de un contenedor con una colchoneta. Así pasó una semana, durante la cual solo le daban de comer tacos fríos.
Entre tanto, lo obligaban a grabar mensajes en WhatsApp, los cuales posteriormente eran enviados a su esposa en Bogotá.
En principio su compañera no creyó en aquellos mensajes, que hablaban de un secuestro. Solo pasados 15 días del primer mensaje extorsivo supo que era verdad, porque le enviaron una foto de Abril Celis encadenado de pies y manos. A la esposa de Abril le dieron los datos de un contacto de los secuestradores en Bogotá, la persona encargada de recibir el dinero y otros objetos de valor.
Fue entonces cuando entró en acción el Gaula, que empezó a rastrear el teléfono desde donde se originaban los mensajes.
“Inclusive, pedían los papeles de nuestro apartamento. Preciso el mismo día en que se empezó a hacer su traspaso me liberaron. Tampoco se hizo ninguna entrega de dinero”, puntualizó. El Gaula ahora está rastreando al resto de la banda en Colombia.
LEO MEDINA JIMÉNEZ
Redacción Justicia
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